Los pilotos se quedan sin alas
Con una caída del tráfico aéreo del 60% y un millón de operaciones menos, miles de aviadores españoles, la mayoría en ERTE, enfrentan un futuro incierto. La falta de horas de vuelo hace incluso peligrar sus licencias
sergio garcía
Domingo, 25 de octubre 2020, 00:08
El vídeo no puede ser más revelador. Óscar Sanguino, presidente del SEPLA, principal sindicato de pilotos de líneas aéreas, arenga a sus 5.000 afiliados, el 95% de los cuales está afectado por un ERTE, para que no tiren la toalla ante la situación provocada por la pandemia en su sector. Aunque la califica de «temporal», advierte de que traerá una batería de ajustes, por lo que en lo sucesivo «nada va a ser igual». Habla de contactos con bancos y aseguradoras para paliar los recortes económicos, de serenar los ánimos, al tiempo que invita a los que se sientan desarbolados por las circunstancias a recibir ayuda psicológica de la Fundación PAPI (Programa de Apoyo al Piloto). Es entonces cuando apela a la templanza de 'Sully', el legendario piloto que amerizó en el río Hudson con 150 pasajeros a bordo y 5 tripulantes cuando una bandada de gansos del Canadá inutilizó sus dos motores nada más despegar. Es el recurso a la épica, tan socorrido cuando llueven piedras.
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La pandemia ha puesto en una situación desesperada al sector. Según Pere Suau, experto en estrategias aéreas de la Universidad Oberta de Cataluña, asistimos a «un escenario de cierres de aerolíneas, procesos de absorción y un encarecimiento moderado de precios, al menos mientras la gente no recupere la confianza y vuelva a tener sentido estimular la demanda». Un panorama que, coinciden todos, no se normalizará al menos hasta 2023 y al que no son ajenos ni pilotos ni auxiliares de vuelo.
Sólo en España, los aeropuertos han perdido ya un millón de operaciones, lo que representa un caída del 60% del tráfico. Los pilotos, acostumbrados a una situación económica por lo general desahogada -con sueldos altos que se justifican por su responsabilidad sobre las vidas humanas y por el manejo de aparatos de más de cien millones de euros-, sufren ahora un desplome de su actividad que ha recluido a muchos en sus casas.
La consiguiente pérdida de horas de vuelo tiene dos efectos inmediatos: hace peligrar sus licencias (deben acreditar tres despegues y tres aterrizajes cada 90 días para no perderla) y compromete los estándares de seguridad al no poder garantizar el necesario entrenamiento de los aviadores.
A repartirse los vuelos
La caída de operaciones ha sido del 63% en largas distancias y del 46,4% en el corto radio (Madrid, que registraba hace un año 50 operaciones a la hora, ahora apenas suma 10). Los pilotos que por ejemplo viajaban antes cinco veces al mes a Nueva York, ahora se reparten las misiones para que todos hagan al menos uno al mes y mantengan las licencias.
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Tampoco los ERTE afectan a todos por igual. Mientras el Grupo IAG (Iberia, Vueling, British) está desafectando a todos sus pilotos hasta semana y media al mes -«en la práctica, sólo vuelan tres días, porque el resto tienen que dedicarlo a simuladores, reconocimientos médicos o cursos de mercancías peligrosas», detalla Sanguino-, hay compañías como Air Europa que han parado la flota entera de Airbus 330, con lo que esos comandantes no vuelan nada y tienen que reorientar sus certificaciones a aviones más pequeños, de manera que en el mejor de los casos no retomarán la actividad hasta enero.
«Si no vuelas, pierdes dietas, pluses, facturas horas en el aire... Desde abril, los pilotos vivimos con el 10% del sueldo»
Óscar Sanguino | Piloto
Sanguino sostiene que la mayoría de los pilotos está tirando adelante con «el 10%» del sueldo que percibían hace un año. La explicación está en el elevado peso que tienen en sus nóminas conceptos variables como pluses, dietas o la facturación por horas de vuelo (el 65% de su salario). Al no volar , además de perderlas, esas cantidades tampoco se tienen en cuenta a la jora de establecer la base reguladora sobre la que se calcula la prestación que les corresponde por el ERTE. «Si a eso sumamos el cuello de botella en la SEPE, nos encontramos con que bastantes no han cobrado en seis meses», dice.
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Dos misiones desde marzo
Muchos no quieren salir con su nombre, pero en el vía crucis que atraviesan se reconocen todos. Un piloto de la flota de larga distancia de Air Europa, casado y con hijos, describe como «angustiosa» su situación: desde marzo sólo ha volado dos veces a Barcelona. «Tenemos que tener las licencias en vigor y la compañía debe facilitarnos los medios para lograrlo, pero no ha respetado los principios de proporcionalidad y no discriminación previstos en el ERTE para repartir el escaso trabajo que hay y el asunto está judicializado, con demandas colectivas y a título particular». No hay cielo para todos.
A un compañero de Vueling parece haberle ido mejor, «aunque la producción ha caído muchísimo. El Barcelona-Málaga, que antes eran siete conexiones diarias, ahora hay veces que te debes conformar con una». La cosa, describe, va por barrios. «Mientras compañeros con base en Canarias sólo han tenido dos o tres días de ERTE, los de Madrid no vuelan desde marzo». Su sueldo ha caído hasta un 40% y durante estos meses ha asistido a situaciones inimaginables antes, «como volar a Milán con 80 pasajeros y volver de vacío. Y lo mismo con Alemania o Suecia cuando empezaron las restricciones». Afirma que hay compañeros que no han podido completar las horas y lo han tenido que compensar con simuladores. 'Experiencia reciente' lo llaman.
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En lo que todos coinciden es en que el invierno «va a ser muy duro». Amelia Gómez, tripulante de cabina no es ajena a este descalabro. «No hay demanda ni confianza, los pasajeros están muy reticentes a viajar. ¡A ver quién se va a conocer el Machu Picchu en pleno ERTE!». Además, muchos países están cerrados a cal y canto (con Perú por ejemplo, sólo hay vuelos de repatriación que contrata la Embajada). Ella lleva 34 años al pie del cañón y «hasta hace poco me hacía 'cuatro Américas' al mes. Nueva York, Bogotá, Costa Rica... Así hasta cumplir 90 horas. Este octubre sólo he tenido uno a Miami y me puedo dar con un canto en los dientes».
Según cifras de la Asociación Española de Tripulantes de Cabina, en nuestro país hay 15.000 auxiliares de vuelo con distintos rangos retributivos. El más expuesto, el nivel 12, el de los más jóvenes. «Hablamos de chavales, la mayoría mujeres, que no llegan a los mil euros al mes, por debajo del salario mínimo interprofesional. Además, muchos contratos eran temporales y han finalizado en verano. En función de lo que hayan cotizado, cobrarán su paro y... a verlas venir». Porque este año la campaña de Navidad no va a traer nuevas contrataciones, «con los que estamos ahora se cubre más que de sobra».
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En su contexto
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681.971 son los vuelos que ha gestionado ENAIRE de enero a septiembre, un 59% menos que en las mismas fechas de 2019. Los nacionales cayeron un 46,4% y los internacionales alrededor del 63%.
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Desplome de plazas Según ICAO (International Civil Aviation Organization, agencia de la ONU), el sector de las aerolíneas sufrirá una caída de más del 50% de plazas en todo 2020. Esto significa 3.000 millones menos de pasajeros y 400.000 millones en pérdidas de ingresos.
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5.000 son los pilotos afiliados al SEPLA en España. Más del 90% están en un ERTE. A los del Grupo IAG (Iberia, Vueling) les han desafectado de 8 a 10 días para poder volar y así no perder la licencia.
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44 contagios en vuelo Según la IATA (Asociación Internacional de Transporte Aéreo), este año han viajado 1.200 millones de personas y sólo se han reportado 44 casos que podrían haberse contagiado en cabina. Los filtros HEPA renuevan todo el aire en cabina cada 2 minutos.
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15.000 auxiliares de vuelo hay en España, según la Asociación de Tripulantes de Cabina. En cuanto a los controladores aéreos, hay 2.300, la gran mayoría adscritos a la sociedad estatal Enaire.
«He pasado de tener cuatro vuelos al mes de larga distancia a sólo uno. ¡Y me doy con un canto en los dientes!»
Amelia Gómez | Tripulante cabina
A los veteranos no les va mucho mejor. «Aquellos con hijos han tenido dificultades para que la SEPE se los reconozca, por no hablar de la merma de ingresos y del retraso con que llegan», denuncian desde STAVLA, sindicato de tripulantes. En cuanto a los ERTE, la situación difiere por compañías. Las tripulaciones de cabina de Iberia -que los han prorrogado hasta finales de enero- lo tendrán de dos tipos: total para quien así lo solicite, o parcial (30% de los días en activo) para trabajar sólo lo que se necesite. Vueling, sin embargo, se ha acogido al modelo total en las bases de Valencia o Madrid, y al parcial en Barcelona, Bilbao o Málaga. «Muchos se han visto afectados por el Covid, así que se necesita gente de banquillo. Está siendo una melé tremenda, todos quieren volar».
Los controladores, sin ERTE
Con sólo el 40% del tráfico activado (incluyendo mercancías, emergencias o usos militares), los que apenas han sufrido cambios son los controladores aéreos. En España son unos 2.300 y los hay de torre, de aproximación o de ruta. Y no pueden faltar, lo mismo da que haya en el aire dos aviones o 50. En función del tráfico determinan qué sectores de los aeropuertos deben estar abiertos, y acompañan a los aviones al despegar o aterrizar que cuando están en el aire ya establecidos.
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«El post-Covid traerá picos de trabajo muy altos. Las compañías van a concentrar operaciones para ahorrar costes»
Pedro Gragera | Controlador aéreo
ENAIRE, la entidad que gestiona el tráfico aéreo, no tiene a ningún controlador en ERTE, aunque éstos ya cuentan con que habrá recortes salariales. «Con la falta que hacen, hay que atender a todos los aviones que vengan», describe Pedro Gragera, presidente de la USCA, el sindicato de controladores.
La pandemia ha alterado su hoja de ruta. Habían iniciado un proceso de contrataciones para compensar las jubilaciones y ahora se ha abierto un 'impasse' preñado de incertidumbres. «El tráfico aéreo se multiplica por dos cada diez años, pero con la que está cayendo ¿quién se atreve a hacer predicciones?».
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Una carrera de 140.000 euros y un panorama duro a medio plazo
Soplan vientos de crisis. Lo sabe bien la última promoción de pilotos que ha salido este año de los ATOs (Organizaciones de Entrenamiento Aprobados) y de las escuelas Adventia o Cesda, los dos únicos centros donde además de la licencia ATPL que concede la Agencia Estatal Aérea, el alumno obtiene un grado universitario (en el primer caso por Salamanca, en el segundo por la Rovira y Virgili de Tarragona). 210 pilotos salieron al mercado en 2018, el último año del que hay cifras, entre certificaciones para aviones (188) y helicópteros (22). Sesenta contaban con titulación universitaria y el 90% acababan en las mejores compañías antes de seis meses. Hasta ahora.
Fernando Gómez es secretario general de Adventia y es muy consciente de las «dificultades» a las que se van a ver abocados los 'graduados del Covid'. «Esta es una crisis pasajera y dentro de cuatro años, cuanto todo se normalice, la necesidad de pilotos va a ser muy alta, porque hay un déficit importante si lo comparamos con el ratio de aviones en vuelo. Hasta entonces, habrá que armarse de paciencia», porque mientras duren las turbulencias , las contrataciones no van a despegar.
Vuelo real y en simuladores
240 créditos repartidos en cuatro años y una matrícula de 140.000 euros (el coste varía de unas escuelas a otras), lo que no está alcance de todos. Eso después de haber pasado un riguroso examen médico y pruebas de inglés al máximo nivel. A cambio, realizan 185 horas de vuelo (lo que más encarece el servicio) y 200 en simuladores. Además de la formación teórica. Ingeniería aeronáutica, meteorología, gestión del comportamiento... y, por supuesto, volar, lo que significa saber ubicarse en el espacio y trasladarse de un punto a otro de manera predefinida.
Cuando se gradúen deberán hacer un curso de conversión al operador (cada compañía tiene sus distintos) y otro de habilitación tipo, porque no es lo mismo manejar un Boeing que un Airbus. Sólo este último cuesta 18.000 euros, si bien algunas compañías acceden a costearlo a cambio de horas de vuelo.
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