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Ni el fin de semana se puede salir de casa tranquilo. Tras la muerte del Papa llegó el apagón. Después el caos ferroviario. Luego tocaba ... elegir pontífice. Y ahora la caída de la sonda. Les supongo al tanto. De no ser así, siento chafarles el sábado. Pero es lo que hay. Una sonda soviética, lanzada el 31 de marzo de 1972, va a caer en la Tierra. Y de todos los momentos posibles, según dicen, será hoy. Alguien tuvo la ocurrencia de lanzarla hace 53 años. Su destino era Venus. Pero le falló el delco, o lo que sea que lleven esos trastos, se le quemó el motor y acabó vagando por el espacio. No fue muy lejos. Terminó dando vueltas a nuestra canica azul. Y ahora va a caer sobre ella.
Si ya cabrea, que sea en fin de semana es para condenarlos a la cárcel de por vida. Con la primavera que llevamos y ahora nos vienen con esto. Cómo estaremos de saturados que, con lo que nos gustan los peligros que amenazan a la Tierra, lo de la sonda ha pasado sin pena ni gloria. Me decía una compañera periodista que está harta de vivir días históricos. Ya ha tenido suficiente con cubrir una pandemia mundial, la erupción de un volcán, una Filomena, una DANA, un apagón general y la muerte de dos Papas, uno de ellos emérito. Y todo en cinco años. A lo que deberemos sumar las guerras habituales, las nuevas, la invasión de Ucrania y todo lo que conlleva vivir en un mundo que, por aquello de la globalización, cada vez parece más débil y pequeño.
Le encanta su trabajo y la frase lleva retranca. Lo digo por el tonto de turno que soltará aquello de que es una periodista y si no le gusta debería dejarlo. Error. Se trata de todo lo contrario. Que haya noticias así es bueno para su trabajo. Pero también es persona y madre. Y ambas cosas le hacen desear que nos toque un período carente de portadas históricas. Como aquellos veranos del ayer en los que a falta de noticias se hablaba de tiburones en Benidorm y OVNIS a la altura del Pagasarri. No es que no pasara nada. Sucedían cosas. Pero no nos llegaban. Ahora sí y así debe ser.
Pero, volviendo al tema de la globalización, raro es el día en que alguien no te hable de Trump, los robos de cobre, las fumatas blancas y el árbol genealógico del nuevo Papa antes de que te bebas el café. Y todo con la coletilla de que nos vamos a la mierda. Por eso entiendo a la compañera. Ya tenemos una edad. Pero un chaval de 10 años acumula experiencias extraordinarias como para llenar varias biografías. Prueba de ello es lo que le ha pasado a mi compañera con su hija. Estaba viendo la tele con ese mirar que te da igual que sea una película, el telediario o la teletienda, cuando salió de refilón, y en un programa de humor, la noticia de la sonda soviética. Comentaban que iba a caer este sábado. Miró a la niña, tiene 11 años, y no apreció un solo gesto de sorpresa.-¿Han dicho que caerá un aparato de esos en la tierra este fin de semana?- preguntó, buscando una reacción más que una sorpresa.-Si-contestó la niña, que seguía mirando la tele.-¿Y te da igual?-insistió la madre.
Entonces la niña, sin apartar los ojos de una pantalla que hacía tiempo no le interesaba, respondió-Preferiría que cayera el martes que tenemos examen-. Mi amiga dejó de preguntar. No por la contestación. Todos hemos sido niños y al ser cuestionados por el fin del mundo hemos pensado que, si tenía que llegar, mejor que fuera en lunes. Pero lo de esta niña era otra cosa. Callo emocional. A base de vivir momentos que jamás imaginamos a las nuevas generaciones ya no les extraña nada. En este caso no ha sufrido una guerra en primera persona. Pero en su década de vida lleva demasiados titulares propios de una película apocalíptica. Por eso lo de la sonda le parece una tontería más de esos adultos que creen que todos los días llegará el fin del mundo. Y lo peor de todo es que no se dan cuenta de que han sido precisamente ellos, la generación de su madre y las anteriores, las que han provocado ese caos.
Sea una pandemia, un apagón o la sonda que caerá hoy. Así que hagan como la hija de mi amiga. Disfruten del sábado y no se obsesionen mirando hacia arriba. Si tiene que pasar pasará. Pero que paren, al menos por un rato, los puñeteros días históricos. De momento, hablo por mi compañera y por mi, ya vamos bien servidos.
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