«Buscamos amigos y medios con los que estemos de acuerdo»
Experta en psicología social, detalla que «la base del ser humano es ser influido socialmente», lo que varía con el tiempo son los aspectos que intervienen en el proceso
¿Qué parte de nuestros pensamientos son originales y cuáles han sido introducidos por otros? Dolores Albarracín resuelve esta pregunta con una frase: «La mayoría son adoptados, aunque los hemos adherido como nuestros y los sentimos propios». Albarracín (La Plata, Argentina) es catedrática de la Universidad de Pensilvania y una de las personas que ha recibido el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Ciencias Sociales, junto a los también psicólogos sociales Icek Ajzen, Mahzarin Banaji, Anthony Greenwald y Richard Petty por haber «revolucionado la forma de entender y medir las actitudes».
– ¿Hasta qué punto se nos puede persuadir a las personas? ¿Cómo de manejables somos?
– No tanto, en realidad. Hay un dicho según el cual toda persuasión en realidad es autopersuasión. Necesitas un receptor que coopere, que se interese en el mensaje y que esté de acuerdo con él. Porque si no, no nos vas a persuadir de nada. Con lo cual, el que recibe la persuasión tiene la última palabra.
– ¿Cómo nos influye la información que nos llega de los medios, la publicidad, las redes sociales? ¿Nos persuaden?
– Es algo que controlamos porque elegimos los mensajes con los que estamos de acuerdo. Nuestra exposición es selectiva y está totalmente sesgada por nuestras propias actitudes. Buscamos amigos con los que estamos de acuerdo y medios periodísticos que nos hacen sentir bien y nos dicen que tenemos razón. No que nos digan que estamos equivocados.
– ¿Qué parte de nuestro pensamiento se puede decir que es original nuestro y cuál hemos adquirido de esas cuestiones y opiniones interesantes que nos gustan y acabamos haciendo nuestras?
– La mayoría de lo que tenemos en la cabeza es social. Hay un proceso de socialización, de lenguaje, que hace que todos los pensamientos que tenemos, de alguna manera, han sido introducidos simbólicamente en nuestra mente de manera social. Pero después adquieren vida propia y hay gente que innova dentro de eso. La gran eficacia del proceso de socialización es hacernos creer que es todo individual, aunque lo hemos adoptado, adherido y nos parece que es propio.
– ¿En la sociedad actual se deja más libertad al individuo que en etapas anteriores?
– La base del ser humano es ser influido socialmente. Lo que varía son los aspectos que te influyen. Antes había normas de género más claras que ahora y eso ha cambiado, pero seguramente hay normas sobre cómo comportarse en los medios sociales que no existían antes.
– Una de sus áreas de estudio ha sido la de las 'fake news'. ¿Es preocupante el nivel de desinformación actual?
– No es peor que antes. Hay mucha más información en ciencia y claridad en cantidad de cosas. Pensás que 200 años atrás no sabíamos nada. Entonces vivíamos en una nube de desinformación, de alguna manera. Pero hay momentos, como la pandemia, donde sí se han registrado realmente incrementos significativos de desinformación. La mayoría de la información que consumimos probablemente es más o menos aceptable, pero hay ciertos puntos o temas que son más terribles.
– ¿Por qué sí prosperó la desinformación en la pandemia?
– Lo de las vacunas fue lamentable. Empezó con gente que tenía formación científica y, por alguna razón, cambiaron de idea y se dedicaron a hacer una facturación de la desinformación. Lo cual los hizo súper peligrosos porque eran fuentes creíbles.
– Se generó entonces un movimiento antivacunas.
– En realidad vimos ya en 2018 que había un giro respecto a las vacunas y una politización del tema en Estados Unidos. Cuanto más conservador y religioso seas, de cualquier religión, menos apoyas cualquier vacuna.
– Entiendo que al final la persuasión no deja de ser una técnica. ¿Qué hay que hacer para persuadir bien? ¿Y para protegernos de esos mensajes persuasivos?
– Hay montones de factores que tienen todos pequeños impactos en la persuasión, pero probablemente el más importante es que una gran parte de lo que le digas a la gente encaje ya con su cosmovisión. Es una adaptación a lo que tiene la audiencia en la cabeza y a sus motivaciones. Por ejemplo, si alguien está preocupado por sus hijos ese va a ser el gancho y un tema para persuadirlos.
– ¿Y con la información?
– Como audiencia, lo fundamental es poder distinguir qué es persuasión y qué es información, y eso es algo que se ha tornado bastante vago con el tema de los cambios que ha habido en los medios, por lo menos en Estados Unidos. Medios que supuestamente eran informativos se transformaron para dar cualquier idea ideológica como noticias falsas. Pero la gente lo sigue considerando como noticias y no lo son. Ahora eso es un 'talk show' en el que pueden decir cualquier cosa. De cinco cosas, cuatro son falsas. Esa confusión de los límites entre qué es información y qué es persuasión es probablemente a lo que hay que estar más alerta.
– Además de sobre persuasión, ¿en qué otros temas centra su estudio?
– Trabajamos con comunidades rurales de Estados Unidos, muy conservadoras, aisladas y afectadas por la epidemia de los opiáceos, en lugares que antes no tenían ese tipo de drogas. Tendrían alcohol y alguna otra sustancia, pero no esas. Pero de repente en el 2007 empezaron a aparecer casos de sida en zonas rurales que jamás habían tenido ni un caso. Pasaron de 5 a 180 casos en un año, lo cual los ponía con una incidencia más alta que el sur de África, en el sur de Sáhara.
– ¿Y cómo trabajan con ellos?
– Intentamos cambiar sus conductas. Para ello juntamos a la población con experiencia en consumo de sustancias con la tradicional, religiosa y conservadora propia de la zona. Ha habido cierto aprendizaje entre ambos grupos de cara a establecer metas y mecanismos para pedir ayuda en lugares donde antes no se hablaba de nada de esos temas. Estamos obteniendo resultados para gente que no está integrada y lograr que las comunidades se conviertan en un motor de cambio.
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