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Juntos otra vez

María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.

Domingo, 29 de julio 2018, 23:37

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María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.

Loren Elliott - REUTERS
María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.
María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.

María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.

Loren Elliott - REUTERS
María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.
María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.

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María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.
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María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.

María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.

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María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.
María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.

María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.

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María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.

María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.

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María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.

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María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.
María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.

María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.

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María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.

Loren Elliott - REUTERS
María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.
María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.

María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.

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María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.
María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.

María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.

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María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.
María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.

María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.

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María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.
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María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.
María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.

María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.

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María Marroquín Perdomo cerró los ojos y abrazó a su hijo Abisai de 11 años, mientras cruzaban el río Grande en una balsa sobrecargada como una piscina para niños, con la esperanza de reencontrar a su padre en los Estados Unidos. Poco después una patrulla fronteriza los detuvo y su primera noche en la tierra prometida la pasaron en el piso de un centro de procesamiento en McAllen, Texas. Al día siguiente fue esposada y trasladada a un tribunal federal. Pero Abisai no estaba. Al igual que cientos de niños, había sido enviado a una instalación en un antiguo supermercado, bajo la política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la administración Trump. Un mes después, tras numerosos avatares, han conseguido reunirse con su padre en Nueva Orleans.
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