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Foto de familia de la primera tamborrada en las escaleras de una de las entradas a la Catedral Nueva. reportaje fotográfico: Archivo municipal de vitoria-gasteiz
El estruendo de la primera noche

El estruendo de la primera noche

La tamborrada surgió en una cena entre amigos en Ametza. Salió el 27 de abril de 1975 con trajes alquilados y barriles prestados seguida por miles de personas

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Sábado, 27 de abril 2019, 00:22

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La tamborrada-retreta de las sociedades gastronómicas de Álava salió por primera vez a las calles de Vitoria la noche del domingo 27 de abril de 1975. Hoy hace 44 años. Inspirada en la de San Sebastián, aquella primera marcha de cocineros, 'majorettes' y tamborreros partió en formación con unos 250 integrantes. Miles fueron los curiosos que animados por la novedad y un anochecer primaveral poblaron las aceras y miradores a lo largo de un trayecto que atravesó el centro e incluso dobló algunos de sus rincones.

Vino a durar tres horas entre la interpretación del corto repertorio y las diez veces que paró para tocar la Retreta. Las crónicas expresaron el éxito de la iniciativa. «Ni los más optimistas, incluidos los organizadores, podían imaginar el impacto», escribió la prensa entonces. Fue todo un acontecimiento en un lugar donde apenas sucedía nada, que por fin llenó de contenido la aburrida víspera de San Prudencio. Aquella madrugada acabó en estruendo. Al año siguiente, la tamborrada, que había preparado novedades, se sumó al luto de una Vitoria acongojada por el 3 de marzo y suspendió su salida. Reapareció en 1977... hasta hoy.

Las grandes ocurrencias nacen de manera inesperada. Así, por sorpresa, se alumbró lo que es hoy una tradición arraigada en el calendario alavés sin cumplir aún los 50 años, parte inseparable de la festividad del santo patrón. La tamborrada se gestó en una cena entre amigos en Ametza, con mayoría de guipuzcoanos, al final de Domingo Beltrán, donde se rinde tributo a la gastronomía y la cordialidad. A los cafés, alguien se arrancó con la Marcha de San Sebastián, del desfile donostiarra, y el resto de comensales se dejó llevar por el tarareo. Entre palmadas sobre la mesa y tintineos a las copas, simulando redobles de barriles y baquetas, una cosa llevó a la otra: Hagamos una tamborrada vitoriana.

Manos al tambor. El periodista José Mari Sedano, socio de Gure Gasteiz, también creador en 1957 del descenso de Celedón con otros ocho amigos, y los de Ametza Javi Goikoetxea, Pedro Mari González de Gamarra, Fernando Mendiguren y José Miguel Urretabizkaia formaron el embrión organizativo en 1974. Lo detalla el cronista en un número de la desaparecida Gaceta Municipal. Los cinco impulsores trasladaron su idea al resto de sociedades. Tras varias reuniones en el salón de plenos de las Juntas Generales, en la casa-palacio de la Provincia, trece -doce de la capital y una de Elosu- comprometieron su participación. «Fue el inicio de la unión de las sociedades de Álava. Nos conocimos mucha gente, fue muy enriquecedor, muy bonito, y como se puede comprobar, aquello cuajó», reconoce Luis Mari Bengoa, uno de los que estuvo en el ajo desde el primer día.

Antxon Aretxaga, al frente de los cocineros con sus enormes viandas y cubiertos.
Antxon Aretxaga, al frente de los cocineros con sus enormes viandas y cubiertos.

Ensayos sin instrumentos

También a los responsables del ente foral les sedujo la armoniosa propuesta y prometieron su ayuda más allá de la primera salida si el desfile cumplía y los vitorianos se echaban a la calle. La subvención inicial fue de 110.000 pesetas. Ahí estuvieron fiando su palabra Los Álava, Aldapa, Alkartu, Ametza, Eliz-Axpe, Gasteiz Gain, Gure Gasteiz, Gure Txoko -del pueblo de Elosu-, Kapitxitxi, Landatxo, Ongi etorri, Urritza y Zaldiaran. Solo cinco siguen. Ametza abandonó pronto. Añoraba una marcha «como la de Donosti», recuerda Urretabizkaia, «más seria; no queríamos parecernos a una cuadrilla de blusas». Cada 27 de abril sale por su cuenta, pero coincide con Okerrak en la Diputación antes de que surja a escena 'la oficial'.

Los preparativos de aquella primera actuación tuvieron ocupados a sus padres durante meses. Era empezar de cero. Los trajes -casacas en rojo y azul que «olían mal, como a polilla» y bicornio en la cabeza- fueron alquilados a casa Sarasola, de San Sebastián, y los instrumentos también llegaron prestados. Luis Aramburu hizo los arreglos musicales sobre un cancionero de cinco melodías locales. La dirección recayó en Koldo Aristondo (Los Álava), tambor mayor; con Bengoa (Gure Txokoa) al frente de los barriles; y su compañero Antxon Aretxaga, guía de los cocineros. Pili López de Landatxe seleccionó, vistió y enseñó los pasos a las trece jóvenes que portarían cada uno de los estandartes. Paco Añua asistió con el sonido.

Los barriles, en formación seguidos por la banda municipal.
Los barriles, en formación seguidos por la banda municipal.

Los ensayos empezaron un mes antes y, ante el desconocimiento de las piezas, tocaba asistir a clase diaria. Y, para mayor dificultad, interpretar las biribilketas sin instrumentos, pues se recibieron más tarde. Entretanto, tocaba acompasar el golpe de un palo sobre una madera dispuesta en horizontal al son de los txistus de Txusma Corres y Mari José Roldán. Aristondo y compañía enseñaron las primeras partituras en el desaparecido instituto Ramiro de Maeztu, en Becerro de Bengoa; luego, en un local de Acción Católica, en Vicente Goicoechea, y el ensayo final discurrió en el patio del colegio Marianistas.

«Fue el inicio de la uniónde las sociedades recreativas de Álava, muy enriquecedor, y cuajó»

Luis Mari Bengoa

Todo dispuesto, el esperado desfile del 27 de abril de 1975 arrancó con la tamborrada de Salvatierra, precusora de la vitoriana en 1971, con algo más de cien miembros y acompañamiento de la fanfarre Xoxote, que ejerció de anfitriona. Debidamente separados, aparecieron los cinco primeros cocineros con una hermosota barra de pan, un pellejón de vino y tres cubiertos propios de una cena pantagruélica. Seguidamente, las 'majorettes' blandiendo los escudos de las sociedades y, por fin, los tamborreros, unos 150, golpeando sus barriles al ritmo que marcaban músicos de la Banda Municipal tocados con kaikus y txapela bajo la batuta de Antonio Ochoa.

Aquella tamborrada primigenia partió a las once de la noche desde la confluencia de Sancho el Sabio con la avenida y continuó por Ricardo Buesa, Landázuri, plaza de la Provincia, Diputación, Postas, Dato, Florida, San Antonio, San Prudencio, Fueros, Resbaladero, cuesta de San Francisco, Mateo de Moraza, plaza de la Virgen Blanca, Postas, Dato, San Prudencio, San Antonio, Becerro de Bengoa y Vicente Goicoechea. Un feliz y agotador paseo marcial que concluyó a las dos de la madrugada con la Retreta, como sucederá hoy, aunque desde hace años viene sonando en la escalinata de la Diputación. Fue tal la acogida de aquella primera vez que los organizadores, con dinero de la Diputación, se decidieron a hacer 188 trajes propios, a medida, en Kendall y adquirir el instrumental para la segunda edición. Arturo López de Araya y Urretabizkaia se inspiraron para el boceto en los napoleónicos del Museo de Armería. Con el luctuoso paréntesis de 1976, la tamborrada reapareció en el 77, con más fuerza y decididamente vitoriana.

Los detalles

  • Las trece sociedades populares participantes. Doce eran de Vitoria y una, de una localidad de la provincia. Peña Los Álava, Aldapa, Alkartu, Ametza, Eliz Axpe, Gasteiz Gain, Gure Gasteiz, Gure Txoko (del pueblo de Elosu), Kapitxiki, Landatxo, Ongi etorri, Urritza y Zaldiaran.

  • El repertorio musical. Cinco melodías: Retreta, 'Las tres de la madrugada', 'El Bala', Tamborrada vitoriana y Geuria da. Posteriormente, con los años, se fue completando el cancionero con más piezas alavesas.

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