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Dibujo promocional de la película 'Hace un millón de años', con Raquel Welch y humanos luchando con dinosaurios. E. C.
Hombres en guerra con dinosaurios

Hombres en guerra con dinosaurios

Entre fantasmas ·

'La Gaceta del Norte' presentó en 1974 unas piedras grabadas halladas en Perú como el legado de una Humanidad extinguida, «el mayor descubrimiento de todos los tiempos»

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Martes, 10 de diciembre 2019, 01:25

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¿Convivieron nuestros antepasados con los dinosaurios? Un tercio de los españoles (30,5%) cree que sí, según la 'Séptima encuesta de percepción social de la ciencia y la tecnología' (2015). Para toda esa gente, las escenas de Raquel Welch corriendo en biquini de piel delante de monstruos prehistóricos en la película 'Hace un millón de años' (1966) son una recreación histórica. Es lo que debían de pensar también autores como Robert Charroux y Juan José Benítez, porque consideran que unos cantos rodados grabados, descubiertos en Perú a mediados de los años 60, prueban que hubo humanos que tuvieron sus más y sus menos con tiranosaurios, triceratops y demás familia, antes de que se extinguieran hace 66 millones de años.

'La Gaceta del Norte' era uno de los diarios más leídos de España cuando en octubre 1974 dio una «exclusiva mundial», el hallazgo en Perú de centenares de piedras grabadas con el mensaje de unos humanos de hace decenas de millones de años. «Hasta ahora han sido clasificadas unas 11.000 piedras en las que aparecen referencias a una portentosa sabiduría humana», aseguraba el periódico en su primera página. Se trataba de una biblioteca lítica de una Humanidad contemporánea de los dinosaurios, según Benítez, que había viajado al país para hablar con el dueño de ese tesoro, el médico limeño Javier Cabrera Darquea (1924-2001). Durante diez días, el periódico desgranó tan extraordinario hallazgo en una serie de reportajes que Benítez reunió posteriormente en su libro 'Existió otra Humanidad' (1975).

Un estegosaurio, en una de las piedras de Ica.
Un estegosaurio, en una de las piedras de Ica. Brattarb

Los lectores de 'La Gaceta' supieron antes que el resto de los españoles que en tiempos de los dinosaurios existió una civilización que disponía de máquinas voladoras, hacía trasplantes hasta de cerebro, cazaba dinosaurios y construía pirámides «para captar la energía electromagnética». Estas revelaciones compartieron la portada del periódico bilbaíno con noticias mundanas como una visita del presidente estadounidense Gerald Ford a México, revueltas en cárceles de Irlanda del Norte, el hallazgo de un avión desaparecido en Marruecos y la identificación de los etarras que habían cometido un atentado en Madrid. «Un equipo de científicos trabaja denodadamente por descifrar y dar a conocer al mundo entero lo que bien podría clasificarse como el mayor descubrimiento de todos los tiempos», afirmaba el diario. ¿Era realmente así?

La Humanidad gliptolítica

Javier Cabrera descubrió las piedras en 1966 después de que un amigo le regaló una que había comprado a unos huaqueros del desierto de Ica. Así se enteró de que los saqueadores de yacimientos llevaban años proporcionando cantos rodados grabados a dos hermanos que habían reunido una importante colección. Entró en contacto con los campesinos del poblado iqueño de Ocucaje, les empezó a comprar piedras y, poco después, descubrió que en algunas había dinosaurios y otros animales desaparecidos hace cientos de millones de años. «Lo asombroso de este hallazgo radica en que podía deducirse que el Hombre que grabó en la piedra la figura de esos animales había coexistido con ellos. Y esto entonces significaba que el Hombre tenía una antigüedad de 405 millones de años», afirma el médico en su libro 'El mensaje de las piedras grabadas de Ica' (1976). A los supuestos autores de los grabados, que en ocasiones interactuaban en las imágenes con los dinosaurios, los bautizó como la Humanidad gliptolítica.

Cualquier adulto medianamente educado sabía hace 50 años que 'Los Picapiedra' eran ficción, que el ser humano había empezado a caminar sobre la Tierra mucho después de la extinción de los dinosaurios. Pero también estaba de moda entonces el denominado realismo fantástico, género que había eclosionado con 'El retorno de los brujos' (1960), de Louis Pauwels y Jacques Bergier, según el cual vivimos en un planeta repleto de enigmas y verdades que intenta ocultar la malvada 'ciencia oficial'. En una Tierra con continentes desaparecidos, visitas extraterrestres en el pasado, humanos dotados de superpoderes, monstruos del más variado pelaje, un Tíbet repleto de misterios, monumentos de la Antigüedad que contienen claves secretas, conspiraciones y profecías como las de Nostradamus, los humanos gliptolíticos encontraron el ecosistema perfecto para prosperar.

Grabado de una operación de cerebro.
Grabado de una operación de cerebro. Brattarb

Por mucho que 'La Gaceta del Norte' lo vendiera como «exclusiva mundial», la historia de las piedras grabadas de Cabrera no era nueva. A la noticia falsa de que se trataba de «el mayor descubrimiento de todos los tiempos», había que sumar la también noticia falsa de la «exclusiva mundial». Porque, para cuando llegó Benítez a Lima, las piedras de Ica ya eran conocidas en Francia. Robert Charroux, uno de los escritores que se habían subido al carro de los dioses astronautas antes que Erich von Däniken, había hablado muy extensamente de ellas en su libro 'El enigma de los Andes' (1974). Para él, se trataba del legado de una civilización desaparecida. «De hecho, podría ocurrir que toda la historia del mundo y del Universo estuviera contada en glifos (cinceladuras) sobre las piedras dibujadas, cuyo simbolismo escapa al ojo no avisado», advertía Charroux. Según Cabrera, los humanos gliptolíticos habían venido de las Pléyades para crear a nuestros antepasados y se habían vuelto a casa hace 66 millones de años antes de que dos de las tres lunas que tenía en aquella época nuestro planeta chocaran contra él.

Armados con lanzas y cuchillos

Los hombres gliptolíticos habían mantenido una guerra a muerte con los dinosaurios. «Por eso en estas piedras, cuando aparecen escenas de 'caza' de dinosaurios, siempre se extienden las matanzas hasta las larvas de los monstruos antediluvianos. De esta forma, con la muerte del macho y de la hembra y la destrucción de los huevos y las larvas, conseguían un exterminio prácticamente completo. Rompían el ciclo biológico», explicaba el médico a Benítez. Según los cantos rodados, aquellos hombres lucharon contra los dinosaurios armados con lanzas y cuchillos, lo que no parece tecnológicamente muy propio de unos tipos que dominan el viaje interestelar. Aunque es un inconveniente menor porque, cuando se trata de hacer colar lo imposible, todo vale.

«Tal aparente incongruencia puede explicarse de varias formas; entre otras, la muy simple de que una cultura que evoluciona en lo técnico no ha de recorrer forzosamente el mismo camino que otra, en tanto que los descubrimientos más significativos suelen deberse a la casualidad. De igual manera, también podría estarse aludiendo a un deporte o a un rito, tan discrónico como pueda ser hoy matar toros con un estoque cuando se dispone de ametralladoras», decía en 1989 Fernando Jiménez del Oso, como Benítez, defensor de la autenticidad de las piedras. O, lo que es lo mismo, de que hubo humanos que convivieron con los dinosaurios.

Así anunciaba la ficticia exclusiva mundial 'La Gaceta' en octubre de 1974 .
Así anunciaba la ficticia exclusiva mundial 'La Gaceta' en octubre de 1974 . E.C.

El periodista navarro auguraba al final de 'Existió otra Humanidad' que algún día le sería «reconocido su gran mérito a Javier Cabrera Darquea. Quizá ocurra como con el gran geólogo alemán Wegener que, en 1921, tuvo la 'osadía' de anunciar en sus libros que los 'continentes se movían'». Más de 40 años después de que 'La Gaceta del Norte' presentara las piedras de Ica como un descubrimiento científico de primer orden, las rocas del médico de Lima siguen donde estaban, en el limbo de los fraudes arqueológicos. No es casual que muchas de las piezas de su colección trataran precisamente de medicina, su pasión profesional. A finales de los años 70 cualquiera que viajaba a Ica sabía cómo conseguir rocas grabadas del tema que le interesara. Bastaba con comentárselo a un vecino de Ocucaje para que, horas después, regresara con un bonito canto rodado sobre la materia en cuestión, a la venta por un módico precio.

Recuerdos para turistas

Basilio Uchuya, el principal proveedor de piedras de Cabrera, confesó en 1975 que llevaba diez años grabándolas y que los motivos los sacaba de revistas. El escéptico español Félix Ares viajó a Perú a finales de los años 70 y, a cambio de unas cuantas monedas, consiguió unas cuantas rocas grabadas. Tras la muerte de Cabrera, Uchuya llevó en 2002 a Benítez hasta el lugar secreto del desierto peruano donde presuntamente se encuentra el depósito de cantos rodados y, delante de cámaras de televisión, el divulgador pseudocientífico desenterró una roca grabada, que, por supuesto, el campesino había puesto allí antes. Sin embargo, Benítez creyó que se trataba de una auténtica obra de los humanos glipolíticos, no cupo en sí de gozo y lo convirtió en un momento cumbre de su serie de televisión 'Planeta encantado'.

Piedra con una escena de la guerra entre los humanos gliptolíticos y los dinosaurios.
Piedra con una escena de la guerra entre los humanos gliptolíticos y los dinosaurios. Brattarb

En 1977, Uchuya grabó una roca ante un equipo de la BBC con un taladro de dentista y reveló a los reporteros que había hechos cientos de piedras y que el color negruzo de la pátina lo conseguía con estiércol. Un análisis de un canto iqueño en el Instituto de Ciencias Geológicas de Londres concluyó que, aunque las rocas tenían millones de años, las incisiones eran recientes. Y, a principios de los años 90, dos exámenes realizados en España determinaron que en la ejecución de los grabados se habían empleado lijas, sierras y ácidos. Súmese a todo esto que nunca un arqueólogo ha encontrado nada similar en ningún yacimiento peruano, y la conclusión parece clara, ¿no?

Pero es que, además, no hay en las piedras de Ica nada desconocido para los humanos de la segunda mitad del siglo XX... y que sea real, claro. No aparece en ellas un dinosaurio que se haya descubierto después, y lo que se deduce del saber del hombre gliptolítico es en muchos casos simple y llanamente ridículo. Según aquellos humanos, los dinosaurios nacían como larvas para luego sufrir una especie de metamorfosis; existieron la Atlántida y Lemuria; nuestro planeta tuvo tres lunas que, según Cabrera, se desequilibraron por el aumento del magnetismo natural del planeta debido al consumo excesivo de la energía electromagnética que rodeaba la Tierra; «algunos vestigios» de las pirámides que construyeron quedan «en Egipto, América y Asia»...

Como dice el historiador estadounidense Kenneth Feder en su 'Encyclopedia of dubious archaeology: from Atlantis to the Walam Olum' (Enciclopedia de la arqueología dudosa: de la Atlántida al Walam Olum. 2010), «las piedras Ica no son el fraude arqueológico más sofisticado de los discutidos en este libro, pero ciertamente son el más absurdo». Y, me permito añadir, una «exclusiva mundial» que nunca pasó de ser una patraña en primera página.

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