Las compras de alimentos envasados y empaquetados se ha disparado desde la llegada del coronavirus. Yvonne Iturgaiz

Un mundo envuelto en plástico

Barreras. Mascarillas, guantes, comida envasada, muros de metacrilato, protecciones de usar y tirar... El comercio y la hostelería diseñan sus armas contra el virus. Pero esta batalla le va a salir muy cara al planeta

Domingo, 26 de abril 2020, 02:56

¿Se acuerdan? Hace menos de dos meses nos llamaban mucho la atención los turistas asiáticos que iban por la calle con mascarilla. Les mirábamos como si fuese gente algo blandengue, puede que paranoica. Incluso nos daban un poco de pena. Y ahora, ya ven.

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No es sólo que las mascarillas y los guantes se hayan convertido en codiciados productos de primera necesidad. Es que, para intentar protegernos del coronavirus, cada vez compramos más comida envasada, no concebimos entrar en el súper sin cubrirnos las manos, los comercios y los bares buscan estrategias para regresar a la normalidad lo más protegidos posible a base de pantallas de metacrilato y diferentes artilugios... Todo eso demuestra dos cosas: primero, la fragilidad de nuestras certezas; segundo, que el plástico cada vez está más presente en nuestras vidas. Es como si fuese a envolverlas.

Alimentación

Empaquetar hasta las mandarinas sueltas

Empecemos con lo que ya está aquí, con lo que ya podemos ver. En los supermercados se ha disparado la venta de alimentos envasados y «en China ya envuelven en plástico cada fruta de manera individual: cada manzana, cada mandarina, cada naranja... Es alucinante», constata Juan Antonio Barrenetxea, experto en Sociología del Consumo y profesor en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Tras años de lucha para minimizar el uso de este material por su capacidad para asfixiar el medio ambiente, ahora parece que sale a nuestro rescate. «Cuando se trata de preservar la seguridad ante todo, te das cuenta de que el plástico es esencial», asume Miguel Ángel Zamorano, director de gestión de tiendas de Supermercados BM, donde también se han instalado, como en otras cadenas, pantallas de este material en las cajas.

Desde el punto de vista del comprador, la elección creciente de productos empaquetados tiene su lógica: al llegar a casa y limpiar la compra es mucho más fácil hacerlo cuando viene protegida por esa capa transparente. Y siempre en la confianza de que lo que hay debajo esté 'limpio' o haya pasado el tiempo suficiente aislado como para que cualquier virus que pudiese contener haya dejado de estar activo.

En Greenpeace ya han llamado la atención sobre esta tendencia y piden contención porque el planeta no necesita más castigos. Además, aluden a la falsa sensación de seguridad que nos crea el plástico, porque en realidad es una superficie donde el virus puede permanecer activo durante un periodo de entre «dos y tres días».

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Sostenibilidad

¿Una puñalada al planeta o un problema de reciclaje?

En la Asociación Española de Industriales de Plásticos (Anaip) entienden que lo que está ocurriendo es que se están revelando las propiedades de un material tan denostado durante los últimos años. Confirman que se ha incrementado la demanda de frutas y verduras empaquetadas y, en general, de alimentos envasados, aunque no dan cifras. Todo ello, sin embargo, no significa que el sector se esté forrando. Muchos fabricantes lo están pasando mal porque no encuentran salida para los componentes que fabrican destinados a la construcción, la automoción... Eso sí, algunos se han reinventado y, reorganizando sus cadenas de producción, han pasado a hacer mascarillas (que se elaboran con fibras plásticas), batas... Empresas que hacían únicamente bolsas venden ahora guantes de esos que antes sólo había en la frutería y ahora hay en todos lados.

¿Nos estamos cargando el planeta para protegernos del Covid-19? En Greenpeace creen que sí y apuestan por comprar a granel y en el comercio local –siempre observando las medidas de seguridad e higiene–. También por impulsar investigaciones para potenciar, por ejemplo, las mascarillas reutilizables. En Anaip, sin embargo, creen que el problema no está en el plástico, sino en la gestión de los residuos, porque buena parte de la producción de elementos plásticos se basa en materiales reciclados. Vienen a decir que hay que usar más el contenedor amarillo. Y lo estamos haciendo, aunque no mucho: según datos de Ecoembes, la recogida de plásticos se ha incrementado un 15% desde que comenzó el confinamiento.

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Comercio

El gran dilema de qué hacer con los probadores

Vivimos como en un sueño. Algo irreal. Cuando realmente tomaremos conciencia del mundo sembrado de barreras asépticas que nos espera será en el momento en que ingresemos a eso que ahora todos llaman 'la nueva normalidad'. Cuando abran los bares y los comercios, donde nada será igual. Primero levantarán la persiana estos últimos. Quizás a mediados del mes que viene. ¿Cómo lo harán? Los profesionales del sector aún deben esperar al protocolo que les envíen desde Osakidetza, pero Rafael Gardeazabal, presidente de Bilbao Dendak, ya da por hecho que «todos los empleados deberán llevar mascarilla y guantes». Las cajas estarán protegidas por «mamparas sanitarias». El aforo estará limitado y a la entrada habrá alfombrillas estériles para que los clientes se limpien las suelas de los zapatos.

Una de las grandes cuestiones de nuestro tiempo es cómo nos probaremos el género. Con el calzado no habrá problema porque se utilizarán «esas fundas de plástico que son como calcetines». ¿Y con la ropa? «De momento, que sepamos, no hay nada similar aplicable para cuando te pruebes una camisa...», admite Gardeazabal. «Estamos investigando, pero no es fácil». Se plantean que la prenda que uno se ha probado, si no se la lleva, pase una cuarentena que podría ser de 48 horas. O utilizar «desinfectantes textiles», aunque hay riesgo de que dañen los tejidos.

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Hay mucho que decidir aún. Pero, sean cuales sean las soluciones, la actitud de los consumidores jugará un papel fundamental. «Debe haber una compra responsable, no probarse un montón de cosas en veinte comercios diferentes» porque eso sería ingobernable para el sector. También evitar esa costumbre que tienen algunos de «comprarse por internet varias tallas de una misma prenda para luego devolver las que no queremos».

Hostelería

El fin de las cartas que corren de mesa en mesa

Si la dosis de incertidumbre que castiga al comercio es importante, aún es mayor la que sufren los hosteleros. Un sector que tiene en el contacto, en la proximidad, uno de sus valores esenciales. Esta semana ya se ha visto que algunos negocios están comenzando a instalar pantallas de metacrilato entre mesas como posible mecanismo de separación para cuando puedan abrir sus puertas. «Adoptar este tipo de soluciones es precipitado», opina Juan Carlos Antolín, responsable de hostelería en la patronal alavesa SEA. Lo primero porque, igual que con el comercio, está por ver qué establecen los protocolos del Gobierno vasco. Tomar medidas a ciegas puede tener consecuencias nefastas. Como quienes realizaron costosísimas inversiones para que se pudiese fumar en sus locales antes de la prohibición total del tabaco.

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Pero es que, además, «yo prefiero aumentar la distancia entre mesas que meter mamparas... Con ellas da la sensación de que estás comiendo en un locutorio». Y eso no gusta a nadie. Además, «no sabemos cuánta gente se va a poder juntar, si cuatro o seis. Es muy precipitado tomar ahora cualquier decisión». Lo que sí se da por descontado es que «los camareros deberán ir con mascarilla o con pantalla» y en la barra habrá que redoblar «la protección de los pintxos». Es más, el sector podría apostar por «intentar hacer pintxos al momento», a demanda. ¿Y qué pasará con las cartas? «En las cafeterías, en vez de tener una en cada mesa, igual hay que instalar cartelería fija». Y en los restaurantes quizás haya que «trabajar con cartas desechables, de un solo uso».

Transporte

El reto de los taxis

Todos los servicios y los negocios que se basen en el tránsito de personas van a tener que ideárselas para proteger a un cliente del siguiente. Como los taxis. Borja Musons, presidente de los taxistas vascos, revela que alguna asociación ya ha pedido «un montón de fundas de plástico» con las que cubrir los asientos en cada nuevo servicio. Sin embargo, la solución no está gustando. «La gente suda, se desliza...».

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Lo que sí está acogiendo el sector de mejor grado son las mamparas entre los asientos traseros y los delanteros. «El Gobierno de Cantabria ya está ayudando a sufragar este gasto, y nos estamos planteando pedirlo aquí también». No estamos hablando de aquellas mamparas de seguridad rígidas que tanto dieron que hablar hace unos años. «Estas son unas láminas higiénicas, más finas». Algunos profesionales ya han optado por soluciones caseras que pasan por tender un plástico sin más complicación.

Pero no son estas cosas las que más preocupan ni a hosteleros, ni a comerciantes ni a taxistas. Lo que les quita el sueño es si cuando podamos salir de casa, con todas las precauciones que sean necesarias, vamos a seguir consumiendo como antes. O si el previsto aumento del desempleo y la enorme incertidumbre van a frenar el consumo como nunca antes se había visto. Y contra eso, no va a haber plástico que valga.

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Las diferencias entre una guerra y todo esto

Hay quien dice que esto es como una guerra, pero no. Porque después de las guerras hay mucho trabajo por delante, «la reconstrucción», que obliga a acometer grandes inversiones y dispara la economía. Por no hablar de la euforia en los países vencedores, que también supone un enorme repunte del consumo, analiza Juan Antonio Barrenetxea, experto en Sociología del Consumo de la UPV/EHU. La Historia da testimonio de ello.

Pero tras las pandemias el panorama es totalmente diferente. «Llega una situación deflacionaria, mucho más peligrosa que la inflacionaria, porque la gente no consume, los precios caen...». No sólo es que este pinchazo vaya a elevar la tasa de desempleo; es que, como en cualquier momento de incertidumbre, la gente opta por ser prudente. Por ahorrar por si vienen mal dadas. Y eso puede conducir a un parón económico fatal.

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