La Unidad de Tráfico de la Ertzaintza cumple 40 años: «Nos tuvimos que inventar»
Los primeros agentes y una patrulla actual cuentan cómo era y es su día a día
Un 15 de febrero pero de 1983 salían a patrullar los primeros agentes de la Unidad de Tráfico, germen de la Ertzaintza. Tras casi un ... año de formación en la Academia de Arkaute, los flamantes ertzainas tomaban el relevo a la Guardia Civil en las carreteras vascas. «Nos tuvimos que inventar», dicen tres de esos precursores, ya jubilados, en una entrevista con este periódico. No tenían emisoras, ni tan siquiera boletines de denuncia –durante el primer mes no multaban, tan sólo advertían–, pero sí mucha ilusión. Fueron aprendiendo sobre la marcha, con la ayuda de los gruistas y los trabajadores de la autopista.
Entonces sólo había dos vías rápidas, la A-8, que moría en Cruces, y la AP-68. No era obligatorio el cinturón ni el casco en motos, el nivel de alcohol permitido en la conducción rondaba el coma etílico, 0,80, el equivalente hoy a 1,60, cuando la tasa considerada positiva es de 0,25. Cuatro décadas después, con una Policía autonómica ya integral, los coches y las carreteras han evolucionado y las cifras de siniestralidad y mortalidad se han contenido, aunque existen otros peligros, como el uso del teléfono móvil al volante. El próximo julio, la Unidad de Tráfico se va a enfrentar a uno de sus mayores retos, la salida del Tour desde Bilbao, un evento planetario que pondrá a prueba su madurez.
Julián, Jon y Joseba Agentes de la primera promoción
«El primer día de patrulla, la gente nos aplaudía»
Julián, Jon y Joseba, conocido como 'Cabrero', formaron parte de la primera promoción de 700 agentes de la Ertzaintza y fueron destinados a la recién creada Unidad de Tráfico, en Bizkaia y Álava. «Teníamos una pistola para compartir entre tres», recuerdan con humor. «Los primeros días no teníamos 'talkie' y el que nos dieron era como un subfusil de grande y sólo tenía dos frecuencias». «Llevábamos fotocopias de boletines de denuncia de la Guardia Civil para ir ensayando. No multábamos, eran advertencias. Hasta que, al cabo de un mes, nos imprimieron los nuestros, que tenían calco». En el maletero de los 'Renault 18' –«el mejor coche patrulla que hemos tenido»–, «llevábamos una escoba y un taller para reparar coches. Teníamos que limpiar los restos de los accidentes, poner cadenas y cambiar pinchazos». También se encargaban ellos de los cortachapas para liberar a personas atrapadas, algo que hoy corresponde a los Bomberos.
«El primer día tuve que pagar la autopista», rememora Jon con una sonrisa. Días después, «como no me entendía con el compañero de la emisora que estaba en base, me dijo 'llámame por baja'. Me costó saber a qué se refería y me acerqué hasta un bar en Miraballes para llamarle desde un teléfono público». Llevaban de uniforme un pantalón de tergal, una camisa de cuello mao y un jersey azul marino, además de un chambergo rojo para invierno con botines.
En Bizkaia, se dividían en cuatro destacamentos: Bilbao, Durango carretera y autopista y Areta. Su base estaba en la calle María Díaz de Haro y cubrían hasta Biriatou. Y en Álava, hasta Salvatierra. Julián recuerda que su primera multa fue por dar marcha atrás en plena autovía y la cuantía eran 2.000 pesetas. Lo peor era comunicar a las familias de los fallecidos en accidente la luctuosa noticia. «Tuve que decirle a una viuda que su hijo había muerto», se duele Jon. Y lo mejor, el recibimiento de la gente. «El primer día nos aplaudían en Mungia, Plentzia... Había muy buen rollo».
Carlos y Maricruz Patrulla de Transporte
«Casi nadie va ya sin cinturón, pero el móvil es una lacra»
Carlos, 'Charlie', y Mari Cruz, 'Guru', patrullan juntos desde hace siete años. Forman una patrulla fija de la Unidad de Tráfico de la Ertzaintza especializada en el transporte pesado. Se encargan de controlar el tacógrafo, esto es los tiempos de conducción y descanso del camionero, que tenga en orden el carné de materias peligrosas y a los autobuses de viajeros. «Paso más tiempo con él que con mi marido», sonríe 'Guru'. «Ya no hace falta ni hablar, con el lenguaje verbal nos entendemos».
'Charlie' se licenció en la 18 promoción, después de haber manejado ambulancias y camiones, y su compañera, en la 19. Han pasado la mayor parte de sus carreras en Tráfico probablemente por su vocación de servicio. «Cuando llegas a un 'tg' (como se conoce en clave a los accidentes) y encuentras tirado en el suelo a un motorista sangrando y te pide 'por favor, dime que tengo las dos piernas'. Y logras tranquilizarlo. Entonces, ha valido la pena. Eso no te lo pagan con dinero», confiesa ella. «Están fuera de sí, llorando, nerviosos y nos ven como a su ángel de la guarda. Tratas con gente normal que se encuentra en un apuro».
Además de poner multas, quizá la labor más conocida, los agentes de Tráfico atienden accidentes y vehículos averiados, controlan la velocidad con radares, retiran obstáculos de la calzada y vigilan la seguridad de las pruebas ciclistas, entre ellas, el Tour del próximo mes de julio. «Tenemos un problema de falta de relevo generacional. Se nos van los veteranos y los nuevos no quieren entrar por las penalidades del tiempo, el riesgo... Estaríamos encantados si fuéramos más. Necesitaríamos más motoristas fogueados en carreras», advierten.
'Guru' incide en la «falta de medios». «Ahora que han bajado la estatura. Si entra una compañera de 1,50 no podrá coger una moto que pesa 350 kilos, tendrás que adaptar los medios a los trabajadores, porque nosotros no podemos crecer». Augura para el futuro motos especiales para mujeres y advierte de que su principal herramienta como policía de tráfico «no es la fuerza física, sino la verborrea y el bolígrafo».
Es la unidad de la Ertzaintza con mayor número de agentes fallecidos o heridos graves en acto de servicio. «Hay un riesgo evidente. Lo primero que aprendes es a poner en práctica las enseñanzas de los de la Primera. 'Jamás pierdas de vista el tráfico'. Confías en tu cuerpo para ser capaz de saltar al otro lado de la bionda, como ya me ha ocurrido, porque los camiones te pasan limando. No piensas que no vas a volver a casa porque si no, no vendrías», asume 'Guru', madre de dos niños menores de 9 y 12 años. Son conscientes de que «la gente no nos ve. No ven la furgoneta ni a nosotros y eso que llevamos prendas de alta visibilidad y nos hartamos de hacer señales y de dar gritos».
Respecto a cómo ha evolucionado el tráfico, sostienen que «ya casi nadie va sin cinturón, especialmente la gente joven, pero el uso del móvil es una lacra». Y está demostrado que una llamada de más de un minuto, aunque sea con el manos libres, que está permitido, te desconecta del volante. «Los vehículos son cada vez más seguros y la educación vial va calando». Ambos ofrecen charlas en colegios. «Los niños ya corrigen a sus padres. 'Aita, hasta que no me abroche, no arranques', les dicen».
Aseguran que son «comprensivos, hermanitas de la Caridad» a la hora de denunciar. «Aunque alguien que bebe y lleva a sus hijos atrás, me puede contar lo que quiera, pero tiene otras alternativas, como un taxi o el transporte público antes que poner en peligro la vida de sus hijos, la del resto y la suya propia».
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