La canción de amor que ha desvelado la pasión que Rockefeller ocultó durante décadas
La periodista Megan Marshack, fallecida hace dos semanas, ha incluido en su obituario versos del tema 'What I Did For Love', que dicen «no me arrepiento de lo que hice por amor»
Las canciones, que sirven para tantas cosas, también son útiles para confirmar, de la manera más elegante, historias de amor que se han mantenido ocultas ... durante décadas. Esas que a veces se quieren gritar a los cuatro vientos, pero que se quedan agazapadas en el corazoncito de los protagonistas porque, por muchas razones -en realidad, por las de siempre: la esposa que vive en la inopia, el marido que no se entera, los hijos, las apariencias-, no pueden volar de boca en boca ni coger altura a ojos del mundo. La última canción que ha tenido esta misión de lanzar a los cuatro vientos lo que muchos consideraban un secreto a voces ha sido 'What I Did for Love' ('Lo que hice por amor'), del musical 'A Chorus Line'.
«No puedo arrepentirme de lo que hice por amor», dice uno de los versos que la periodista Megan Marshack ha incluido al final de su obituario, escrito por ella misma y publicado en la web de su funeraria tras su fallecimiento hace dos semanas. Tenía 70 años y una larga experiencia en dar la callada por respuesta cuando le preguntaban, una y otra vez y durante décadas, sobre algo que le pasó a los 25 años y que la ha perseguido toda la vida: su supuesta -ahora ya no tan supuesta- aventura con el que era entonces su jefe, el político y magnate Nelson Rockefeller, que cuando estaba con ella una noche de enero de 1979.
El inequívoco título de la canción incluida en el obituario ha vuelto a poner el foco en este romance nunca admitido entre un casi septuagenario Nelson Rockefeller -exvicepresidente de Estados Unidos y gobernador de Nueva York durante cuatro mandatos- y Megan, una joven periodista veinteañera, que le encandiló cuando trabajaba para la radio de la agencia Associated Press. ¿Cómo consiguió que el todopoderoso Nelson se fijase en ella? Con una genialidad: descubrió antes de hacerle una entrevista que le enloquecían las galletas Oreo y le compró una caja, la vació, envolvió primorosamente las galletas una por una y después le regaló el 'tesorito'. «Supongo que nadie se olvida de alguien así», desvelaba una persona cercana al magnate. Este gesto aparentemente tontuno es en realidad una jugada maestra. ¿Cómo agasajar a un hombre que lo tiene todo? Pues interesándose por sus gustos y tomándose molestias para hacerle un poquito feliz. Y que se note que has puesto interés y tiempo en él. Así somos los humanos, hasta los ricos.
Blanco de bromas
Y claro, Nelson, fascinado, se la llevó a su equipo en cuanto pudo. También hay que decir que las Oreo hicieron su magia, pero que Megan no estaba nada mal y era una chica con mucho tirón: rubia, alta, muy ambiciosa, lanzada, divertida, arrolladora, mal mirada por algunas mujeres por ser tan explosiva «y hasta algo infantil a veces», según algunos de sus compañeros de trabajo. Y Rockefeller... un hombre muy rico y muy solo y muy casado. ¿Qué lugar podía ocupar Megan en ese escenario? Se convirtió poco a poco en la mano derecha del magnate, en su secretaria personal, en su asesora, su confidente, en la directora de su colección de arte, en la persona que le escribía las cartas más personales y comprometidas que él luego se limitaba a firmar y en otras cosas que ya quedan dentro de los límites de la alcoba...
Y así fue la periodista ganando peso en su vida durante casi cuatro años, hasta la muerte de Rockefeller, en la que también tuvo un papel relevante, muy a su pesar. Nelson falleció de un ataque cardiaco una noche de enero de 1979 cuando estaba en compañía de Megan (la muerte es a veces muy inoportuna y puñetera con los amantes que intentan ser discretos, sí). Se dijo que se encontraba en la sede de los Rockefeller en Manhattan con un empleado, luego que en su apartamento con su chófer... Pero al final las investigaciones apretaron y enseguida se dijo lo que se había intentado ocultar: que fue Megan con quien compartió sus últimas horas.
El exvicepresidente no era una persona cualquiera, así que enseguida surgieron investigaciones, rumores... Tanto, que nunca se llegó aclarar del todo si transcurrió más de una hora desde que Nelson se sintió indispuesto hasta la llamada a emergencias (supuestamente realizada por Megan), si realmente la joven y él estaban a solas en ese momento o si la periodista se lo encontró ya moribundo. Ella nunca quiso aclarar nada. Pero la prensa la acribilló a preguntas y los programas de humor por excelencia -el de Johnny Carson, 'Saturday Night Live'....- se ensañaron con ella sin compasión. Señor rico y mayor, chica joven, cuernos, infarto, muerte (¿en el fragor del acto sexual). Era una buena historia, qué diablos. Y la explotaron.
¿Pacto de silencio?
Pero Megan... callada siempre. Y la familia Rockefeller, también. Los hijos de Nelson hasta llegaron a decir públicamente un mes después de su muerte que estaban «satisfechos» de la asistencia que había recibido su padre en sus últimos momentos de vida, en un intento (infructuoso) de zanjar especulaciones. Aunque lamentaron algunos «errores» en las informaciones. No les gustó, por ejemplo, que se supiera que en el testamento de su padre se explicitaba que 45.000 dólares que habían sido prestados para que Megan comprase un apartamento no debían ser devueltos... Pero los allegados salieron del paso diciendo que este era un gesto que Rockefeller tenía a veces con los empleados.
¿Qué fue de la vida de Megan Marshack después de la muerte de Nelson Rockefeller, un hombre que ella definió públicamente como «el más atento del mundo y el mejor jefe»? Ella siguió con la boca cerrada. No habló de su relación mientras su amante estaba vivo ni lo hizo después de su muerte. ¿Una lealtad inquebrantable por su parte? Los más románticos piensan que sí, pero también se dice que pudo haber existido un pacto con dinero de por medio entre la chica y la familia Rockefeller para que ella nunca hablase. El caso es que Megan siguió su camino y se centró en su profesión: trabajó en la CBS News y en medios locales. Pasaron los años, las décadas, tuvo otras parejas, otros amores, un marido..., una vida, vaya. Pero ese episodio la sobrevoló siempre. Pero, si hay algo más difícil que mantener un amor grande en secreto, es que una periodista se lleve a la tumba una verdad enorme y deje con ello sin satisfacer la curiosidad de la gente. Por eso, Megan Marshack ha arreglado ese 'asuntillo' con una canción, porque hay cosas que igual no se pueden decir, pero sí se pueden cantar..., como ese 'lo que hice por amor'.
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