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El genealogista Pascal Neveux coteja datos con el director de Coutot Roehrig en España y Portugal, Marco Lamberti.
En busca de herederos que ignoran serlo

En busca de herederos que ignoran serlo

¿Sabía que tiene un tío en América? Notarios, administradores de fincas, acreedores o consulados recurren a los genealogistas sucesorios para rastrear posibles beneficiarios de gente que murió sin testar y cuyo patrimonio se ha vuelto un problema

SERGIO GARCÍA

Domingo, 4 de abril 2021, 00:08

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Iván no acaba de creerse que el tipo que llamó a su puerta lo hizo para comunicarle que era el único heredero conocido de un piso en Bilbao. Primero porque no recordaba conservar ningún vínculo en la ciudad de la que su madre y su tía escaparon en 1937 con otros centenares de Niños de la Guerra, huyendo de los bombardeos y rumbo a la Unión Soviética. Carmen, que así se llamaba la madre, llegó incluso a regresar a España, aunque su ensoñación duró poco. Muertos sus padres, la familia que le quedaba la repudió por venir de donde venía. Fue así como 'la roja', estigmatizada en su tierra, volvió a Moscú, se casó y cuando tuvo a su hijo apenas le enseñó los rudimentos de un idioma que tan amargos recuerdos le traía. Hasta ahora.

Victorio Heredero fue el encargado de darle la noticia a Iván y como a él a cientos de personas que figuran en los cerca de 40 expedientes activos que maneja; unos llamados a resolverse en sólo seis meses, otros que llevará resolver dos o tres años. Actas de nacimiento, certificados de defunción, partidas sacramentales... Su labor es la de un detective que a menudo se tiene sumergir en archivos del siglo XIX que han sobrevivido a incendios, inundaciones y guerras, tratando de seguir el rastro a un pastor que emigró a Estados Unidos o a Australia, a un exiliado tras la Guerra Civil... El expediente más jugoso ascendía a «3 millones de euros», reconoce el historiador, que en el momento de la entrevista volvía a su casa tras una semana en Castellón, Valencia y Alicante investigando, firmando requerimientos o contactando con herederos para ofrecerles sus servicios.

Victorio Heredero -los hay que parecen predestinados desde la cuna- es genealogista sucesorio en Coutot-Roehrig, un bufete con 47 sucursales en todo el mundo dedicado desde hace 127 años a buscar herederos de personas que han fallecido sin otorgar testamento, lo que en la práctica significa que todo ese patrimonio -propiedades inmobiliarias, bienes muebles, cuentas bancarias, joyas o dinero- irán a parar a manos del Estado al no conocerse a sus beneficiarios (se calcula que uno de cada diez testamentos acaban declarándose nulos por esta causa). Según el Consejo General del Notariado, el 40% de los españoles fallece sin hacer testamento, aunque la mayoría de las veces no hace falta, salvo que quieras beneficiar a un hijo sobre otro o dejarle sólo la legítima.

¿Qué sucede con el resto? Que plantean serios problemas, como demuestra el perfil de los clientes: administradores de fincas, notarios, consulados, acreedores... «No trabajamos de una manera aleatoria, sino por encargo -explica Marco Lamberti, director de Coutot en España y Portugal-. Por ejemplo, cuando un heredero fallece dejando una casa cerrada y 2.000 euros de deuda de comunidad que va engordando conforme pasa el tiempo, o cuando surgen plagas, desperfectos o entran en la vivienda okupas y urge encontrar un interlocutor válido o que esté dispuesto a liquidar la propiedad».

Tormenta emocional

«La casuística es infinita -señala el genealogista-, desde casos con indicios que facilitan el trabajo hasta otros con 30 descendientes repartidos por todo el mundo, sumando primos hermanos de cada rama (el Derecho Sucesorio español admite hasta el cuarto grado de parentesco y 30 años para reclamar). . Y no sólo hay que encontrarlos a todos, luego hay que tramitar la herencia, que también lleva su tiempo, porque el difunto podía tener tres casas, una finca y una huerta y hay que liquidarlo todo»

Expedientes que desatan una auténtica tormenta emocional en el seno de las familias. Le ocurrió a Victorio en Gijón, con un hombre al que dio la noticia de que su madre había muerto tras mucho años de relación interrumpida. O aquella mujer de la provincia de Alicante que rompió a llorar cuando le comunicó que tenía un hermano cuya existencia desconocía, fruto de una relación anterior de su padre, «y a la que tuve que recordar que si yo estaba allí es porque ya no iba a poder abrazarle. De todo ese dolor te impregnas y también aprendes».

La sorpresa viene por lo general envuelta de la manera más inesperada. Casos incluso de bigamia, como el de aquel combatiente que se esfumó tras la Guerra Civil y que no escribió a su familia «para evitarles represalias». Acabó rehaciendo su vida en Francia y cuando falleció confesó a su segunda mujer que ya tenía familia en Albacete. «Y estos le habían dado siempre por muerto en la Batalla del Ebro».

La investigación es exhaustiva, empezando por comprobar si el expediente es jurídicamente viable y también desde el punto de vista económico. «Hablamos de herencias 'ab intestato', donde el común denominador son personas que ignoran tener derecho sobre una herencia y que a menudo ni siquiera conocen al 'causante' (fallecido) -explica Lamberti-. No podemos picar la puerta a una persona si no tenemos claro antes que hay un activo. Somos una empresa, no una ONG: si no hay rentabilidad en la tramitación de la herencia no entramos, porque toda investigación tiene un coste -que nosotros adelantamos-, y esto se sabe cuándo empieza pero nunca cuándo acaba».

La visita a los herederos causa desconfianza inicial.
La visita a los herederos causa desconfianza inicial.

No son muchos, pero están bien organizados y a su red de genealogistas suman las de otros repartidos por todo el planeta para lograr la máxima «capilaridad» posible. Coutot, por ejemplo, cuenta con «12 en España y 320 en todo el mundo». No son los únicos. Genus Legal, MDR, Grupo Hereda, RLA Asociados... Cobran 'a éxito', una comisión que en estos bufetes ronda de media el 30% del patrimonio neto que les queda a los herederos, descontadas todas las cargas, desde las deudas que haya podido contraer el fallecido hasta el IBI o el Impuesto de Sucesiones.

«También la venta del patrimonio -un inmueble, por ejemplo-, porque los beneficiarios suelen ser familiares lejanos a menudo sin vínculo alguno y que sólo buscan liquidez», explica la abogada Olivia Yélamo, encargada en Genus Legal de armar ese aterrador sudoku donde se mezclan leyes españolas -incluidas las particularidades forales de autonomías como la vasca o la navarra- y derecho internacional (Francia reconoce derechos de transmisión sucesoria hasta el sexto grado, nietos de primos).

Yélamo y su compañera, Elena García, socia y genealogista, han resuelto auténticos rompecabezas, entre los que no falta gente que ha cambiado de identidad en el transcurso de su vida sin acreditarlo debidamente. Aunque si le preguntan a Olivia por el caso que más le tocó la fibra sensible rescata del baúl de los recuerdos el de aquella madre que heredó de su hija, una mujer víctima de malos tratos con la que había interrumpido el contacto y que era dueña de un patrimonio que la anciana no podía ni imaginar».

La desconfianza por delante

Ahora bien, imagínese que mañana llaman a su casa, le informan de que un pariente lejano cuya existencia ignoraba, acaba de fallecer y que hay un patrimonio al que usted tiene derecho. Los bufetes defienden su trabajo y para revelarle la identidad del finado y continuar la tramitación le piden que firme un contrato. ¿Qué sería lo primero que pensaría? Quizá en un fraude, con alguien al otro lado de la puerta frotándose las manos pensando en que le va a sacar 1.000 euros por un simple certificado de defunción, o para una provisión de fondos inicial.

Al detalle

  • 30% es la comisión que los bufetes cobran de media sobre el neto que reciben los herederos, una vez descontadas cargas como deudas, IBI o Impuestos de Sucesión.

  • 40% de los españoles fallece sin haber otorgado testamento, según el Consejo General del Notariado. El 10% se declaran nulos al no conocerse heredero legítimo.

  • 600 expedientes tiene activos Coutot Roehrig. El bufete calcula que al año entran entre 250 y 320 nuevos casos, que llenan el hueco de los ya resueltos.

«La desconfianza es una constante en los primeros compases, al menos hasta que les demuestras que conoces a su familia mejor incluso que ellos, desvelándoles detalles y hasta motes que han pasado de uno a otro y que no figuran en Google», asegura Yélamo. Ahí está para confirmarlo el genealogista Pascal Neveux, quien no es la primera vez que, tras concertar una cita por teléfono, se ha encontrado con que el beneficiario estaba en casa esperándole con la Policía, temeroso de sufrir una estafa. Episodios así dan una idea de las dotes persuasivas y la empatía que deben caracterizar a estos detectives, portadores de una buena noticia y a los que a menudo reciben con cajas destempladas.

«La gente da el paso en el 92% de los casos y lo hace porque la información que aportas es muy completa. Además, nuestra documentación está en regla y el contrato es muy garantista: no cobramos un céntimo hasta que lo hacen ellos», desliza Lamberti, reacio a dejar cabos sueltos. «Esto es mucho más que tramitar una herencia, hay que asegurarse de que ningún heredero se queda fuera. Si yo encuentro a dos beneficiarios tengo que estar en condiciones de garantizarle al notario que no hay ninguno más, no vaya a ser que luego les vengan a ellos reclamando otros siete. Les estás generando un problema más que un beneficio». En Coutot, el porcentaje de casos resueltos es del 95%. Claro, dicen, nadie es infalible.

La pandemia trunca tramitaciones que llevan años en curso

La emergencia sanitaria está teniendo un fuerte impacto en la tarea de los genealogistas que se dedican a sucesiones, aunque no el que ellos desearían. «El despacho no gana nada con esta situación, más bien lo contrario -aclara Lamberti-, porque son numerosos los herederos que, después de mucho buscar, han fallecido a su vez víctimas del Covid. Gente que nos había confiado su caso y con la que estábamos a mitad de la tramitación». Cuando esto ocurre, matiza Olivia Yélamo, «corre el turno» y son los hijos de estas personas o sus cónyuges quienes, en virtud del derecho de transmisión (artículo 1004 del Código Civil), pasan a adquirir derechos.

Situaciones como ésta obligan a reiniciar el papeleo y pueden dilatar la resolución de los casos 6 meses. Un efecto que viene a complicar aún más un escenario ya de por sí embrollado, con la Administración o el Obispado de turno poniendo en cuarentena documentación o postergando citas previstas, «lo que antes resolvías en dos mañanas».

La pandemia, señalan las mismas fuentes, tampoco se está traduciendo en un aumento de expedientes, ya que a ellos los casos no les llegan cuando ha fallecido el 'causante', sino tres o cuatro años después.

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