¿Qué le pasa a Tinder? Los motivos que explican su falta de sintonía con los usuarios
La red social de citas está en un aprieto: gana menos, el CEO dimite... pero su verdadera crisis está en su público, hastiado del 'scroll' infinito, y con la Generación Z en las antípodas de lo que ofrece
Las acciones de la empresa propietaria de Tinder, Match Group, se han desplomado esta semana. Del martes al miércoles cayeron por encima del 8% en ... la Bolsa de Wall Street. Y aunque las fluctuaciones son normales, se han disparado las alarmas. Esta misma semana, se han publicado los datos de negocio referentes al año pasado y no son buenos. Nada buenos para los dueños de la app de citas más popular del mundo. Su beneficio neto ha sido de 550 millones de dólares, sí, pero es un 15% menos que el ejercicio anterior. Y ha rodado la primera cabeza: la de su CEO Bernard Kim. Además, antes, en verano, y con la previsión de que esto iba a suceder, ya se recortó un 6% de la plantilla de la compañía: 2.600 trabajadores acabaron en la calle.
La noticia así contada sería puramente económica, pero tiene una lectura más allá de los números. Lo que nos indica la Bolsa, además de sus problemas de cartera, es que el interés real por el sexo no es el que imaginamos. Vamos, que ya no vende tanto y empieza a pasar factura. «Hemos vivido en una sociedad hipersexualizada, muy sexocentrada y se ha reventado la burbuja», apunta la psicóloga Isa Duque.
Las cifras
550 millones
es el beneficio neto de Match Group en 2024, un 15% menos que el año anterior, que fue excepcionalmente bueno: casi duplicó sus beneficios de 2022.
499 euros
es el precio de la suscripción más cara de Tinder, aunque la media de gasto de quien se suscribe (tiene 9 millones de usuarios de pago) ronda los 50.
75 %
de los usuarios son hombres, lo que crea un desequilibrio para los heterosexuales. Genera frustración en ellos porque no hay suficientes perfiles femeninos y desinterés en ellas porque cualquier like recibe una respuesta.
Tinder sigue comiéndose mucha parte del pastel. De hecho, tiene la mayor cuota de mercado de todas las apps de citas que hay, con un 30%, y es la que más interesa a los jóvenes entre los 18 y los 34 años. Pero hay señales de desgaste en la relación. Entre ellos, porque la gente empieza a no soportar algunas cosas de su propia naturaleza.
Tienen unos 80 millones de usuarios, nueve de ellos pagan por alguna suscripción, y de media están unos 35 minutos al día buscando el 'match', según las estadísticas. Sin embargo, la realidad es que hay que echar mucho más tiempo para tener éxito. «Hacer 'match' es un auténtico trabajo de selección de personal. En minutos tienes que tomar centenares de decisiones», explica Alejandro García Alamán, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, e investigador que prepara una tesis sobre Tinder. Y la paciencia del usuario tiene un límite, sobre todo, porque se busca una recompensa rápida: si nos cuesta ligar por una app lo mismo que en un bar, mal asunto.
«Hemos vivido en una sociedad hipersexualizada, muy sexocentrada y se ha reventado la burbuja»
Isa Duque
Psicóloga
Las decisiones que toma el usuario, además, ya tienen un filtro previo, el algoritmo, «que genera un nicho elitista» proponiendo los perfiles más puntuados. ¿Y cuáles son? Pues los de mejores fotos, por ejemplo. Precisamente por eso, los perfiles acaban siendo cada vez «más esterotipados, con fotos muy estudiadas y textos casi todos iguales», continúa el docente. Se convierten en muy atractivos para el algoritmo, pero muy repetitivos para los usuarios, que acaban hastiados de ver siempre lo mismo.
Demasiada «cocaína conductual»
Y luego está el 'scroll' infinito. Aunque en un principio está hecho para enganchar al elevar la dopamina en nuestro cuerpo, la cantidad que segregamos no es suficiente para mantenernos el interés hasta obtener un resultado satisfactorio (que pocas veces llega). A lo que hay que sumar la mayor consciencia social sobre sus 'otros' efectos no tan amables: genera dependencia y aumenta la sobrecarga de información y la comparación social.
De hecho, su creador, Aza Raskin, ha renegado de él y lo ha rebautizado como «cocaína conductual». Y la Unión Europea se ha puesto manos a la obra para prohibirlo al aprobar un proyecto que investigue y examine esta y otras técnicas nocivas y desleales. Los 38 integrantes de la Comisión de Mercado Interior y Protección del Consumidor votaron a favor de él, síntoma de que tiene muchos detractores.
Hasta la propia generación Z, los nativos digitales, detestan el 'scroll' infinito por ese efecto en la salud mental, un asunto del que son auténticos abanderados: ellos lo han puesto sobre la mesa, han hecho que todos hablemos de él y que se desvanezca el tabú de confesar que se sufre algún tipo de trastorno, como la ansiedad o la depresión. Estas nuevas generaciones son, precisamente, el 'target' principal de Tinder, su público objetivo, aunque con los años -va a cumplir 12 años desde su lanzamiento- se haya visto un gran mercado en quienes ya pasan de los 40 (la Generación X).
Más intimidad, menos 'ghosting'
¿Y qué interés muestran los centennials en el sexo? Pues algo muy distinto a lo que vende esta app. Un estudio de la Universidad de California publicado hace ahora un año lo dejaba claro: están hartos de tanto sexo en todas partes. Dice Duque, autora del libro 'Acercarse a la Generación Z' y una de las voces más autorizadas para hablar de ella, que generalizar sobre este tramo de población «es complicado porque son la generación más diversa». Pero en cuestiones de sexo parece que van todos a una.
Aunque han sido capaces de separar sexo y amor con mucho más éxito que sus mayores, y de disfrutar del primero con bastante menos ataduras (y sí también menos cabeza porque cuatro de cada diez no usan condones), ahora apuestan más «por relaciones basadas en la intimidad, los buenos tratos y el apoyo», que no son precisamente lo que ofrece Tinder.
«Los centennials tratan ahora de hacer las cosas con más conciencia, disfrutando de verdad y fomentando la conexión con la persona»
Lucía Jiménez
Sexóloga de la firma de bienestar sexual Diversual
«Se están planteando el modelo relacional. Algunos reconocen que el parejocentrismo o la jerarquía relacional no van con ellos y no ponen la misma intencionalidad en el tiempo para con los colegas que en el tiempo para con la pareja o para conocer a una pareja», continúa la experta. También ha crecido el número de jóvenes que se declararan asexuales sin ningún tipo de complejo.
La sexóloga Lucía Jiménez coincide con esta lectura y da un paso más allá. «El uso de apps de citas como Tinder conlleva una sobreexposición social muy alta que se puede traducir en experiencias negativas: 'ghosting', exposición a perfiles narcisitas, 'catfishing' (perfiles estafa)...». Son malas experiencias que nadie quiere vivir y menos unos jóvenes que están aprendiendo a ponerse primeros en la ecuación.
Demasiados ansiolíticos
Al final, todo esto «acaban siendo microduelos» que «retraen el deseo sexual, que es algo muy complejo» y «deterioran la salud mental», prosigue Jiménez. Es la pescadilla que se muerde la cola porque problemas como la ansiedad o el estrés tienen efectos directos reduciendo el deseo sexual. Y cuando, además, se recibe un tratamiento con psicofármacos, la libido acaba por los suelos.
«Hacer 'match' es un auténtico trabajo de selección de personal. En minutos tienes que tomar centenares de decisiones»
Alejandro García Alamán
Investigador y profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC
En España, el consumo de ansiolíticos e hipnosedantes en jóvenes está en «máximos históricos», según los datos que maneja el Ministerio de Sanidad. Un 17,5% de los individuos entre 15 y 34 años los ha tomado alguna vez (con o sin receta), un 6,9% lo ha hecho en el último año y un 1,8% lo hace a diario. Con los consiguientes efectos sobre sus ganas de tener relaciones sexuales.
Así que con estos mimbres se hace el cesto del desencanto con Tinder que, pese a todo, sigue ganando mucho dinero. Lo que parece que no está logrando es hacer tantos 'matchs' como quisiera, pura ironía.
Una competencia voraz y más moderna
A Tinder y a su dueña, Match Group, también les pasa que cada vez tienen más competencia. Por lo que es lógico que la parte del pastel que se pueden comer sea cada vez más pequeña. Ahora mismo hay en el mercado 1.500 apps similares, como decíamos al principio de este reportaje. Todas ellas aprenden de los errores de la original y son capaces de adaptarse más rápido a los cambios sociológicos.
Las nuevas aplicaciones son voraces y más modernas, con atractivos para las nuevas generaciones a los que no podría llegar Tinder sin perder a parte de sus usuarios. De momento solo Bumble le gana en cuota de mercado en un caso en concreto: los usuarios de más de 35 años. ¿Por qué? Por su propia naturaleza: quien inicia la conversación en esta app son ellas para evitar el acoso. Así la concibió su creadora, Whitney Wolfe (exvicepresidenta de Tinder, por cierto) en 2014 y así se mantiene. Ellos solo pueden dar like, es decir, llamar a la puerta.
Otra aplicación que está plantando cara al modelo de Match Group es Happn. Su apuesta es unir a los usuarios en función de las ubicaciones en las que se ha cruzado. El 'scroll', por tanto, no es infinito. Y el objetivo «es que la gente vuelva a reunirse offline», explicó su fundadora, Karima Ben Abdelmalek, a 'Business Insider' el pasado agosto. Coincide con ese deseo de los jóvenes de «hacer las cosas con más conciencia, disfrutando de verdad, fomentando la conexión con la persona» que señala Lucía Jiménez, sexóloga de la firma de bienestar sexual Diversual.
Lista de espera de mil personas
El tercer rival que amenaza la hegemonía de Tinder en las apps de cita está todavía en pañales, pero apunta maneras. Se llama InPress y es una aplicación de citas y amigos basada en noticias. En noviembre se lanzó en la ciudad de Washington con muy buenos resultados y el viernes que viene, San Valentín, lo hará en Nueva York, donde tiene una lista de espera de más de mil personas.
«No queremos encasillarnos como una aplicación de citas tradicionales, francamente superficiales, que priorizan a las personas en función de lo bonito que es su perfil», señala su confundador Adam Harder en Quartz. Lo suyo va más por lo real: «Recompensamos la autenticiddad, la veracidad». Y además de poder encontrar pareja, los usuarios pueden simplemente encontrar amigos, sin necesidad de intercambio sexual de algún tipo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión