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César Coca
Domingo, 24 de septiembre 2017, 12:24
Su santísima trinidad estaba compuesta por Eduardo Chillida, Johann Sebastian Bach y Gabriel García Márquez, que nos dio motivo para tantas estupendas conversaciones. Allá donde esté, Florencio Martínez podrá disfrutar de la obra de los tres. Murió el sábado a los 67 años después de haber desarrollado una carrera profesional que empezó en el periodismo de los últimos años del franquismo y continuó durante la Transición. Trabajó en diferentes medios, aunque fue EL CORREO el que más huella dejó en él, el periódico del que más hablaba y al que más unido se sentía.
Nacido en Vitoria, pasó la infancia y la adolescencia en Barcelona, que ya fue para siempre una de sus ciudades favoritas, lo que incluía una fidelidad sin resquicios hacia el Barça, con cuyos éxitos tanto disfrutaba. A finales de los ochenta, tras una breve etapa en el gabinete de Prensa del Consulado de Estados Unidos en Bilbao, se convirtió en profesor de Periodismo en la Universidad del País Vasco. Fue también docente en el Máster de Periodismo Multimedia de El Correo y la UPV/EHU durante dos décadas, hasta su jubilación.
Su trayectoria, tanto profesional como personal, estaba íntimamente unida al ámbito de la cultura. Desde su tesis doctoral, que abordó la relación entre el cine y la literatura en la filmografía de Mario Camus, hasta sus múltiples reportajes y libros, incluida una obra sobre Chillida y varios volúmenes dedicados a abordar temas de docencia periodística.
Lector impenitente que también hizo sus pinitos como novelista, gran aficionado al cine –solo dejó de acudir a las sesiones del cine club FAS en los momentos peores de una grave enfermedad que oscureció los que deberían haber sido años luminosos de su jubilación-, asiduo visitante de los museos de Bilbao y admirador sin límite de las Suites para violonchelo solo de Bach, Florencio Martínez gozaba transmitiendo sus conocimientos y sus pasiones a los miles de alumnos a los que trató en las aulas. Una generación de periodistas que nunca olvidarán sus consejos sobre cómo dar vida a un texto informativo ni sus opiniones sobre casi cualquier asunto, porque nada humano le fue nunca ajeno.
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