La cárcel de los tontos anónimos
Solo hay algo peor que cometer un delito y es no imaginar que te puedan pillar
«Ese está aquí por matar a un tipo, aquél por tráfico de drogas y yo por robar bancos. ¿Y tú por qué estás en ... la cárcel?», pregunta el preso veterano al novato que va a pasar su primera noche en la celda. «¿Yo? Por tonto», responde entre lágrimas y mocos. Y eso que no es caso aislado. Por eso urge crear una cárcel para gilipollas. La lengua castellana es muy rica en vocabulario y cuenta con palabras tan completas que no las mejora ningún eufemismo. Hay que ser muy lerdo, otro hermoso vocablo, para pensar que puedes decir barbaridades en las redes y que no va a pasar nada. Porque a veces pasa. El último ejemplo lo tenemos en el líder del grupo ultra de Mataró que alentaba a la cacería del inmigrante. Ha reconocido los hechos, pero se excusa en que fue un arrebato y, ojo al dato, que jamás imaginó tanta repercusión, ni que se tratara de un delito de odio. Ahora está llorando por las esquinas y justificándose a través de su abogado. La misma estampa del otro tonto que amenazó con matar a la familia de Morata.
Lo malo de creer que las redes sociales son el mundo real es que no prestas atención a lo que sucede más allá. Por eso el lerdo de Mataró no se enteró de la detención del lerdo de Málaga. A sus 19 años no imaginaba, el pobrecito, que escribir en X ''voy a matar a tu marido como lo vea por la calle. A los niños iguales, los voy a matar con mis propias manos'', iba a generarle tantos problemas. Para empezar con la RAE. Construyendo frases no es que sea Quevedo. Y después con la justicia. Ni Bustamante ha llorado tanto como ese tipo el día en que la policía llamó a su puerta. Algo intuía cuando, días antes, intentó poner una denuncia para hacer creer que le habían robado su cuenta personal. No coló y ahora puede enfrentarse a una multa gorda y una condena de cárcel. Algo que nunca imaginó. Lo que no deja de ser una estupidez supina.
Si internet es una ventana, quiere decir que si tú te puedes asomar a ella los demás también pueden hacerlo. Y te ven. Algo tan obvio parece que no cala entre cierta gente. Sobre todo en las nuevas generaciones. Pero también entre quienes peinan canas. Y me explico.
De vez en cuando recorro las redes y descubro que gente que hizo la mili comete el mismo error que un imberbe actual. Creer que poner un nombre falso en X, o en la cuenta que sea, te salva. Más allá de las órdenes judiciales, con un poco de ojo y seguimiento, cualquiera puede descubrir cosas sobre una persona que escribe con frecuencia en las redes sociales. Vas dejando pistas. Y, pocos meses después, se sabe lo que le gusta, lo que no, en qué trabaja, su vida sentimental y hasta, más o menos, dónde vive. Así de inocente es el usuario medio. Desconoce lo transparente que es. Como también se detecta a quien está a cuenta y sueldo de una marca, una empresa o un club de fútbol. Al principio son cuidadosos, pero luego se van relajando y confiando. Hasta que vas atando cabos y puedes escribir su biografía con muy poco margen de error. Y si a esa conclusión podemos llegar los simples observadores, imagine usted lo que hará la policía. Pero eso no impide que haya lerdos escribiendo cosas en las redes que pueden llevarte a la mismísima cárcel. Y quien dice redes, dice cámaras en nuestras calles.
Hay dos lerdos que, en diferentes lugares y momento, han pintarrajeado una exposición itinerante que conozco bien. Uno les dirá que es por una causa y el otro por otra. Pero son la misma. Creen que están por encima de la ley y, lo que nos lleva al tema de hoy, no se imaginan que les puedan pillar. Pero les han pillado. Se sabe quiénes son. Como también estoy seguro de que saben quién, o quiénes, fueron los lerdos que borraron a Nico del mural de Lutxana. Si no les han denunciado aún, como a los dos de la exposición itinerante, es porque son tan poca cosa que no merecen ni el esfuerzo de poner una denuncia. Hay asuntos más importantes y las prisiones están demasiado llenas. Por eso pido cárceles para tontos y penas alternativas. Por ejemplo un buen sopapo con la mano abierta. Pero con ganas. Dejando la marca de los dedos en los papos. Para que así recuerden que los tontos son como las moscas. Lo peor no es el daño que hacen, sino el coñazo que pegan.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión