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Una alumna atiende las explicaciones de la profesora en la academia Edison de Bilbao.
Las 'mates', el 'hueso' del verano

Las 'mates', el 'hueso' del verano

Desde que no hay exámenes en septiembre las academias vizcaínas han visto mermados los estudiantes en agosto. Pero todavía hay quien aprovecha para hincar codos en vacaciones

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Jueves, 17 de agosto 2017, 01:26

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Lo peor, dice, es «el madrugón». Eso, y que este año no hay vacaciones. Julen (Bilbao, 17 años) ha acabado justito la ESO, una advertencia de lo que le espera en Bachillerato. «Tengo que reforzar Matemáticas, Física, Química y Lengua, que son las asignaturas importantes el curso que viene», así que toca sacrificar el verano. Ya no hay exámenes de septiembre (en Euskadi) pero las academias no cierran en agosto. Julen acude tres horas, cinco días a la semana, «y el fin de semana, a estudiar en casa». No es el plan veraniego más atractivo para un chaval «porque estudiar con calor cuesta más».

Julen es uno de los treinta estudiantes que echan la mañana estos días en la academia Edison de Bilbao (también tienen dos centros en Barakaldo y Getxo), y viene a engordar las estadísticas de alumnos que han pasado por sus aulas: unos 31.000 desde 1981. Entonces sí había exámenes de septiembre y los veranos nunca bajaban de 150 alumnos, recuerda su director, Natxo Ortiz. Ahora tienen cinco veces menos. «Hay chavales que vienen a aprender dibujo técnico porque van a entrar en Bellas Artes o Ingeniería y no han dado esta asignatura en Bachiller, tenemos una chica de 16 años que ha sacado un 2 en Matemáticas este año y le ha pedido a su madre que le apunte dos horas al día a la academia para reforzar. Y también vienen alumnos de otras comunidades autónomas donde sí hay exámenes en septiembre que están con su familia pasando las vacaciones en Bizkaia y aprovechan para recuperar las asignaturas suspendidas».

«Matemáticas, Física, Euskera e Inglés son las asignaturas más demandadas. Antes también Latín pero como ya no es obligatoria más que en algún Bachillerato...»

Es el caso de Mario (Burgos, 14 años). Se le ha atragantado el penúltimo curso de la ESO y le han quedado Lengua, Sociales e Inglés. «Voy cinco días a la academia, dos horas y media, así que no me queda mucho tiempo para ir a la piscina...», lamenta (el tiempo se ha aliado con su 'causa' porque están siendo contadas las jornadas de sol en la costa vasca). A Luis le faltan horas «para ir a andar en bici» porque tiene las mañanas invertidas con el estudio. «Estoy preparando una prueba para hacer un grado superior de Formación Profesional en Málaga», cuenta este bilbaíno de 20 años, que en agosto refuerza Geografía y Economía.

No son esas, precisamente, las asignaturas más 'hueso': «Matemáticas, Física, Euskera e Inglés son las más demandadas», explica el director del centro, donde se imparten además de estas materias otras como Tecnología, Electrotenia, Historia del Arte, Francés, «alemán en función de la demanda...». «Antes venían muchos chavales a reforzar Latín en verano, pero hoy ha dejado de ser obligatoria salvo en el Bachillerato de Humanidades».

«Con los mayores de 14 es más fácil»

Pero la 'reina' sigue siendo 'Mate'. «Es lo que más me cuesta, lo he llevado muy mal el curso anterior», confiesa Eva, 17 años, de Galdakao, y a punto de empezar segundo de Bachillerato. Se le han acabado «las barbacoas» y las salidas nocturnas - «es que madrugando al día siguiente...»- y cada día, puntual, dedica dos horas a la academia, el tiempo estándar (hora y media cuesta 10,70 euros y dos horas, 14,15). «El alumno que más tiempo viene lo hace tres horas al día, mi recomendación es hora y media, que es un tiempo en el que se concentran bien, no se cansan y la clase resulta más eficaz». Especialmente con los alumnos adolescentes. «Con los menores de 14 es más difícil trabajar porque ellos identifican el verano con jugar y les cuesta más estudiar. A los mayores no tanto, vienen concienciados y se acuerda luego con los padres si les mandamos tarea para casa o no».

«Hora y media es el tiempo óptimo para una clase. El chaval no se cansa, mantiene la concentración y el aprendizaje es eficaz»

Aitor (Bilbao, 16 años) se ha librado de los deberes. En septiembre empezará segundo de Bachiller y le han apuntado hora y media a la academia (cuatro días a la semana) para estudiar inglés: «Es que se me da mal», dice. Pero Eva sí que añade a las dos horas en Edison «una todas las tardes para hacer deberes y repasar la materia», que además de las mates está provechando para darle un arreón también a Física y Química. El mismo plan de estudios veraniego tiene Lorena (Bilbao, 16 años), estudiante de Bachiller. Tiene que apretar y dedica tres horas al día a hincar codos. «Echo tanto de menos ir a la playa, jugar a la play... ¡Cualquier cosa menos estudiar!».

Y eso que los profesores tratan de que la academia no sea una prolongación del instituto, e intentan generar un ambiente más relajado. «Las clases son de cuatro o cinco alumnos y la profesora explica individualmente». Lo que no quita para que haya ratitos de relax. «No es el modelo de profesor de 'ordeno y mando', sino que se les gastan bromas a los alumnos, hay que romper el hielo un poco, animar al chaval de 13 años que llega a clase dormido el lunes por la mañana. Entonces el profesor le pregunta por esa fiesta a la que ha ido el fin de semana y el ambiente en el aula cambia».

No es que vayan muy voluntarios los chavales, pero ayuda. Ahí, el ejemplo de Gorka (Bilbao, 17 años). «A mí la academia no me está impidiendo disfrutar del verano, no hay nada que haya tenido que dejar de hacer». Solo 'arañar' un par de horas a la mañana para avanzar un poco con Matemáticas -«tengo extraordinaria en enero»- y Química e Inglés: «No he tenido muy buenas notas este año».

Habrá que esperar un poco para comprobar cuánto les ha cundido la academia de verano, pero Natxo Ortiz lo da por hecho. «El año pasado nos llamaron un par de familias para decirnos que sus chavales habían aprobado todo».

Y el que ha sacado buenas notas... ¿también tiene que estudiar?

La obligación del estudio no es tal durante el verano, pero el hábito conviene mantenerlo, defiende Jesús Ramírez Cabañas, psicólogo educativo. Y predica con el ejemplo, que atiende a esta entrevista en vacaciones. «Es interesante que los todos los chavales, y especialmente los que han tenido peores resultados a lo largo del curso, dediquen un rato diario al estudio porque los profesores se quejan luego de que los alumnos han olvidado lo aprendido». ¿Cuánto rato? En función de lo que digan las notas de junio. «Una hora al día puede ser más que suficiente en el caso de los buenos estudiantes, y un par de ellas el resto», propone el especialista, que no ve con buenos ojos la desaparición, en algunas comunidades como en Euskadi, de los exámenes de septiembre. «Han existido toda la vida y deberían continuar así salvo que se opte por el sistema de periodos vacacionales más cortos y repartidos a lo largo del curso», apunta señalando al ejemplo de Cantabria. Esto, asegura, beneficia al rendimiento del alumno, «aunque también hay que tener en cuenta la climatología del país, ya que es difícil atender las explicaciones en clase con mucho calor como ocurre en Andalucía o Extremadura. En Madrid, por ejemplo, se acortó el horario escolar durante los días de calor del mes de junio». Aquí, si es por el sofoco, no hay excusa para no hincar codos porque julio y el arranque de agosto están resultando meses más bien nublados en el País Vasco. «Es importante que los niños no pierdan el hábito del estudio porque luego cuesta mucho más retomarlo». La 'cuesta' de septiembre, vaya. «Los profesores suelen dedicar los primeros días del curso al repaso de materias más que a nuevos aprendizajes, así los alumnos tienen un tránsito más suave». Y en su mano está que sea todavía más liviano. «A los chavales que han repasado durante el verano, un ratito por la mañana después del desayuno y otro poco después de comer, les resulta más sencillo el arranque del curso escolar».

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