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Su vida giró alrededor del engaño. «Soy un mentiroso, un tramposo, un charlatán», advertía James Randi el principio de sus actuaciones. Escapista y ... mago, durante décadas maravilló al público liberándose de camisas de fuerza colgado por los pies, haciendo levitar a sus ayudantes, leyendo las mentes y replicando todo tipo de fenómenos paranormales. Hasta que se jubiló. Entonces, decidió dedicarse a desenmascarar a los charlatanes que dicen tener poderes sobrenaturales. «No hay nada mejor que un ladrón para atrapar a otro ladrón», decía El Asombroso Randi, que murió anteayer a los 92 años.
«Randi, Randi, Randi, Randi. Es increíble lo mucho que te echo de menos. No imagino que este sentimiento vaya a detenerse nunca. Randi», lamentó Penn Jillette, la mitad grande del dúo mágico Penn & Teller, en Twitter al enterarse de la noticia. «Lloro a James Randi, mago de clase mundial, némesis bienhumorada de doblacucharas, espiritistas y otros charlatanes: magos mediocres que pretenden ser algo más y explotan a los crédulos para ganarse la vida con sus falsos poderes», escribió el biólogo Richard Dawkins, con el que le unían la amistad y la admiración mutua.
James Randi nació bajo el nombre de Randall James Hamilton Zwinge en Toronto (Canadá) el 7 de agosto de 1928. El mayor de tres hijos de un ejecutivo de una compañía telefónica y dotado de una gran inteligencia, se educó en casa y sólo fue a la escuela para hacer exámenes. «No tuve ni tutores. Vivía entre el museo y la biblioteca pública de Toronto, siempre rodeado de libros y haciendo preguntas a gente mayor que yo. La escuela me aburría; me quedaba dormido en clase», recordaba durante una visita a Bilbao en mayo de 2012.
Un día vio en Toronto un espectáculo del ilusionista Harry Blackstone. Hizo «cosas maravillosas», rememora en la película biográfica 'An honest liar' (Un honesto mentiroso, 2014). Entre otras, flotar a una mujer. «¿Cómo conseguía un hombre algo así?», se preguntó el joven Randi. Cuando un grave accidente de bici le inmovilizó durante meses, se volcó en la lectura de libros de prestidigitación y con 17 años, poco antes de graduarse, dejó el instituto y se unió como mago a un grupo de feriantes.
Especializado en mentalismo –la simulación de fenómenos paranormales–, en los años 50 y 60 El Asombroso Randi era ya una estrella, un habitual de la televisión estadounidense. Entonces llegó Uri Geller. Cuando en 1973 el israelí fue de invitado al 'show' de Johnny Carson, este pidió consejo a Randi para evitar ser engañado. El mago le recomendó que, bajo ningún pretexto, dejara a Geller tocar ni los cubiertos que tenía que doblar, ni los relojes que debía arreglar, ni nada. Carson siguió las instrucciones al pie de la letra, y el 'dotado' no hizo ningún prodigio. «Fallé delante de 40 millones de personas», admitió después. «Uri Geller sólo sabe cuatro trucos de magia. ¡Cuatro trucos! Cualquier buen ilusionista conoce entre treinta y cuarenta que hace extraordinariamente bien. Geller, sólo cuatro y muy simples. ¡Cualquiera puede hacer lo que él hace!», sostenía Randi, capaz, como otros magos, de duplicar los superpoderes del israelí.
A partir de ese momento, desenmascaró en la tele a individuos que decían comunicarse con seres de otros mundos, mover objetos sin tocarlos, operar con la mente –sin bisturí ni dejar cicatriz– y curar enfermedades gracias al poder divino. En 1974, fundó con sus amigos Isaac Asimov, Carl Sagan, Martin Gardner, Ray Hyman y Paul Kurtz el Comité para la Investigación Científica de las Afirmaciones Paranormales, actual Comité para la Investigación Escéptica. Dedicada al análisis crítico de lo paranormal, la organización fue el germen de un movimiento mundial en el que hoy participan premios Nobel y científicos y divulgadores como la psicóloga Elizabeth Loftus, el matemático John Allen Paulos, el astrofísico Neil deGrasse Tyson, Richard Dawkins...
Le ofrecieron la presidencia del CSICOP. «La rechacé porque pensé que debía ocuparla un académico, y sugerí que eligiéramos a Paul Kurtz, un filósofo de renombre en Estados Unidos». «Soy un mentiroso profesional. Los ilusionistas, como los actores, mentimos para entretener», destacaba, como orgulloso portador del testigo de John Nevil Maskelyne, un mago que en el siglo XIX se dedicó a denunciar a los médiums, y de Harry Houdini, quien hizo lo propio en el XX. «He hecho lo mismo que Houdini y Maskelyne», decía en hace ocho años a este periódico. Desde la Fundación Educativa James Randi, ofreció entre 1996 y 2015 un millón de dólares a quien demostrara la existencia de poderes paranormales. Nadie lo consiguió.
Autodidacta y hombre del espectáculo, neurocientíficos y psicólogos tenían en alta estima sus opiniones y enseñanzas. Durante su visita a Bilbao, mantuvo una reunión de trabajo con el equipo especializado en psicología del engaño que dirige la catedrática Helena Matute en la Universidad de Deusto. Y, cuando en 1988 Jacques Benveniste propuso en 'Nature' que el agua puede recordar la presencia de una sustancia disuelta en ella después de que no exista ni una molécula de esa sustancia –lo que daría base científica a la homeopatía–, sir John Maddox, entonces director de la revista, le mandó al laboratorio del investigador francés para ver dónde radicaba el error. Randi descubrió fallos metodológicos y que, además, varios investigadores recibían dinero de una multinacional homeopática.
«Hemos perdido a uno de los grandes. James Randi fue un hombre asombroso, un mago maravilloso y un intelectual reflexivo que llevó la alegría de la investigación científica a millones de personas. Dejó el mundo mejor de lo que lo encontró. Le echaremos de menos», dijo ayer el divulgador científico Bill Nye.
James Randi recordaba con cariño su visita a Bilbao de 2012 y quiso volver años después, pero problemas de salud se lo impidieron. La charla que dio en la Universidad de Deusto, organizada por el Círculo Escéptico, fue un éxito de público, con lleno en la sala y 600 personas siguiéndola por 'streaming'. Y, tras la posterior cena de homenaje, se despidió uno a uno de las tres decenas de comensales, a pesar de que tenía que madrugar para coger un avión. «La comunidad escéptica de Bilbao fue increíblemente acogedora. Fue emocionante poder hacer una visita privada al Museo Guggenheim con Randi, ¡pero la mayor diversión fue la fantástica comida y bebida con nuestros anfitriones!», recuerda Justin Weinstein, el director de 'An honest liar', película que incluye imágenes de aquella visita a Bilbao.
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