San Prudencio se impone en el escrutinio al 100%
Ni de derechas ni de izquierdas, el patrón de todos los alaveses reúne en Armentia a un gentío en un día electoral espléndido
Que se conozca, solo hay una manera de aguar la fiesta de cada 28 de abril. Que caiga agua, precisamente. Porque como asome el sol, ... aunque sea tímido, el éxito de la romería está garantizado. Y si lo hace con la generosidad de ayer, sin nube que incomode, con una temperatura como para andar en manga corta, ni el mismísimo presidente del Gobierno en funciones con todas sus urnas dispuestas en formación podrían con San Prudencio y su gente, que son todas las gentes de Álava desde su patronazgo en 1634.
Según la junta electoral, más de 34.000 paisanos emitieron su voto por correo sorteando penurias en las estafetas, luego es de suponer que ninguno, o casi ninguno, se dejara ver por Armentia ayer. Tampoco se les echó en falta. A primera hora, sobre las nueve, solo los tenderos y artesanos se afanaban alrededor de las campas en la organización de sus productos para la mejor venta. Aún no había despejado en las alturas. A eso de las doce, mediodía, con un sol espléndido sobre las cabezas, ya no había manera de dar un paso sin tropezarse contra el vecino o con la cachava del abuelo. El gentío tomó posiciones entre talo, queso, sidra, vino de Cariñena, rosquillas, el pastel vasco cuyo campeonato todos dicen haber conquistado alguna vez y viandas como para alimentar a esa parte del mundo que pasa hambre mientras la otra se empacha.
«Un queso muy rico, gris»
Más tarde, cuando hubo que recurrir al escrutinio, al 100% de los votos emitidos se impuso San Prudencio, que ni es de derechas ni tampoco de izquierdas. Va por libre, de 'Ángel de la Paz', virtud que se le atribuye por su facilidad en la resolución de conflictos medievales. Ante el temor de que la jornada electoral chafara la primera de las dos fiestas consecutivas de la provincia, el personal, de toda edad y condición, respondió a la cita y la abstención se quedó sin opciones.
No son de aquí, pero como si lo fueran después de más de cincuenta años, Consuelo Plaza y Esperanza Pozo, amigas, cotilleaban a la llegada de las autoridades, junto a la escultura del santo, con Jesús Loza, Ramiro González y Gorka Urtaran a la cabeza en día de comicios. Serían como las once menos cuarto. «Todavía no hemos votado. Estamos indecisas. ¡Anda que no hay tiempo hasta las 10!». Que no, que los colegios cierran a las ocho, Espe. Da igual. Consuelo subió a ver al patrón con el pretexto también de adquirir «un queso muy rico, gris, de cabra, y algo de cecina». Su acompañante es «más de abejas, de miel».
Entre rosquillas de seis variedades, garrapiñadas, obleas, barquillos y demás, Begoña García impartía las últimas instrucciones a su personal listo tras el mostrador para hartarse a despachar género. Viene desde Valladolid y lleva «treinta años en esta misma esquina», al final del paseo. «Esperemos que la gente venga en cuanto vote. ¿A dónde va a ir, a casa? Que vengan a visitarnos», exclamaba. Y tanto que lo hicieron. Por allí se dejaron ver las nietas y biznietas de La Antonia, aquella casa de comidas que saludaba al visitante que venía de Madrid. Ana, Maite, Begoña, Antonia, Arantza, Blanca... Son de la zona. «¡Qué buena pinta, qué rico! ¡El mejor 'txampi' de Euskadi»! soltaba a voz en grito un tipo parlanchín al paso de la comitiva.
A la cabeza, encantados, marchaban los mozos y mozas del pueblo, con sus trajes recién confeccionados y bien bonitos, para honrar a San Prudencio y darle una vuelta alrededor de su basílica con las personalidades religiosas, civiles y militares como en una de esas procesiones del sur de Italia. Juan Carlos Elizalde, el señor obispo, ofreció otra de sus homilias cargada de mensajes y referencias después del saludo de Virginia López de Maturana, la presidenta-cofrade de los Amigos de San Prudencio, debutante, y mientras el párroco Luis Ángel Ortiz de Pinedo cerraba las puertas del templo para callar el ruido exterior.
El prelado invocó a la fraternidad de los fieles para «ayudar a los más débiles que nosotros y sumar y no restar en este territorio y en nuestra diócesis». Con el aurresku de honor, que ni lo bailó Pilar García de Salazar ni Pedro Elosegi, teniente de diputado general de Álava y presidente de las Juntas Generales, respectivamente, se rompió la solemnidad y se dio rienda suelta a la romería propiamente dicha.
Es el momento de la familia, la cuadrilla de amigos, las dantzas, el herri kirolak... Esos forzudos que como reliquias cuida Luis Mari Bengoa, un tipo ciertamente genial e ingenioso. «Sobre buena alfombra te has echado», soltó a un aizkolari rendido sobre la mullida hierba de Armentia. Luego, el de Elosu se acercó al público, que abarrotaba la campa, y mostró la manera de afeitarse los brazos con un hacha. Después de rasurárselos, mostró el filo: «¿Qué, hay pelitos o no hay pelitos?». Los había. Carcajada general. Preguntaba el peque por el globo, saltaban los blusas de Basatiak, los más tardíos compraban perretxikos a 32, 42 o 46 euros; Joseba, Kepa, Aintzane y Goretti montaban un pícnic alavés, las rosquillas volaban y San Prudencio sonreía. Nadie hablaba del Gobierno. «Es impresionante cómo está la campa», celebra Prudencio Alfredo López de Uralde, el 'alcalde' de Armentia.
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