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Recreación de uno de los tubos de hormigón que Noruega extenderá bajo las aguas de su costa para conectar sus fiordos más profundos y que sujetará con pontones flotantes. acpN

La autopista invisible

Noruega se embarca en un colosal plan ingeniero para unir algunos de sus fiordos más profundos con una estructura inédita: puentes colgantes sumergidos. «Vamos a demostrar que son viables»

Viernes, 3 de mayo 2019, 07:35

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Si un ser gigantesco la emprendiera a martillazos contra la línea costera de un país, saldría Noruega. Vista desde el cielo, esa división tierra-mar ... parece producto de un ataque furibundo de cólera. Acuática, eso sí. Los jirones de terreno son, en realidad, fruto del abrazo destructor (o escultor, según se mire,) del agua congelada. Hace cosa de 2.500 millones años, durante el Cuaternario, los glaciares horadaron pacientemente las montañas de ese país hasta tallar valles profundos que el océano anegó tras la fusión del hielo y la elevación del nivel del mar. Aquel apocalipsis ha brindado a este reino nórdico algunos de los paisajes más dramáticos de nuestro hemisferio. Miles de turistas se embarcan cada año en cruceros para admirar vertiginosos saltos de agua y monumentales pedestales en un paisaje a escala de Gulliver. Visitar los fiordos es un espectáculo conmovedor; vivirlos, una experiencia cercenante si el trabajo, el estadio de fútbol o la consulta médica quedan al otro lado de un brazo de mar.

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