La nube tóxica favorecerá la aparición de problemas respiratorios y cánceres
La mezcla de gases con cenizas constituye un grave riesgo, sobre todo para las personas con problemas respiratorios previos
Las cenizas del volcán, por sí solas, no tienen por qué representar un grave riesgo para la salud humana, según describe un informe de la ... Red Internacional de Amenazas Volcánicas para la Salud (IVHHN). Pero los llamados flujos piroclásticos, que son los gases mezclados con lava a altas temperaturas, sí suponen un auténtico peligro para la vida. Resultan muy tóxicos y desde hace tiempo se conoce que son la principal causa de mortalidad en las grandes erupciones registradas en el mundo, por problemas respiratorios y cánceres.
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En personas sanas, las cenizas de volcán causan complicaciones respiratorias menores, síntomas oculares e irritación de la piel, además de otros efectos de tipo indirecto. Niños, pacientes con enfermedades previas o sistemas inmunodeprimidos pueden, sin embargo, sufrir crisis de mayor calado.
Muerte por asfixia
Ocurre así porque, según este documento, las partículas finas «irritan las vías respiratorias y provocan su contracción, haciendo que la respiración sea más dificultosa». El polvo fino, además, favorece una mayor secreción de las vías respiratorias, lo que genera a su vez más tos y más dificultades inhalatorias
Un informe de la Universidad de Chile, un país con más de 500 volcanes activos, advertía que además de los efectos «ampliamente conocidos» provocados por las nubes tóxicas volcánicas, «como quemaduras, traumatismos y alteraciones del sistema respiratorio», existen otros que siguen siendo «motivo de controversia e investigación». Los más perjudiciales de los gases son el dióxido de carbono y ácido sulfhídrico, que pueden causar asfixia.
Como Plinio El Viejo
Al penetrar en el organismo, la comunión de gases y cenizas favorece, además la respuesta inflamatoria, una reacción propia del sistema inmune, que mantenida puede ser muy complicada. Además, también contribuye a la aparición de cuadros de silicosis y la formación de cánceres diversos.
El primer caso registrado en la historia de muerte por inhalación de gases volcánicos fue el de Plinio El Viejo, considerado el mayor naturalista de la Antigüedad. Observó desde el mar la tragedia que en el año 79 asolaba Pompeya tras la histórica erupción del Vesubio y quiso acercarse para conocerla de cerca. La inhalación de gases de azufre le llevó a la muerte, que fue descrita por su sobrino Plinio el Joven.
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