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SALVADOR ARROYO
Sábado, 15 de septiembre 2018, 02:51
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En el corazón de Europa, en Bruselas, hay mensajes que se repiten hasta la saciedad. Y uno de ellos ha tronado especialmente esta semana: «Tenemos que ser grandes en lo grande y pequeños en lo pequeño». Dicho de otro modo, los políticos y tecnócratas de la capital comunitaria han de descender a lo más básico, a los detalles, cuando los ciudadanos se lo requieren. Y la eliminación del actual sistema de cambio horario se pone como ejemplo. El presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Junker, lo abanderó en agosto, y ya tiene fecha: el 27 de octubre de 2019. Ese día, a las 3 de la mañana serán las 2 o seguirán siendo las 3, dependiendo de si el país en cuestión se pasa al horario de invierno o se queda con el de verano. Pero lo seguro es que, ese día, será el último en el que se maree a los ciudadanos con las agujas del reloj.
Se pone así fecha a una medida que pretende respetar el resultado de la consulta que la UE lanzó a través de Internet y que recibió 4,6 millones de respuestas (la mayor de su historia). El 84% se posicionó a favor de suprimir los cambios horarios. «Es algo que ya está trasnochado», se defendió ayer. La motivación siempre ha sido económica. Durante las dos grandes guerras mundiales se defendió su sentido para ahorrar carbón. Y durante la década de los 70, por la crisis del petróleo. «Pero muchos estudios confirman que hoy los ahorros energéticos son mínimos», reforzó el vicepresidente de la Comisión Maros Sefcovic. Varios estudios lo sitúan en una horquilla testimonial del 0,5% al 2,5%.
Así que el 31 de marzo, cuando adelantemos el reloj para ajustarnos al horario estival, será el último obligatorio para todos los europeos. Un mes más tarde, el 27 de abril, cada Estado miembro habrá tenido que comunicar oficialmente si va a quedarse ahí o si va a optar por el horario invernal para sus ciudadanos, lo que significaría que en octubre giraría la manecilla hacia atrás sesenta minutos por última vez.
Hasta ahí, lo concreto de una propuesta sobre la que en los próximos meses tendrán que pronunciarse el Parlamento Europeo y las capitales. La voluntad de acabar con los cambios parece clara y en el recorrido que le queda a la propuesta, se asegura, «van a despejarse muchas cuestiones». Las hay a mansalva: ¿Qué pasará entre Irlanda y su frontera norte con el 'Brexit'? ¿O en España, con apuestas distintas entre territorios sobre el horario más conveniente?, ¿Qué coste tendrá la readaptación de los dispositivos electrónicos (ordenadores, móviles, etcétera) que hoy se actualizan automáticamente?¿Cómo se adaptará la aviación, que se rige por un horario UTC(Tiempo Universal Coordinado)?»
Desde Bruselas se confía en la «voluntad de coordinación», la «lógica» y la buena vecindad. Los costes «no se han calibrado» y respecto a los aviones se argumenta que Turquía, China y Rusia tampoco tienen cambios horarios «y la aviación se ha ajustado sin problemas. Podrán volver a hacerlo una vez más».
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