Borrar
Lidia, 34 años, 'activa' a 'Bully', su pastor belga malinois, para que embista a un figurante con su bozal de impacto durante un entrenamiento. FOTOS: ÓSCAR CHAMORRO

A cara de perro contra el maltratador

60 mujeres maltratadas recuperan las riendas de sus vidas gracias a los 'pepos', los canes de protección que entrena y les dona Ángel Mariscal

Domingo, 27 de enero 2019, 08:59

Llorón' era el compinche de juegos perfecto. No le hacía sentirse inseguro, como los adultos, y su sola presencia tenía una rara cualidad pacificadora. Las trifulcas a su alrededor, de repente, se acababan. Pero un día que le incitó a ladrar, su amigo peludo le envió al hospital de un bocado. La confusión que le provocó aquel ataque le hizo más daño que la dentellada. En cuanto pudo, se formó como entrenador profesional de perros y como docente de guías caninos. Desde entonces, Ángel Mariscal (Madrid, 1972) ha ganado cuatro veces el campeonato de España y una el mundial de 'mondioring' -una exigente disciplina con canes basada en ejercicios de obediencia, agilidad y protección-, y ha abierto Security Dogs, una empresa especializada en capacitar perros de seguridad para grandes acontecimientos, detección de drogas o explosivos y protección personal. De su finca de Navalcarnero, a 37 kilómetros al suroeste de Madrid, salen los operativos que velan por mantener el orden en el Bernabéu los días de partido -incluido el que blindó el estadio con 56 ejemplares durante la Copa de Libertadores, hace seis semanas- y, también, un escuadrón de fieles guardianes que adiestra de forma desinteresada para la autoprotección de mujeres víctimas de violencia de género. No se trata de una fría labor de encargo, sino de un trabajo en red con psicólogos, trabajadores sociales, adiestradores, etólogos, figurantes y policías, todos voluntarios, que ha logrado sacar a 60 mujeres de toda España del inframundo al que les abocaron sus agresores y devolverles las riendas de sus vidas. Otras 25 están en el camino. Queremos verlo con nuestros propios ojos.

En corto

  • Proyecto piloto en Aragón con tres 'pepos' El Gobierno de esa comunidad autónoma es la primera institución pública española que ha dado luz verde al ensayo de un servicio de acompañamiento de perros para tres mujeres víctimas de violencia de género. El centro de Ángel Mariscal ha ganado el concurso para ocuparse del suministro y adiestramiento de los animales.

  • Transporte aéreo gratuito para los canes Air Europa ha firmado por segundo año un convenio con Security Dogs por el que sufraga el transporte aéreo de los 'pepos' y lleva a las usuarias del programa a precios reducidos.

  • Una investigación pone en valor el proyecto «En sólo seis meses de intervención asistida con perros, las mujeres reducen de manera significativa el daño psicológico provocado por la situación de violencia». Es una de las principales conclusiones del trabajo de fin de grado de un estudiante de Psicología del Centro Universitario Villanueva, adscrito a la Complutense de Madrid, titulado 'Eficacia del 'proyecto pepo' en adiestramiento canino para mujeres víctimas de violencia de género'. Lo acaba de presentar.

  • 984 son las mujeres asesinadas en España por sus parejas o exparejas desde que en 2003 se empezaron a contabilizar los crímenes machistas. A ocho de ellas les han arrebatado la vida en lo que va de 2019. En el año anterior, las víctimas mortales de esta lacra fueron 47.

Aún no ha amanecido en Madrid y el interior del coche de Paula está oscuro. El sexto sentido nos informa de una presencia inesperada a la altura de la nuca. Un hocico. Detrás, un pastor belga malinois. «Tranquila, Megara, es amiga», le certifica su dueña. El animal da media vuelta y desaparece en el maletero del coche. «No te has dado cuenta pero, en cuanto se te ha acercado, me ha mirado buscando que le dijera qué debía hacer. Es mi 'pepo' (perro de protección)», anuncia sonriente al tiempo que pone rumbo a Navalcarnero. La presentación del can lleva implícito el desnudo de su drama. Uno espeluznante. Paula es el nombre ficticio de esta mujer de 42 años que hace uno tuvo que seccionar de cuajo su vida por recomendación de la Mesa del Menor de la Comunidad de Madrid para abandonar su ciudad y ponerse a salvo en Barcelona. Ella y sus dos hijas adolescentes. Su exmarido tenía para todas. «En una visita en el punto de encuentro con ellas, le desgarró la mandíbula a la pequeña», cuenta mientras conduce con suavidad por la M-40. Regresaron hace seis meses y les instalaron en un piso social de un pueblo a las afueras de Madrid. Apenas media docena de personas conoce estos datos. Nadie más debe saberlo. Aunque se divorciaron hace una década, «el mes pasado me embargaron el sueldo porque me llegan sus multas de tráfico y su facturas de agua y de luz. Busca que le denuncie para así localizarme. Hasta que se muera, no va a parar. Lo sé», es capaz de decir serena.

«Llegan encogidas, no pueden mirarte a los ojos, y menos si eres un hombre. El perro las empodera»

Ángel Mariscal | Adiestrador y empresario

Ahora tiene a Megara y la agonía de vivir en estado de excepción ha remitido. «Antes de que la tuviéramos, regresaba de la calle con sangre en las palmas de hincarme las uñas al apretar los puños pensando en que me lo iba a encontrar. Cada noche, mi hija pequeña me hacía subir y bajar todas las persianas, comprobar que todas las ventanas estaban cerradas, mirar debajo de las camas y abrir todos los cajones porque 'papá' podía estar ahí. Durante años vivimos aterrorizadas».

Cuando su psicóloga le habló del 'proyecto pepo' y Mariscal puso en su mano la correa de Megara, «por primera vez, me sentí fuerte». «Cada vez que entrenábamos juntas, ella a protegerme y yo a manejarla, mi autoestima empezó a recuperarse. También mi físico. Ya no me duele todo el cuerpo, porque ya no vivo en permanente alerta. Ella es la que está atenta a todo a mi alrededor y la que me avisa de cualquier ruido o presencia extraña».

Paula accede por un camino sin asfaltar a una finca entre olivares y aparca. Es la sede de Security Dogs, el lugar donde le han proporcionado calma y un empleo. Entramos en un sencillo edificio de ladrillo. En el interior, en un aula a puerta cerrada, Mariscal imparte una clase a vigilantes de seguridad que quieren trabajar con perros. La ley les obliga a realizar un curso específico de 20 horas para ello. Asisten dieciséis hombres y mujeres. Entre ellos, media docena de víctimas de violencia de género 'infiltradas'. Su asistencia normalizada forma parte del 'proyecto pepo', como lo es también prepararse como adiestradoras caninas en un programa de 180 horas con alumnos convencionales. «Tienen que aprender a controlar a un perro, pero también tienen que regresar a la sociedad y relacionarse. Eso es parte de su recuperación. El Estado les pone talleres de poesía y de manualidades, y las mete en un gueto. Se las esconde, cuando se trata de que salgan y comprueben que tienen unas aptitudes que la violencia que ejercieron sobre ellas se las arrebató». Es el empresario que custodia el templo merengue y, a la vez, el hombre que conforta a las víctimas del machismo más salvaje para poner a su disposición sus conocimientos caninos y sus instalaciones, de manera totalmente filantrópica.

No sin mi perro. La navarra Silvia González, amenazada de muerte por su expareja, recoge firmas para que el Gobierno de su comunidad le permita el acceso a lugares públicos con 'Sugui', una perra entrenada para defenderla. Jesús M. Garzarón

«Soy como su cachorro»

Después de acoger a más de ochenta mujeres «destruidas» y en situaciones de «alto riesgo», sabe que cualquier proceso rehabilitador de estas características comienza siempre con el mismo desafío: «lograr que te miren a los ojos». «Llegan encogidas, no pueden levantar la mirada y menos sostenerla ante un hombre. Les ponemos un perro grande y fuerte a su lado, y lo consiguen enseguida. Primero te miran tres segundos, luego cinco... Más tarde han de ser capaces de hacerlo sin el animal». Superado ese primer paso, Mariscal adjudica un cachorro a cada «usuaria» y se cerciora de que ambos establezcan un «vínculo» que garantice su futura fusión en lo que llama un «binomio». A partir de ahí, alterna las clases de teoría con ejercicios dirigidos a «empoderarlas estimulando el instinto de protección de los perros». Todo lo consensúa con Pilar Rodríguez, una psicóloga especializada en violencia, volcada en el proyecto, que se ocupa de evaluar a las recién llegadas y de comprobar si son aptas para el programa.

Es hora de ir «a pista». Es decir, a una pradera a cielo abierto donde los vigilantes se ejercitan con sus perros de seguridad y ellas, con sus perros de protección. «No son lo mismo. Un perro de seguridad sale detrás del agresor. Un 'pepo' nunca me va a abandonar porque su función es quedarse y protegerme para que nadie me haga daño. Soy como su chachorro», explica bien aleccionada Tati, otra treintañera titular de una realidad estremecedora: vive a ochocientos metros de quien ha sido su agresor durante quince años, padre de sus dos hijos mayores. En su último cara a cara le juró que lloraría «lágrimas de sangre». «Todas las que estamos aquí podríamos trabajar para el FBI. Somos especialistas en rastrearlo todo», ironiza. «Yo vivía enclaustrada. Me daba pánico salir a la calle. Hasta para el pan llamaba a mi padre». Pero desde que Mariscal 'licenció' a su perra, 'Liven', hace poco más de un año, y se la llevó a casa, no ha dejado de superarse a sí misma. «Me he sacado el carné de conducir, el título de técnico sociosanitario y estoy a punto de examinarme para obtener el certificado de vigilante de seguridad. La estabilidad y la seguridad que me ha dado 'Liven' no me la puede dar nadie. Ni la Policía, ni la familia, ni mi pareja».

El bozal

  • De impacto Todos los 'pepos' lo llevan, además de un arnés. Fabricado en cuero, cubre todo el hocico del perro y le permite abrir la boca. Está diseñado para golpear al agresor.

El gesto cabizbajo de Alicia, una camarera de 25 años, la delata. Ha sido una de las últimas mujeres en llamar a la puerta de Mariscal. Lo hizo hace tres semanas con 'Roko', su propia perra, una presa canaria, después de que la Policía le retirara el agente que durante un mes custodió la puerta de su casa, día y noche, por si regresaba su exnovio con ganas de golpearla. La están probando para ver si puede ascender de mascota a 'pepo'. Hace progresos. Ante la señal del adiestrador, que se aproxima a ella amenazante, su dueña le lanza la orden: «¡'Roko', cuídame!». El can se pega a sus piernas y gruñe intimidante. El entrenador se acerca aún más. «¡'Roko', cuídame!», le exige de nuevo la joven. El animal gira alrededor de Alicia mientras enseña todos sus dientes al supuesto agresor. «Bien hecho», aprueba Mariscal. Alicia abraza al animal. «Ahora me da un poco menos de miedo volver a casa... Antes solo tenía un cuchillo de mesa para defenderme».

Se incorpora Lidia, 34 años. Vive con su familia en otro pueblo de la comunidad de Madrid, cerca del pozo al que su ex le ha prometido tirarla para que salga «en las noticias». Deja en el coche la «petaca» (la pulsera telemática que le conecta a la de su agresor y que le informa de si ha rebasado la zona de exclusión). En su lugar saca a 'Bully', otro pastor belga malinois. Lleva las orejas plegadas hacia atrás y la cola entre las patas. Parece apocado. «Está en modo 'off'. Verás cómo se activa en cuanto le ponga el arnés y el bozal. Es su buzo de trabajo», anuncia su dueña. Mariscal se enfunda de nuevo el traje de maltratador, endurece su gesto y camina con decisión hacia ellas. «¡Acelera!», le pide a la joven. Es la señal para que suelte la correa que sujeta con la mano izquierda, coja al perro del arnés y avance un paso con esa pierna mientras se protege con la mano derecha en alto de una posible agresión. De forma automática, el perro embiste al adiestrador con su bozal de impacto, diseñado en cuero rígido por el propio Mariscal para golpear con «contundencia y proporcionalidad».

Tres «activadores» del perro

«Trabajamos sobre una cosa novedosa, que es el control de la protección», explica el criador. «Una vez que aflora ese instinto en el perro, la usuaria es quien le dice cuándo quiere que la proteja y cuándo no; el perro no decide en ningún caso quién es un agresor potencial o quién no. En caso afirmativo, se lo comunica con tres acciones: una, verbal ('cuídame', 'protégeme' o la orden que se haya entrenado); otra, mecánica, al agarrar el arnés. La tercera se desencadena cuando el perro detecta que ella se ha quedado bloqueada, incapaz de moverse o hablar, algo que ocurre con frecuencia a las personas que han sufrido un estrés postraumático», detalla el adiestrador. «Estos ejercicios, recreando situaciones negativas, resultan tremendamente terapeúticos para ellas, porque aprenden a marcar los límites y a tomar el control de la situación».

La psicóloga lo refrenda. «Los efectos asombrosos que ejercen sobre estas mujeres los 'pepos' no solo se derivan de su capacidad para protegerlas, sino también del cariño que les brindan y de las obligaciones que les imponen, y que pasan por sacarles de su aislamiento. Vienen a un lugar en el que no se les juzga y en el que reciben apoyo de todo tipo. Incluso hay policías que se acercan una o dos veces al mes para enseñarles nociones de defensa personal. Se actúa desde muchos flancos, por eso funciona», enfatiza Rodríguez.

Cada vez que tiene la ocasión, ya sea en una charla ante trabajadores sociales en La Casa Encendida de Madrid o en una conferencia TEDx, Mariscal promociona el «recurso» de los perros en la recuperación de mujeres maltratadas y en su protección. Hoy lo hace ante los responsables del Instituto de la Mujer de la Comunidad de Madrid que visitan su finca, a quienes va a pedir que «empujen» el desarrollo normativo para el reconocimiento del derecho de acompañamiento de estos 'pepos' a las mujeres víctimas de la violencia machista. Esto es, que la ley equipare estos perros a los lazarillos, utilizados por las personas invidentes, de manera que no se les vete el acceso a lugares públicos. «A menudo, de ellos depende la vida de estas mujeres», enfatiza Mariscal. La pregunta sobrevuela en algunos coletivos:

- ¿Estos perros escolta no entrañan ningún riesgo para el resto de las personas?

- El riesgo cero no existe pero le aseguro que es infinitamente inferior en un 'pepo' que en cualquier otro perro que va de la correa por la calle. En este país, prácticamenta ninguno de ellos pasa por un curso de adiestramiento hasta que da algún problema.

Paula y 'Megara' nos esperan para llevarnos de regreso. Resulta irreprimible no preguntarse cómo este empresario, premiado por el Ayuntamiento de Alcobendas con el galardón Hombres por la Igualdad hace dos Ocho de Marzo, se explica el porqué de tanta violencia machista. «Se ha naturalizado algo que no es natural: que el hombre está por encima de la mujer. Pero eso lo podemos revertir», sonríe.

  1. Silvia González | Víctima de violencia de género

    «Dejar a 'Sugui' fuera de un local es dejar mi vida»

En la farmacia del barrio se solidarizan con Silvia y le permiten el acceso con su perro escolta, pero en la mayoría de establecimientos públicos impiden la entrada de la perra. Jesús M. Garzarón

No basta con tener dos hijos «maravillosos», una pequeña empresa que marcha y un marido «amoroso e incondicional» para superar los desgarros morales y psicológicos que generan dieciocho años de palizas, humillaciones y violaciones sistemáticas a manos de una pareja, su primer novio y padre de sus dos hijos. «Sin 'Sugui' no puedo salir sola a la calle. Aunque vaya acompañada de alguno de mis hijos, entrar a un supermercado o a un centro comercial me pone muy nerviosa. Hay mucha gente, no puedo controlar a todas las personas, creo que va a aparecer entre la multitud y entro en pánico. A menudo las palizas me las daba en sitios públicos. No había detonantes. Una vez, en medio de una autopista, me bajó del coche, me quitó la ropa, me ató con dos bridas y me reventó una botella de cerveza en la cabeza. Entretanto, la niña, que entonces solo tenía dos añitos, iba sola caminando por la carretera... Nadie nos ayudó. He estado tan hundida y lo he pasado tan mal que ahora que tengo a 'Sugui' y me da fuerza para salir adelante, no puedo comprender que me pongan trabas».

Con la legislación actual, la libertad de Silvia cabe en muy pocos metros cuadrados. Los de su oficina de trabajo, los de la farmacia de su barrio y el centro comercial, donde saben de su delicada situación y le permiten acceder con su perra guardiana, y los de su casa, de la que está a punto de emprender la enésima mudanza para borrar todas sus pistas. Su verdugo, ahora encarcelado tras quebrantar la orden de alejamiento y romper hasta en catorce ocasiones la pulsera telemática que avisa cada vez que se aproxima a menos de quinientos metros de ella, se las arregla para llamarla desde prisión para inyectarle nuevas dosis de insultos, amenazas y terror.

«Yo no puedo subirme a un autobús, quedar con mis amigas a tomar algo en una cafetería, cenar con mi pareja en un restaurante o irme de compras con mi hija en un centro comercial», se lamenta. Y le urge que le den pista libre. «Hace apenas un año le trasladaron de una prisión de Cataluña a la de Pamplona. Ahora lo tengo al lado. Estaba previsto que saliera el pasado 8 de enero y estaba aterrorizada. Mi abogada me ha informado de que la nueva fecha para que salga a la calle es el 11 de octubre de 2020. Pero puede salir de permiso en cualquier momento. La última vez que le vi detrás de un biombo, en un juicio, era el mismísimo Hulk. Así no puedo seguir. Si salgo y dejo a 'Sugui' fuera de un local, dejo mi vida».

220.000 firmas recogidas

Silvia ha emprendido una recogida de firmas en la plataforma change.org -lleva más de 220.000- para pedirle al Parlamento de Navarra que considera a su pastor alemán como a un perro de asistencia o terapéutico. «Con la normativa actual, si 'Sugui' tuviera que defenderme de una agresión, podrían incluso denunciarme a mí. Necesito poder ir con ella a todos los sitios. No entiendo por qué no me dejan. Todos miran para otro lado y sé que cuando salga va a venir a por mí. Y cuando eso ocurra quiero defenderme», dice.

Por ahora, su reclamación ha caído en saco roto. A finales del año pasado, el Parlamento navarro convocó una sesión de trabajo en la que Silvia intervino para abordar la posibilidad de realizar la modificación legislativa necesaria para permitir el uso de perros de protección por parte de víctimas de violencia de género en la comunidad foral. Pero la propuesta elaborada por el grupo Podemos-Ahal Dugu Orain Bai no recibió el apoyo suficiente para llevarlo a la Cámara. Aun así, Silvia no desiste. «Es mi vida lo que está en juego».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo A cara de perro contra el maltratador

A cara de perro contra el maltratador