La economía de guerra es esto: combustible disparado, récord de la luz, empresas paradas…

Pues ya están aquí. La invasión de Ucrania es ante todo una catástrofe humana, pero también tiene derivadas que de manera directísima afectan a nuestras vidas en muchos ámbitos. Cuando el lehendakari Urkullu habló esta semana de «economía de guerra» no exageraba. La subida de combustibles lo condiciona todo, la falta de materias primas afecta a lo más vital como es la alimentación y las paradas en empresas amenazan el empleo y ya se huelen nuevos ERTE. Nadie se libra de los efectos de la guerra, y nadie sabe hasta dónde llegarán. De momento, esto es lo que hay.

7,6%es la subida interanual del IPC, la mayor desde 1986, tras escalar 1,5 puntos en febrero.

368euros es el precio medio del megavatio por hora en marzo. El pasado mes de diciembre había sido el mes más caro de la historia con 239.

60%del aceite de girasol que llega a España viene desde Ucrania.

La gasolina y el diésel han llegado a superar los dos euros el litro en un repunte histórico nunca visto. Y la senda alcista se espera que continúe las próximas semanas. Es cierto que estaba habiendo subidas desde el pasado mayo por la recuperación económica, pero la invasión de Ucrania ha hecho saltar todo por los aires. El motivo es que Rusia es el tercer productor de petróleo del mundo y el segundo exportador. Su papel en Europa es esencial porque es quien provee el 27% del crudo. Así que la cosa está enloquecida. Un ejemplo: el miércoles el Brent cerró a 111 dólares el barril, pero llegó a estar a 140. Esa variación de 30 en una jornada era lo que costaba el barril hace solo dos años.

Con el combustible en este plan, todo se encarece. De manera directa, el transporte. Es este un sector que lleva ya muchos años viviendo en la cuerda floja y que ahora recibe la puntilla. Tanto, que la Plataforma para la Defensa del Sector del Transporte ha convocado para mañana un paro indefinido. No es una asociación mayoritaria, pero sí mueve a la reflexión sobre lo mal que lo está pasando un colectivo capaz de paralizar un país. Hiru se sumará a la protesta «para que nadie trabaje por debajo de los costes».

El precio de la gasolina también está golpeando al sector pesquero. Tras muchas dudas, la flota vasca, compuesta por 183 embarcaciones, ha decidido seguir faenando al estar en plena costera del verdel y la anchoa. Pero puertos como los de Vigo, Celeiro, Barbate, Isla Cristina, Caleta de Vélez y Almería han parado. Cepesca, la principal asociación de empresarios del sector, ha advertido del riesgo de desabastecimiento de pescado ante un posible colapso.

El precio de la luz, por su parte, está muy vinculado al del gas. Y Rusia suministra el 40% del que llega a Europa. Al margen de que Putin cumpla con su amenaza de cerrar el grifo, el encarecimiento de la electricidad es algo que ya venía de largo. Las fluctuaciones son enloquecidas. En lo que va de marzo el precio medio del megavatio por hora en el mercado mayorista se sitúa en 368,66 euros, casi 130 más que el promedio de diciembre de 2021, el que hasta ahora era mes más caro de la historia con 239 de media. El precio medio de la electricidad ascenderá hoy un 0,75%, hasta situarse en los 247,89 euros.

La situación energética no sólo, ni fundamentalmente, afecta a las familias. También es un azote para las empresas y las paradas de plantas electrointensivas se multiplican en toda España. En Euskadi, esta semana han parado ArcelorMittal en Olaberria y la ACB de Sestao. Otras, como Sidenor, Nervacero o Aceros Olarra se lo están pensando. La consejera de Desarrollo Económico, Arantxa Tapia, ha avisado de que la comunidad autónoma está en «emergencia energética»

Los empresarios vascos , en concreto la patronal guipuzcoana Adegi, ya prevé nuevos ERTE provocados de manera directa por el conflicto en Ucrania y ha pedido reactivar estos mecanismos que han sido un salvavidas durante la pandemia. La patronal vizcaína, Cebek, también ha alertado sobre los «problemas de falta de suministros, altos costes energéticos y el parón en el consumo». Esto les está «provocando problemas de tesorería muy serios para poder afrontar diferentes pagos y compromisos financieros». Con este panorama, los sindicatos también han mostrado su temor a próximas regulaciones de empleo justo ahora, cuando en la hoja de ruta estaba prevista la recuperación tras la crisis pandémica.

La emergencia social no llega sólo por el flanco laboral, sino también, y de manera mucho más inmediata, por la escalada de los precios. Muy vinculado con todo lo anterior, especialmente con la subida de la energía, está el repunte del IPC: la inflación se ha disparado al 7,6%, la tasa más alta desde diciembre de 1986, y ya afecta a casi todos los elementos de la cesta de la compra. Eso, naturalmente, castiga más a quienes ya tenían problemas para llegar a fin de mes, con lo que las desigualdades crecen.

La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) alertó este viernes del «preocupante» encarecimiento de algo tan esencial como las frutas y las verduras. La alimentación, en general, ha subido un 5,6% en un año.

El escenario implica un avance hacia la conflictividad social porque los sindicatos reclaman subidas salariales que compensen el encarecimiento de la vida. Pero las empresas, impactadas por la situación general, alegan que no es el mejor momento para afrontar más gastos.

El 60% del aceite de girasol que se consume en España procede de Ucrania, y eso es un problema. Se ve muy bien, y de manera muy próxima, en el sector conservero vasco, que ya se ha puesto en alerta. Las empresas asentadas a lo largo de toda la costa, con especial importancia en Bermeo, Ondarroa, Berriatua y Markina, se juegan el 56% de su producción por la escasez de este producto. Cada compañía es diferente porque cada una cuenta con reservas particulares. Pero si la situación se prolonga durante tres semanas o un mes la situación será insostenible, según el sector. La alternativa sería acudir al aceite de oliva, pero eso también dispararía su precio.

Cuando el sector turístico se preparaba para resarcirse de la pandemia, llega la guerra en Ucrania y vuelve a pinchar. A nivel mundial distintos estudios apuntan a una caída del 20% de las reservas desde el inicio de la invasión, que en España se cuantifican en un 13%. El problema no es sólo la desconfianza que genera un conflicto bélico en la ciudadanía, sino el encarecimiento de los servicios, también turísticos, que los hace menos atractivos.

Ucrania es el gran productor europeo de cereales y, por ejemplo, el 22% del maíz que llega a España procede de ese país. La invasión ha supuesto un encarecimiento enorme de estos productos: un 80% más que hace un año, y un 25% más que en enero. El ministerio ha pedido a Bruselas que se flexibilicen los criterios para importar de otros países y, de forma excepcional, se amplíen las superficies de cultivo dentro de la UE. El encarecimiento afecta tanto a la producción de piensos (con lo que eso supone para la producción de carne) como a la de pan (panaderías vascas ya han anunciado que desde mañana subirán la barra entre cinco y diez céntimos).

Si se quiere aumentar la producción agrícola nacional hay que aumentar también el uso de fertilizantes, y aquí viene otro problema: la Asociación Nacional de Fabricantes de Fertilizantes (Anffe) ha recordado que Rusia es uno de los principales proveedores de estos productos a la Unión Europea, de manera que las medidas que se están adoptando en ambos lados a cuenta de la guerra en Ucrania «están provocando dificultades en el abastecimiento y un aumento extraordinario de los costes de producción».

Los efectos de la guerra se trasladan a los mercados. A mediados del pasado mes de febrero el Ibex 35 superaba los 8.700 puntos, tras haber perdido 400 desde noviembre de 2021. Con el estallido del conflicto se recrudeció un recorrido a la baja que tocó fondo el pasado lunes con 7.644. El viernes, sin embargo, terminó en 8.142 después de que animase las compras el mensaje de Putin de que había «cambios positivos» en las negociaciones con Ucrania. En cualquier caso, las pérdidas de las últimas semanas se han trasladado a productos de inversión y ahorro cuya rentabilidad está vinculada con el selectivo.