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El lehendakari conversa con el diputado general de Álava y el obispo de Vitoria.

Álava disfruta en Estíbaliz del día de la patrona

Masiva romería al santuario alavés, que recibe a los peregrinos con los tradicionales concursos de pintura, baile y cocina a base de patata

María Rego

Lunes, 1 de mayo 2017, 19:01

Álava tenía ganas de quitarse el agridulce sabor de boca que la meteorología le dejó en San Prudencio y este lunes lo ha demostrado con una masiva peregrinación hacia el santuario de Nuestra Señora de Estíbaliz, la otra mitad de las fiestas patronales, donde hja conseguido sacarse la espina clavada días atrás. Con varios grados de temperatura más y un sol dispuesto a aguantar toda la mañana, miles de romeros cumplieron a pie, en bicicleta o en coche -sólo los más madrugadores pudieron aparcar cerca de la escalinata- con la tradición que cada 1 de mayo abarrota el entorno del templo. Los primeros en encontrarse con la Porta Speciosa, una de las joyas del románico alavés, llegaron al tiempo que se asomaba el sol.

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En ese club de quienes pudieron moverse alrededor del santuario con tranquilidad se encontraba José Manuel Tejedor que, a las 7.00 horas, ya levantaba su homónimo puesto de repostería, donde las rosquillas eran la principal tentación. Fritas o blancas, «quien no compra unas es que no ha estado en Estíbaliz», comentaba junto a su mujer. Hace ya 21 años que este bilbaíno acude a la cita con la patrona de Álava, pero «antes veníamos con un carretillo porque éramos cuatro y ahora hay mucha más competencia». Más de una treintena de puestos se extendían en esta ocasión por un concurrido pasillo hasta el frontón. Por el camino se mezclaban los olores del pan, la sidra, el clásico talo con chorizo o el pastel vasco con la dura competencia del aroma que provenía de los platos a base de patata local que las seis sociedades gastronómicas participantes en el concurso culinario preparaban unos metros más arriba.

«Menos mal que nos ha respondido el tiempo porque algún año hemos cocinado con chubasquero», recordaban Eduardo Tejada y Kike Herrera desde Amairu Bat con unos gnocchi entre manos. El toque final de su plato lo daría una intxaursalsa reinterpretrada, mientras que el secreto de las kokotxas con crema de patata que firmó Pablo González, de Xilikiturri, era «mimarlas, hacerlas suave suave». «Unos cincuenta minutos me lleva», calculaba el chef. El lehendakari, Iñigo Urkullu, junto a su mujer, Lucía Arieta-Araunabeña, y el diputado general, Ramiro González, realizaron una cata, visual eso sí, de las recetas al salir de la misa en el santuario -en realidad se oficiaron dos, la segunda en lengua de signos- donde los fieles pusieron a prueba la capacidad de los bancos.

Tampoco había sillas libres ante el escenario donde se desarrolló el campeonato de aurresku y baile al suelto, al mismo tiempo que fuera tenía lugar la exhibición de deporte rural, ante unos «orgullosos» padres que retrataron el momento a flashazos. Otra fotografía del entorno, pero a golpe de pincel, realizaron la quincena de artistas que se inscribieron -algunos con más de una obra- al certamen de pintura, otro de los clásicos en esta fiesta.

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