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En un par de meses, concretamente el 22 de noviembre, se presentará una nueva edición de la Guía Michelin. En esta ocasión se ha elegido como escenario la isla de Tenerife y más concretamente el hotel Abama, que si no me equivoco es el único hotel español que alberga dos restaurantes con estrellas: el MB, de Martín Berasategui, que tiene dos, y el Kabuki, de Ricardo Sanz, con una. La elección de esta isla canaria para la gala de presentación ha estado rodeada de cierta polémica porque un año más se ha marginado a Portugal. Nuestro país vecino también está integrado en la guía y allí siempre se han sentido un tanto minusvalorados por los inspectores españoles. Para esta edición, Lisboa se postuló como escenario pero al final pesaron más las cuestiones económicas y la capital portuguesa, cuya oferta gastronómica empieza a tener un peso importante (seis estrellas, más dos en los alrededores), tendrá que esperar a ver si tiene más suerte para la edición de 2019. Sería de justicia que lo lograra.

En las siete semanas que restan para esa presentación, en la que se desvelarán las nuevas estrellas, se abre el período de rumores. Rumores nada más, porque uno de los grandes aciertos de los responsables de Michelin es lograr un hermetismo absoluto. Basta con ver el resultado de las ‘porras’ que organizan habitualmente algunos medios especializados para darse cuenta de que todo el mundo apuesta por sus deseos, pero la realidad suele ser bien distinta.

Cuando en estos próximos días alguien les dé por segura alguna estrella, no le crean. Nadie sabe nada. Otra cosa es que luego acierte por casualidad. Cierto que se puede discrepar de ciertas decisiones de los inspectores. Que faltan restaurantes. Pero también, y de eso hablamos menos, sobran (algún día hablaremos de varios estrellados sobrevalorados).

Dicho lo cual, creo que la Michelin, con todos sus defectos, es el mejor producto posible. Que los que la hacen actúan con independencia y honestidad de criterio. Que inspeccionan un considerable número de establecimientos. Que para la segunda y la tercera estrella visitan y revisitan y traen a colegas de otros países. Que muchos de los extranjeros que vienen a España la traen debajo del brazo, de ahí su importancia para los cocineros que saben que cada estrella incrementa la facturación. Que las estrellas son el único sistema de medida universal de los restaurantes. Y que ninguna otra guía tiene tanta aceptación entre los chefs. Michelin es Michelin.

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