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Los txikis toman la batuta
Más de un centenar de niños demostraron este domingo que la fiesta tiene cantera
Son menudos, sí, pero a ganas no les gana nadie. Más de un centenar de niños hasta doce años demostraron este domingo que la fiesta ... tiene cantera. Desde su rincón privilegiado en Armentia, San Prudencio estaría orgulloso de estos cocineros, soldados, cantineras y 'majorettes' en versión reducida. Pasadas las cinco y media de la tarde y bajo un sol radiante se reunieron en la torre de doña Ochanda para desfilar hasta la plaza de la Provincia, donde emularon a los miembros de las sociedades gastronómicas.
Entre el público, Patricia observaba orgullosa a su pequeña Uxue sin dejar de grabar la escena con su móvil. «El año pasado se deslució un poco por el tiempo, tuvieron que salir con chubasquero, así que esta vez lo están disfrutando mucho más. Bueno, no sé si está ella más emocionada o yo», confesaba la ama. Mientras, sobre el escenario, las pequeñas cantineras con sus vestiditos azules y boinas atendían las instrucciones de las neskas mayores para no despistarse de la coreografía ensayada.
A pesar de las horas de ensayo, la coordinación era algo complicada. «Menos mal que están muy pendientes de ellos, porque si a Markel le dejan solo, para de tocar. Míralo, si está todo el rato bostezando», reía Ana Domínguez. «Eso sí, cuando ha sonado el himno del Alavés, lo ha dado todo», agregaba. Y es que, en efecto, los compases albiazules fueron uno de los momentos en los que más aporrearon los tambores. En el tablado, Babazorro, la mascota del Araski y el caracol de San Prudencio despistaban aún más a los txikis que no paraban de llamarles para chocar sus manos.
Combate de baquetas
José Mari Bastida, Txapi, que la noche del viernes se despidió de su cargo como tambor mayor, se encargó junto a otros compañeros de poner orden en la por momentos caótica marcha infantil. «Todos en fila, alineados por favor», gritaba el veterano mientras dos soldaditos enfundados en sus elegantes casacas rojas se enzarzaban en un combate de baquetas. Unos metros más adelante, un par de cantineras discutía sobre el camino. El desfile continuó hacia la Virgen Blanca, donde aguardaban otra vez un ejército de familiares.
«Lleva dando la tabarra más de una semana con el tambor por toda la casa. Teníamos unas ganas de que llegara el día que no te puedes ni imaginar», compartía entre risas el aita de Ander, debutante a sus seis años. Los ensayos comienzan en marzo y se hacen un total de doce clases, aunque es difícil que los pequeños acudan a todas por las actividades extraescolares. No importa que el recital no salga perfecto, lo que primó este domingo fue la diversión.
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