Las incineraciones ganan terreno en las zonas rurales tras la pandemia
En los pueblos se han disparado casi un 45% y se acercan a las cifras que registra el Gran Bilbao, donde se alcanza ya el 75%
La crisis sanitaria ha afianzado la tendencia al alza de las cremaciones y ha recortado la diferencia de hábitos que separaba a ciudades y pueblos ... cuando se trataba de despedir a sus deudos. La cercanía con los vecinos, los abrazos en la iglesia, el funeral de cuerpo presente, la comitiva hasta el cementerio, la disponibilidad de suelo para enterrar... Son factores que hacían que las inhumaciones todavía fueran hasta hace un par de años una opción de peso en los núcleos pequeños. En las capitales de provincia los enterramientos apenas suponen el 40%, mientras que en los pueblos alcanzan el 60%. Sin embargo, al menos en Bizkaia, la revolución que ha generado en nuestros hábitos la pandemia también se ha trasladado a los modelos funerarios. Y la apuesta por la cremación es mucho mayor que la media estatal (los grandes grupos calculan que las incineraciones superan ya el 75%), mientras que la diferencia entre ciudades y pueblos se reduce a ojos vista.
Se trata de un proceso que ya estaba iniciado, aunque el Covid-19 «lo ha acelerado», señala Koldo Uribe, de la funeraria Uribe de Gernika. «En 2019 tenía un 55% de enterramientos y un 45% de incineraciones, y en 2020 y 2021 estamos en un 65% de cremaciones y un 35% de inhumaciones», detalla. El responsable de las instalaciones apunta varios motivos. El primero es la prisa. Pasadas 48 horas, salvo excepciones, el cuerpo no se puede conservar. De ahí que muchos prefirieran incinerar y, «más adelante», decidir si celebran o no una despedida.
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«La gente pensaba que era obligatorio cremar»
«Muchas personas se encuentran con que no pueden realizar ese funeral y piensan que, en cuanto sea posible, lo harán con la familia, los amigos... Y para eso necesitan conservar algo físico, en este caso las cenizas, para enterrarlas después acompañados, y no en solitario sin otra asistencia que la de los operarios del cementerio», explica José Antonio Fernández, director de Bilbao Zerbitzuak, sociedad municipal que gestiona los cementerios de Deusto y Vista Alegre, en Derio.
Además, cuando empezaron a celebrarse de nuevo despedidas con aforos reducidos tanto en iglesias como en tanatorios, muchas personas tenían miedo. Y apostaron por retrasar los sepelios para que «no hubiese aglomeraciones que pudieran suponer un foco de contagio», puntualiza Uribe.
La situación ha consolidado una opción, la de cremar, que se había disparado en los últimos cinco años. Esas dificultades para velar el cuerpo, o para despedirse como estamos acostumbrados, rodeados de gente, inclinaron la balanza hacia las incineraciones.
Era una tendencia al alza, pero las restricciones para celebrar funerales y el miedo la consolidaron
nuevos hábitos
«Más sencillo y barato»
En Durango, por ejemplo, muchos se decantaron por esa posibilidad porque, «la emergencia sanitaria trajo la prohibición de los funerales de cuerpo presente», indica Ignacio Basaguren, de la funeraria Basaguren. Antes de la crisis sanitaria, las cremaciones suponían en su empresa un 69%, y ahora están por encima del 71%, una subida de un 2% (a nivel nacional es de un 1%). Los tiempos han cambiado, además, con un salto generacional, y ahora, precisa, «la gente prefiere echar las cenizas al monte, o hacer un pequeño zulo en el caserío, enterrarlas, plantar un árbol y que sea un homenaje eterno».
Es, también, un proceso «más sencillo y más barato». Las tasas de inhumación en algunos municipios rondan los 1.000 euros, mientras que una cremación -depende de cada empresa- está en torno a los 600. Y las concesiones de las sepulturas caducan, por lo que «la gente se ve un tiempo después sin saber qué hacer con los restos de su familiar», así que «optan por incinerarlos de primeras» en lugar de una década después, cuando deben vaciar los nichos.
En el Gran Bilbao, sin embargo, las tasas apenas han variado. «Rozamos desde hace años el 80% de cremaciones, y seguimos igual», explica Maialen Uribelarrea, del Tanatorio Bizkaia. El Grupo Albia, que cuenta con cuatro empresas del sector en el entorno de la capital, sintió un «cierto aumento» durante la pandemia, aunque sin perder de vista que hay «una tendencia de fondo». Las inhumaciones apenas suponen el 24% de los servicios que prestan. Y Asistea, vinculada a más de una veintena de tanatorios y funerarias en el territorio, cifra los enterramientos el año pasado en apenas un 21%, tres puntos menos que en 2019.
En ese sentido, el director de Bilbao Zerbitzuak reconoce que «se estaba detectando un cambio en la relación desde 2015». En su caso han pasado del 55% de incineraciones en 2019 a un 65% en 2020. La cifra es más baja que la de las empresas porque, puntualiza, «todas las funerarias de Bilbao menos una tienen horno; lo que llega al cementerio es residual», pero da cuenta de que esta práctica «seguirá en auge».
La evolución
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Gran Bilbao
Tanatorio Bizkaia (Barakaldo): La tasa de cremaciones estaba ya antes de la pandemia próxima al 80%, y se mantiene en la misma línea.
Grupo Albia: La tasa de cremaciones es del 75,75% en el territorio, más alta que la media vasca (71,92%).
Grupo Asistea: Su marca vasca, Funeuskadi, registró el pasado año un importante repunte en las incineraciones (un 3%), que supusieron el 78,6% de los servicios.
Cementerio de Bilbao: Las incineraciones alcanzaron el pasado año el 66% frente al 55% de 2019. La tasa es menor porque todas las funerarias de la capital menos una tienen horno, así que el trabajo que tienen en el camposanto es «residual».
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Comarcas
Funeraria de Gernika: Desde que comenzó la pandemia las cremaciones se han disparado, pasando del 45% en 2019 al 65% en la actualidad.
Funeraria de Durango: Ha rebasado la barrera del 7, y se sitúa ya en el 71%, frente al 69% de hace dos años.
Media española: En los entornos rurales, las incineraciones no llegaron el pasado año, pese a haber subido un 1%, a la mitad. Se quedan en un 39,8%.
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