Hoy es el día mundial de la pereza
Las ganas de no hacer nada y la supervivencia de la especie están vinculadas. No todo es gandulería
Holgazanes del mundo, no se muevan de la cama. Este es su día. Se lo deben al pueblo colombiano de Itagüí que, harto de las ... carencias culturales, artísticas y festivas en su municipio, y en contraposición con el 1 de Mayo, empujó para que el calendario abrazara una jornada dedicada por entero a indultar la pereza como pecado capital y a invocarla como plácido antídoto contra el imperio del frenesí. Lo lograron en 1984. Desde el año siguiente, en ese municipio enclavado al noreste de Medellín lo escenifican en pijama, sacando a la calle hamacas y colchones, donde haraganean en una exaltación del derecho a pulsar la tecla de pausa.
Antes, unos cuantos miles de años antes de que los italianos refinaran ese gesto y lo convirtieran en Marcello Mastroianni paseando por la Roma nocturna en 'La dolce vita', la flojedad, la negligencia, el tedio, el descuido o la tardanza en ponernos en marcha -en la Real Academia Española (RAE), como ven, todo son inclemencias- no existían. Las primeras generaciones de humanos no dejaban nada para después. No procrastinaban, como se dice ahora. Su actividad y su gasto de energía estaban dictados por una necesidad primaria, de modo que buscaban el beneficio instantáneo. Si tenían hambre, cazaban; si tenían sed, bebían; si tenían sueño, dormían; y así con todos sus impulsos. Entre el deseo y la acción apenas transcurría tiempo. Una suerte de prehistórico 'carpe diem'.
¿Cuándo y por qué nació la pereza? El psicólogo Kalman Glantz fue el primero en poner fecha y argumento: «La vagancia se hizo posible cuando comenzamos a hacer preparativos para el mañana, cuando empezamos a tener consciencia del futuro y la necesidad de planificar a largo plazo, de realizar esfuerzos para obtener beneficios en un tiempo posterior». De pronto, estábamos obligados a gastar más energía.
«Una cosa es la indolencia y otra, el asco a tener todas las horas del día llenas de tareas»
Fernando Savater | Filósofo
Una emoción sana
Junto a los vagos, cristianamente demonizados algunas eras después, aparecieron otras realidades espinosas como la autoexigencia, la presión ejercida por terceros y el temor a no ser eficientes. Por suerte, frente a la psicología del éxito material, que abomina de la pereza por considerarla pura dejadez, los especialistas conductuales abogan por contemplarla como «una emoción sana que nos ayuda en nuestra supervivencia como especie», afirma a este periódico la psicoterapeuta y escritora Alicia Escaño Hildago desde su consulta en Málaga. «Todas las emociones nos informan de algo. En lugar de negarlas o huir de ellas, que es lo que nos enseña esta sociedad, hay que experimentarlas y extraer de ellas su significado. En unas ocasiones, la pereza puede ser un disfraz de otra emoción, como es el miedo (al fracaso, al éxito, al rechazo...). En otras, nos comunica que quizá ha llegado el momento de parar y de conservar las energías y recursos que nos quedan para luego poder seguir. Ignorar esto, haciendo caso al 'debería', nos podría llevar a un agotamiento por estrés, con todo lo que eso conlleva», advierte.
El filósofo Fernando Savater esteblece distintas formas de pereza. «La que repudiaban los antiguos, con razón, es la indolencia que renuncia a cumplir el deber, la que no realiza esfuerzos virtuosos, la que no tiene ánimo para enfrentarse al mal. Esa dimisión ante nuestro deber como humanos es la madre de todos los vicios, como bien se ha dicho. Pero hay otra pereza, lo que hoy suele llamarse así, que es la renuncia a afanarse, a producir a destajo, a estar en todas partes, participar en todas las fiestas y ver todas las series. El asco a tener todas las horas del día llenas de tareas, cachivaches y amigotes. Yo soy muy perezoso en ese sentido», admite el autor de 'Ética para Amador', que dice sentirse apoyado por Paul Lafargue (el yerno de Marx) y su 'El derecho a la pereza', por Bertrand Russell y su 'Elogio de la ociosidad' «y, desde luego, por el escribano Bartleby contado por Melville, el de 'preferiría no hacerlo'. Y me da pereza seguir...».
Día mundial de la vagancia
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Inglaterra 1880 'El derecho a la pereza'. Ensayo del francoespañol Paul Lafargue en el que defiende desde un prisma marxista que el trabajo es el resultado de una imposición del capitalismo. Es una obra de cabecera de los teóricos de la sociedad del ocio por estar considerada como precursora de sus doctrinas en favor de reducir la jornada laboral y de consagrar mayor tiempo a las ciencias, las artes y la satisfacción de las necesidades humanas elementales.
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