La desolación de una familia bilbaína en un pueblo de Palencia: «Hemos perdido la casa familiar en la que pasábamos los veranos»
Denuncian el sentimiento de abandono de los vecinos de San Pedro de Cansoles, azotado por las llamas
Todavía con el olor a humo en el ambiente, David Laso relata a EL CORREO cómo la casa familiar ha sido pasto de las llamas de los incendios de Castilla y León. Lo que era memoria viva de los veranos está ahora perdido entre las cenizas. Las raíces de este bilbaíno de 45 años tienen origen en la provincia de Palencia. Sus padres son originarios de San Pedro de Cansoles, una pedanía del municipio de Guardo en la frontera con León, que ha sido arrasada por el fuego iniciado en Canalejas y que ya ha quemado más de 6.000 hectáreas.
Laso y sus padres, Blas y Lourdes, se encontraban en una comida popular en Cerezal de la Guzpeña, a 20 kilómetros de San Pedro, cuando se desataron las llamas en Canalejas el sábado a las cuatro de la tarde. Desde allí veían la columna de humo y crecía la preocupación por si se acercaba al pueblo. A través de un vecino que es policía se enteraron de que estaban evacuando localidades de las inmediaciones, por lo que David y su padre se dirigieron a su vivienda. Pero solo pudieron estar 10 minutos antes de ser desalojados: «Coged lo imprescindible, algo de ropa y la documentación», les advirtieron. Fueron trasladados al polideportivo de Guardo.
El domingo por la mañana, Lourdes se dio cuenta de que necesitaba el cargador de sus audífonos. David volvió a San Pedro escoltado por una patrulla de la Guardia Civil y lo que vio a las diez de la mañana es que «no había absolutamente nadie», con las llamas a un kilómetro de distancia y acercándose. «Yo esperaba encontrar al menos una brigada forestal o un retén, pero no vimos más que un helicóptero en la lejanía».
«La sensación que predomina entre los vecinos del pueblo es que hemos sido dejados de lado. No sé si había recursos o no eran suficientes. Hay agentes de brigada que nos dicen que se podría haber salvado», comenta Laso sobre el sentimiento de «abandono». «Un vecino tenía una cuadrilla de 50 exmineros para hacer lo que fuera necesario para salvar las viviendas, pero no dejaron entrar a nadie». «De manera legal», porque, apostilla, luego les llegaron vídeos donde se veía cómo el fuego consumía las casas. De esa forma se enteraron a las once de la noche de que las llamas habían llegado a San Pedro. «Vi la casa destrozada e incendiada. La sensación que tenemos es la de que lo han dejado quemar y no han actuado hasta que estaba todo ardiendo».
Ahora David y sus padres están pendientes de poder iniciar la reconstrucción de la vivienda consumida por las llamas, ya que Blas y Lourdes acostumbran a estar allí la mitad del año, de mayo a octubre. «Más que una pérdida económica, es sentimental; allí pasábamos los veranos en familia todos los años. He estado con mis abuelos, con mis primos y ahora con mis hijos. Es la casa de siempre de mis padres hasta que marcharon a Bilbao», lamenta Laso. Quieren volver a levantar el inmueble y para ello piden que las administraciones cumplan su promesa y otorguen ayudas directas. Su único deseo es recuperar lo que era su vida antes del fuego.