El 80% de las excedencias para cuidados en Euskadi todavía corresponden a mujeres
Pese a que los hombres incrementan 11 puntos su aportación en una década, la atención a allegados en el hogar sigue muy feminizada
El 27,6% vascos consideran que solicitar una excedencia o reducción de jornada para cuidar de un ser querido afectaría a su trayectoria profesional. Pese ... a ello, 5.337 personas hicieron el pasado año un alto en su etapa laboral para atender a sus allegados. En un contexto de caída de natalidad y aumento de la esperanza de vida, marcado también porque las familias son cada vez más pequeñas, la necesidad de cuidar uno mismo a descendientes y progenitores va al alza. Las excedencias se han disparado un 55,7% en una década. Y, pese a que cada vez son más los hombres que las solicitan, cuatro de cada cinco todavía corresponden a mujeres.
La lectura es fácil. «La responsabilidad del cuidado sigue siendo abrumadoramente femenina», sostiene María Silvestre, catedrática de Sociología de la Universidad de Deusto. El peso de los varones que solicitaron el pasado año una excedencia ascendió al 17,69% del total de permisos, según los datos que maneja la Seguridad Social, frente al 6,36% de la década anterior. 756 correspondieron al cuidado de hijos (las de las mujeres fueron 3.901) y 188 a la atención a otros familiares dependientes (las de las mujeres, 492). Por eso, frente al incremento sostenido que se da año tras año en los permisos correspondientes a varones, la exdirectora de Emakunde hace la lectura a la inversa. «Los datos actuales lo que nos están diciendo es que el 82,31% de las excedencias las solicitan las mujeres».
La radiografía se reproduce en la ocupación laboral. El 7,9% de los varones vascos, según el Instituto Nacional de Estadística, trabaja a tiempo parcial. Es la tasa más alta de España (la media se sitúa en 6,6%). Pero las mujeres también lideran el ranking nacional y superan, con creces, al porcentaje de los hombres. Y es que el 25,9%, tenían el pasado año un contrato de menos horas. Esto no significa, ni mucho menos, que en todos los casos la jornada parcial esté vinculada a la crianza. Pero, en el caso de las mujeres, son más las que lo hacen por esa razón. La Encuesta de Población Activa refleja que, a nivel estatal -no hay datos por comunidad autónoma-, el 16,6% de las féminas que se encuentran en esa situación lo hacen para «el cuidado de niños o de adultos enfermos, incapacitados o mayores», frente al 3,8% de los varones. «La parcialidad está más relacionada con la precariedad. La mayoría de las mujeres que trabajan a tiempo parcial desearían tener empleos a tiempo completo», sostiene Silvestre.
Estamos, puntualiza Ana Irene del Valle, catedrática de Sociología de la Universidad del País Vasco, inmersos en «un cambio cultural que arrastra a todos» y en el que «las nuevas generaciones de hombres quieren participar en el cuidado de sus hijos». Ambas coinciden en que uno de los pilares que permite avanzar en materia de corresponsabilidad es «la legislación». «Ha avanzado mucho y se han consolidado algunos derechos, pero el tipo de empresa, tamaño y el sector al que pertenezca, determina bastante las facilidades para conciliar», señala Silvestre.
Las administraciones, en los últimos años, han desplegado un paquete de medidas para favorecer la conciliación. Según los datos que maneja el Departamento de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales, el pasado año se beneficiaron de ayudas del Gobierno vasco por excedencias o reducciones de jornada por cuidado de menores 13.150 personas, que percibieron 22,5 millones de euros. El 15% fueron hombres, frente al 9,3% de cinco años antes.
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Equiparación de permisos
La equiparación de los permisos de paternidad y maternidad en 16 semanas, para Del Valle, ha sido «muy importante». «Hace años los hombres tenían 15 días por el nacimiento de sus hijos y, en la medida en la que más tiempo estén en esos primeros meses, más vinculación tendrán con ellos y más voluntad de solicitar después otro tipo de medidas de conciliación», entiende.
Y, en ellas, influyen muchos factores. Uno importante es que, pese a que la realidad «no tiene nada que ver con la de hace 20 años, hay escenarios que favorecen más y otros menos». Entre los primeros están «el sector público y las cooperativas», los lugares en los que se perciben «menos perjuicios y más facilidades para conciliar». Entre los segundos, destaca «la restauración». También depende de las condiciones económicas de la familia, y de que, «en algunos entornos», todavía no se ha hecho «esa transición» y los varones «tienen más difícil pedir medidas de conciliación porque se entiende menos».
Aunque, en su opinión, un factor determinante es «la negociación» en el ámbito de la pareja. Y ahí ellos salen ganando. En la preparación de su tesis, la socióloga de la UPV/EHU analizó los «esquemas culturales» de dos generaciones diferentes y, en ambas, «los discursos de las mujeres se repetían». «El hogar nos absorbe, nos atrapa, está esa mentalidad de maternidad intensiva que permea más en nuestra vida, y ellos son más capaces de no ser abducidos». O, en palabras de Silvestre, «el rol de la buena madre sigue muy vinculado a una mayor presencia y una mayor responsabilidad».
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