Borrar

Las cabras de los Gobut

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Domingo, 15 de julio 2018, 23:55

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Osman Orsal - REUTERS
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»
Cuando el verano llega al sur de Turquía, las cabras se inquietan y la familia Gobut (sus ocho miembros son los protagonistas de las fotografías) se embarca en el largo viaje anual al norte con su rebaño de 1.000 cabras. En el camino, plantan tiendas de campaña y por la noche, junto a una fogata, uno de ellos duerme al raso con cuatro perros pastores para protegerse de los lobos, a los que llaman monstruos. Su vida son las cabras; usan la leche para elaborar queso, hacen carpas con la piel y venden un tercio del rebaño en el camino. Cada cabra tiene un nombre y es tratada como parte de la familia. «Nunca los llamamos animales, los llamamos compañeros.»

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios