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Reconstrucción tridimensional de los alrededores de la ciudad maya de Tikal, en Guatemala, desprovistos de vegetación gracias al sistema Lidar, en la que se aprecian numerosas estructuras que habían permanecido ocultas durante cientos de años.
El láser que ha redescubierto el mundo

El láser que ha redescubierto el mundo

Una nueva tecnología está revolucionando la arqueología. Ahora se puede ver lo que ha permanecido oculto durante siglos

javier guillenea

Jueves, 8 de marzo 2018, 00:17

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En 2009, un avión Cessna 337 equipado con una tecnología láser utilizada hasta entonces en ámbitos como la geología, la sismología o la física de la atmósfera sobrevoló durante cuatro días la espesa selva del país centroamericano de Belice. La información que recopiló, equivalente a 25 años de recogida de datos por vías tradicionales, permitió desvelar los secretos ocultos por la vegetación de la ciudad maya de Caracol y abrió la puerta a una nueva era de la arqueología.

Desde entonces, los hallazgos han sido constantes y sorprendentes. En las selvas de Camboya han resucitado ciudades enteras que durante siglos habían permanecido en el olvido, se ha identificado una estructura circular alrededor de Stonehenge y en la Amazonia boliviana se han detectado estructuras piramidales, calzadas, diques y canales.

Solo hacía falta mirar con otros ojos, los de un láser que emite desde un avión pulsos de luz contra una superficie que los refleja. Al medir el tiempo que tarda en regresar esa luz a su origen se puede calcular la distancia a la que se encuentra un objeto y dibujar así un mapa en tres dimensiones de la zona. Da igual que el terreno que sobrevuele el avión sea una jungla impenetrable. La técnica, denominada Lidar, prescinde de la hojarasca y se fija en lo esencial, en lo que hay debajo, en lo oculto.

Los últimos descubrimientos han sido espectaculares. A principios de febrero, un equipo de arqueólogos que participan en un proyecto de la fundación guatemalteca Pacunam anunció la localización de más de 60.000 estructuras cerca de la de la antigua ciudad maya de Tikal, en Guatemala. Gracias a las imágenes tridimensionales generadas por el láser se identificaron palacios, tumbas, pequeñas chozas, canteras, complicados sistemas de irrigación y caminos anchos y elevados que conectaban a los agricultores con los campos y los mercados de las ciudades.

La comunidad científica aún no había cerrado sus asombrados ojos cuando, dos semanas después, se informó del hallazgo de Angamuco, una enorme ciudad al oeste de México que contó con 40.000 edificios. La urbe, donde entre los años 1.000 y 1.350 antes de Cristo vivieron alrededor de 100.000 miembros de la civilización purépacha, ocupaba 26 kilómetros cuadrados y, además de pirámides, contaba con templos, un sistema de calles, áreas de cultivo y zonas de baile. Quizá con una cierta exageración, el arqueólogo que realizó este anuncio, Chris Fisher, la comparó con Manhattan.

En realidad, la ciudad ya había sido descubierta en 2017, pero hasta ahora nadie imaginaba lo que se ocultaba bajo la jungla que había devorado sus restos. La técnica Lidar ha hecho posible el milagro, aunque no ha sido tan fácil como podría pensarse. Los primeros vuelos para tratar de hacer un mapa tridimensional del terreno comenzaron en 2011 en un área de 35 kilómetros cuadrados y ha habido que esperar seis años para hacer públicas las primeras conclusiones.

El problema es la gran cantidad de información que se recoge con el láser. Si hasta hace poco los árboles impedían ver la pirámide, ahora la jungla son los datos que es necesario analizar. Y eso lleva mucho tiempo. «Son millones de puntos que tienen que ser procesados informáticamente», explica Antonio Uriarte, arqueólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Hay que aprender a mirar con ojos diferentes los nuevos mapas de un mundo hasta ahora desconocido: el paisaje de un planeta desprovisto de vegetación que tiene algo de lunar.

Arriba, pirámide en la zona de la ciudad maya de Tikal. Debajo, a la izquierda, en ese mismo lugar se han encontrado más de 60.000 edificios de todo tipo y restos de una muralla de 14 kilómetros. Al lado, imágenes tomadas del yacimiento andaluz de Cástulo que han permitido encontrar un circo romano.
Imagen principal - Arriba, pirámide en la zona de la ciudad maya de Tikal. Debajo, a la izquierda, en ese mismo lugar se han encontrado más de 60.000 edificios de todo tipo y restos de una muralla de 14 kilómetros. Al lado, imágenes tomadas del yacimiento andaluz de Cástulo que han permitido encontrar un circo romano.
Imagen secundaria 1 - Arriba, pirámide en la zona de la ciudad maya de Tikal. Debajo, a la izquierda, en ese mismo lugar se han encontrado más de 60.000 edificios de todo tipo y restos de una muralla de 14 kilómetros. Al lado, imágenes tomadas del yacimiento andaluz de Cástulo que han permitido encontrar un circo romano.
Imagen secundaria 2 - Arriba, pirámide en la zona de la ciudad maya de Tikal. Debajo, a la izquierda, en ese mismo lugar se han encontrado más de 60.000 edificios de todo tipo y restos de una muralla de 14 kilómetros. Al lado, imágenes tomadas del yacimiento andaluz de Cástulo que han permitido encontrar un circo romano.

El láser no penetra bajo tierra. Se refleja en la superficie y no solo detecta estructuras ocultas por la vegetación, sino también variaciones muy sutiles en el relieve, como restos de edificaciones que yacen enterrados a escasa profundidad y que desde el exterior se perciben como leves ondulaciones del terreno. Es así como en abril de 2017 se detectó en la localidad andaluza de Linares la silueta de un circo romano de cuatrocientos metros de largo por cien de ancho. Meses antes se había localizado no muy lejos lo que parece ser un anfiteatro, el trazado de un acueducto y varias edificaciones. «Sin la técnica Lidar no los habríamos encontrado en la vida», dice Francisco Arias, coordinador del yacimiento arqueológico de Cástulo.

Para todos los públicos

Arias desborda entusiasmo ante una tecnología cada vez más extendida y que no hace más que dar alegrías a los investigadores. En 2009, el Instituto Geográfico Nacional comenzó cubrir con datos Lidar toda España y a poner a disposición pública y gratuita la información recopilada. Desde entonces, nada ha sido igual. «Ha revolucionado la arqueología, es una locura», sentencia Arias.

«El avance es importante, sobre todo en zonas boscosas», señala Antonio Uriarte. Es en las junglas de Sudamérica donde hay más posibilidades de que aviones o drones provistos de sensores láser localicen los restos de pasados que se creían perdidos para siempre, aunque en España no será para tanto. Aquí no quedan grandes ciudades por descubrir porque no hay bosques lo suficientemente espesos para ocultarlas, pero eso no significa que no existan misterios al alcance del láser.

«Lo que se está buscando son cosas dentro de la arqueología convencional», asegura Uriarte. Son hallazgos como los túmulos megalíticos prehistóricos y los cuarenta nuevos dólmenes identificados en Extremadura, un campamento romano militar en Mérida o las estructuras mineras y canales hidráulicos construidos también por los romanos en el valle leonés del Eria.

En un pastizal de la localidad leonesa de Villaquilambre se descubrió otro campamento; en Inglaterra se han identificado 17 kilómetros de calzadas romanas entre Richester y Lancaster; en Costa Rica han surgido a la luz estructuras precolombinas; en Honduras, una ciudad; y edificaciones en Machu Picchu. El láser está descubriendo de nuevo el mundo.

Los expertos comparan el Lidar con lo que el telescopio espacial Hubble supuso para la astronomía. El ingenio abrió nuevos horizontes y nos permitió vislumbrar zonas del universo nunca vistas hasta entonces. «Nosotros nos estamos planteando localizar el campamento de Escipión el Africano», revela Francisco Arias. «Es como mirar con otros ojos, casi como observar el pasado», describe.

Lídar, un sistema revolucionario

  • Cómo funciona El Lidar es un sistema basado en un dispositivo láser que emite desde el aire un haz de luz (pulsos) que atraviesa la vegetación y rebota en la superficie terrestre. Un sensor mide el tiempo que tardan los pulsos en reflejarse en los objetos situados sobre el terreno y volver. De esta manera se pueden obtener reconstrucciones tridimensionales de la zona.

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