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ha aumentado la temperatura global respecto a 1900. Epa
'Latigazo hidroclimático', el fenómeno tras las danas y los megaincendios

'Latigazo hidroclimático', el fenómeno tras las danas y los megaincendios

Ya hay un concepto para describir estos episodios tan violentos y cada vez menos excepcionales

Martes, 21 de enero 2025, 00:11

La devastadora dana de Valencia que provocó 232 muertos, el infierno de fuego de Los Ángeles en el que han perdido la vida al menos 25 personas y miles de edificios han quedado calcinados... Son fenómenos meteorológicos extremos a los que ya se ha puesto nombre: latigazos hidroclimáticos. El término no es una concesión a la moda ni un nuevo palabro con ínfulas y hace alusión a episodios climáticos cada vez menos excepcionales. «El concepto no existía y hacía falta porque el latigazo se refiere a algo fulgurante, brutal y doloroso. Y también hace alusión al papel importante del agua. Tanto las lluvias torrenciales como las sequías extremas son las dos caras de la misma moneda y esa moneda es la atmósfera cálida», explica Fernando Valladares, investigador del CSIC, profesor en el Museo Nacional de Ciencias Naturales y una referencia en el estudio del cambio climático en España.

113 por ciento

aumentaría la frecuencia de estos episodios metereológicos intensos en periodos cortos (tres meses) si la temperatura del planeta aumentara 3 grados respecto a la era preindustrial.

1,5 grados

ha aumentado la temperatura global respecto a 1900.

Porque es lo que tenemos, un planeta que se calienta. El año 2024 ha sido el más cálido a nivel mundial, superando la temperatura global esos 1,5 grados que el Acuerdo de París cifró como umbral de seguridad respecto al periodo preindustrial (1850-1900). «Un planeta más cálido es un planeta con más energía y eso se puede traducir en fenómenos más violentos», confirma Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).

Tan violentos como las lluvias torrenciales que sufrió la Comunidad Valenciana el pasado octubre. «Por un lado, tenemos un mar cada vez más caliente que hace que el agua se evapore más. Y, por otro, una atmósfera más cálida que es capaz de retener más vapor de agua. Una situación explosiva, como si hubiéramos echado más combustible». ¿Cuánto? «Por cada grado centígrado de calentamiento, la capacidad de la atmósfera para retener la humedad aumenta un 7%», cifra Valladares.

Nubes de 20 kilómetros

Así que cuando se dan condiciones de lluvia, el riesgo de que estas sean devastadoras, crece. «Cuando una dana (una bolsa de aire frío) entra en contacto con esta atmósfera cada vez más cálida se llegan a formar nubes de hasta 20 kilómetros de altura que provocan precipitaciones torrenciales», explican desde Aemet aludiendo a las riadas de Valencia. Y no es que ahora llueva más, no, aclara el experto, «es que llueve de otra forma, más concentrada». Y aporta un dato: «En el municipio de Turís, uno de los más afectados por la dana, cayeron en doce horas el 29 de octubre 771 litros por metro cuadrado, la misma cantidad que había caído en la localidad los dos años anteriores». El temor a que ocurra de nuevo no es infundado. «No es que Valencia vaya a tener siempre lluvias, pero sí alternará esos episodios con sequías. Y esa transición de una sequía a una inundación será rápida», explica Fernando Valladares. Como latigazos. Porque lo mismo que esa atmósfera cálida incrementa la virulencia de las precipitaciones, «reseca la tierra», haciéndola más vulnerable a los incendios, las dos caras de la misma moneda que decía.

«No es lo mismo dejar de regar una planta en verano que en invierno, no aguantan igual. Así, las sequías, acompañadas de un incremento en la temperatura global, provocan que la vegetación se vea sometida a un estrés mayor. El suelo se seca más y eso hace que los incendios se propaguen con mayor facilidad», señala Del Campo.

A 25 bajo cero

Más sequías… y más olas de calor. Las hemos sufrido en los últimos veranos en España. Y ya hay datos suficientes para establecer un patrón. «Desde los años 70 hasta hoy, cada década se han registrado temperaturas tres décimas de grado más cálidas, que es muchísimo aunque pueda parecer poco. También ha aumentado la duración de estos episodios de calor extremo a razón de tres días más por década y la extensión, afectando cada diez años a tres provincias más».

Más calor que no nos libra, sin embargo, de episodios de frío extremo. Constatan desde Aemet que los inviernos son menos heladores que antes pero, a la vez, sufrimos olas más intensas. «Hace cuatro años, 'Filomena' dejó registros de 25 grados bajo cero en varios puntos de Guadalajara y Teruel», recuerda el dato Rubén del Campo.

Y dibuja un panorama similar para los años venideros. «España se encuentra en una zona vulnerable porque somos región frontera. El clima africano se está expandiendo y eso se está traduciendo en temperaturas más altas». No solo aquí. También más al norte. «Estos últimos veranos Reino Unido ha superado los 40 grados. Algo absolutamente impensable hasta hace bien poco».

«Embarrarse los zapatos» para frenar el destrozo de las lluvias

«La lluvia antes cundía más porque empapaba el suelo, pero ahora lo anega», reflexiona Fernando Valladares, investigador del CSIC. Y llama la atención sobre la necesidad de un cambio en la gestión del agua. «Hay que mimar los ecosistemas para que actúen como esponjas. Los suelos que menos sufrieron la devastación en Valencia fueron aquellos en los que había vegetación porque son más esponjosos. Y en las ciudades hay que apostar por baldosas y asfaltos máas porosos. Quitemos el pavimento y dejemos aflorar la tierra. Es más sucia porque te embarras los zapatos, sí, pero también absorbe el agua y frena la velocidad, que es, precisamente, lo que destroza tanto en las inundaciones, la rapidez a la que discurre».

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