«He visto cosas que no creeríais»
No es que Bildu busque pactar con el PNV, es que busca 'ser' el PNV para sustituirle como fuerza hegemónica en Euskadi. Pero los jeltzales no han dicho su última palabra
Es fácil imaginar a los cronistas vascos, si EH Bildu acaba dando el 'sí' a un Presupuesto que ya estaba aprobado de antemano gracias a ... la mayoría absoluta del Ejecutivo que lo presenta, recitar un monólogo al estilo del replicante Roy Batty en la escena final de 'Blade Runner'. «He visto cosas que no creeríais. La izquierda abertzale como aliada, a la vez, de Pedro Sánchez, María Chivite e Iñigo Urkullu. Pactando a diestro y siniestro para aprobar Presupuestos en los que ni siquiera son necesarios. Mejorando la vida de la gente, como ellos dicen, tras justificar durante años a una organización que eliminaba físicamente a parte de esa gente».
El quiebro de la coalición abertzale al avenirse a negociar con su 'bestia negra', el PNV, la aprobación de las Cuentas vascas está a la altura de los rayos C que brillaban en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser y que hizo célebres Rutger Hauer. La única duda es si esta nueva izquierda abertzale de impecable porte institucional, discurso 'podemizado' (menudo rejón para Elkarrekin Podemos, por cierto, en su pelea para consolidar su proyecto en Euskadi) y envidiable cintura a la hora de negociar acabará perdiéndose en el tiempo como lágrimas en la lluvia. O bien completará el giro copernicano que consumó ayer al «levantar el veto» al PNV, en palabras de Sabin Etxea, quién sabe si gobernando un día en Lakua.
Porque eso, y no otra cosa, es lo que busca EH Bildu al ofrecer el pan y la sal que hasta ahora negaba a un Gobierno cicatero, neoliberal y no se sabe cuántas cosas más. Las negociaciones presupuestarias, ya se sabe, nada tienen que ver con los gastos y los ingresos, sino que son un escaparate político de primer orden en el que cada uno aprovecha para colocar sus mensajes. El de la izquierda abertzale es diáfano. Lo enunció alto y claro el jueves la portavoz Mertxe Aizpurua en la tribuna del Congreso y lo destacaba el diario 'Gara' en primera página ayer, con el siguiente entrecomillado: «Los bilduetarras mejoramos la vida de la gente».
En definitiva, que el blanqueamiento, amenazado hace unas semanas por la 'patita' que enseñó Arnaldo Otegi en Eibar (los 200 presos y la patada al hormiguero) tras pedir perdón a las víctimas de ETA en Aiete, se ha consumado en todo su esplendor. Bildu ya es un partido más. Al abrirse a aprobar el Presupuesto de Urkullu no es que busque pactar con el PNV, es que persigue 'ser' el PNV. Es decir, un partido de izquierda (hace tiempo que los jeltzales presumen de políticas socialdemócratas, sí); independentista pero no abiertamente rupturista (¿alguien ha vuelto a oírles hablar de la vía unilateral a la catalana o de referéndums a las bravas?) y, sobre todo, capaz de hacer de la utilidad institucional su santo y seña. «Nosotros, los enemigos de España, somos los que mejoramos su vida, mientras ustedes, los muy españoles, se dedican a chillar e insultar», remató Aizpurua, pensando ya en las papeletas nuevas que les puedan caer en las elecciones de 2023.
La pregunta es, ¿significa eso que el PNV tiene un problema? Seguramente, sí. ¿Que puede cantar victoria Otegi tras la cascada de titulares de esta semana? Es muy probable que no. Es cierto que la escenificación y los tiempos de la negociación de los Presupuestos Generales del Estado les han hecho aparecer esta vez como innecesarios, a pesar de que Sánchez los ha sacado adelante con exactamente los mismos votos y los mismos aliados que en 2020. Y, en realidad, lo son: sin sus seis diputados las Cuentas se aprobarían igual. Y eso escuece, y mucho.
Pero Sabin Etxea está decidida a hacer de la necesidad virtud y silba como si la cosa no fuera con ellos, a la espera de un golpe de efecto que es posible que llegue cuando el Senado ratifique el proyecto, a lo largo del mes de diciembre. «Nos necesitan más que nunca», insisten, seguros de que ni Sánchez les quiere tener como enemigos, ni puede permitirse prescindir de un aliado que le da barniz de moderación y le completa mayorías cuando aún queda media legislatura. ¿A qué viene si no retirar la controvertida proposición de ley sobre la D.O. Rioja después de agitar el avispero? ¿O dar plantón, una vez más, a la Conferencia de Presidentes porque las líneas de cercanías que debían llegar en octubre o los papeles del cacareado IMV no acaban de llegar? Siendo malpensado, y escuchando a Montero y a Bolaños lisonjear a sus socios «prioritarios», da la sensación de que se está preparando el terreno para una foto (el TAV, las transferencias, etcétera) que le baje los humos a Otegi.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión