Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
elcorreo.com
Jueves, 3 de mayo 2018, 16:37
Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.
Compartir
Hoy es un día extraño, de mirar hacia adelante, pero también de echar la vista atrás. Para el común de la ciudadanía, las décadas de violencia de ETA han formado parte, irremediablemente, de sus vidas. Durante años, la interrupción de la programación radiofónica y televisiva para dar paso a especiales informativos significaba casi siempre lo mismo: que la banda terrorista había vuelto a matar. O a intentarlo. Y así ocurría un día, otro, y otro con una cadencia monstruosa. Pero la vida, tras esas jornadas de estupor y rabia, volvía a la 'normalidad', si es que se le puede llamar así a un escenario de amenazas, extorsión y silencio impuesto, a un paréntesis entre un crimen y otro. ¿Todos se acostumbraron a vivir en esa 'normalidad'? No, este mísero sucedáneo de calma no estuvo al alcance de todos. Desde luego, no para quienes sufrieron de forma directa el golpe del terrorismo. Para ellos, todo se resquebrajó el día en que la banda atentó contra sus seres queridos. Niñas que han pasado media infancia en hospitales visitando a un padre parapléjico tras ser tiroteado, jóvenes que sueñan que su padre muerto les habla con un tiro en la garganta, viudas que han visto morir al amor de su vida... distintos formatos para un mismo horror. Estas son algunas de sus historias, hechas de dolorosas ausencias y de coraje para seguir adelante, publicadas en los últimos años en EL CORREO:
1
«Una parte de nosotros se ha ido con nuestro padre; intentamos sobrevivir, pero resulta muy duro», señala Floryan Nérin, de 26 años e hijo del policía francés Jean-Serge Nérin. «Una vida no es un 'daño colateral' y cuando se pierde es irreversible», sentencia el joven, quien recuerda la última vez que vio a su padre y los planes que tenía con él para ese día. (Sigue leyendo el reportaje)
2
El guardia civil Diego Salvá fue asesinado por la banda cuando tenía 27 años. Una bomba lapa acabó con su vida cuando acababa de recuperarse de un grave accidente de moto que le tuvo en coma durante un tiempo. Su padre, Antonio, explica que tuvo que aprender a convivir con el dolor inmenso de su pérdida: «Yo me he asomado al pozo de la desesperación y puedo asegurar que caer es muy fácil». (Sigue leyendo el reportaje)
ETA asesinó a su «otra mitad», el policía nacional Eduardo Puelles. «Cada día parece que fue ayer cuando le mataron». «Siempre le tengo presente. Soy monotemática, le nombro en cada conversación», se sincera Paqui Hernández, su viuda. Ella, que oyó el estruendo de la bomba que mató a su marido en Arrigorriaga, no soporta las sirenas y si un ruido la despierta en plena nocha, salta de la cama sobresaltada. (Sigue leyendo el reportaje)
Isaías se disponía a salir hacia su trabajo en el peaje de la autopista A1, a su paso por Bergara, cuando un terrorista le descerrajó cinco tiros junto a su casa, en Arrasate. Estaba casado y era padre de tres hijos. Su familia corrió a auxiliarle y asistieron a sus últimos momentos. «Fíjate que tenía cinco tiros, pero a mí el que más me marcó fue el de la garganta. Había días que soñaba y le veía que me hablaba con el tiro en la garganta…», recuerda su hija Sandra. Sus hijas y su viuda cuentan por qué tuvieron que cambiarse de barrio tras su muerte. (Sigue leyendo el reportaje)
Un terrorista de ETA disparó tres tiros a Joseba Pagazaurtundua mientras tomaba un café en el bar Daytona de Andoain. Tenía 45 años, estaba casado y era padre de dos chavales, Alain y Ander, de nueve y catorce años. Falleció nueve horas después en el hospital. Fue el epílogo que 'Pagaza' -así le llamaban sus seres queridos- temía, tal y como recogen algunos manuscritos que su familia descubrió años después de su muerte. «Ay madre, qué miedo tengo. He de salir a la calle, afuera esperan ellos, los que desean sangre. Ay madre, me han de matar y no puedo evitarlo», se desahoga en uno de sus poemas. (Sigue leyendo el reportaje)
Jordi Lidón, hijo de José María Lidón, magistrado de la Audiencia Provincial de Bizkaia asesinado en 2001, tiene dos hijos. Y lo que más le duele es que «no vayan a conocer a su aitite» y no saber muy bien cómo contarles, cuando son pequeños, las circunstancias de su muerte. Que le tirotearon delante de su amama cuando iba en su coche, que su tío Íñigo asistió a la escena y con sus gritos puso en fuga a los etarras...Jordi recuerda aquel aciago día. (Sigue leyendo el reportaje)
Froilán ocultó a su familia que el partido le quería poner escolta. «Era muy reservado, de los que dicen 'yo me lo guiso, yo me lo como', y a no ser que se viera muy agobiado, no lo soltaba», señala su hijo Josu. «El mismo día que lo asesinaron había un mensaje de la Ertzaintza en el contestador de casa en el que le informaban de que la próxima escolta era para él», revela. (Sigue leyendo el reportaje)
Cuando ETA mató a su padre y a su escolta, Sara tenía 19 años y estaba estudiando segundo de Psicología. «Fue una ruptura total», de «querer meter la cabeza en un agujero y no salir», recuerda. Con el tiempo, aprendió a mirar a la vida de frente, sin miedo, aunque hay algo que sí la preocupa: «Nos hemos acostumbrado enseguida a vivir sin la violencia, parece que se ha olvidado demasiado rápido lo que ha ocurrido», advierte(Sigue leyendo el reportaje)
Alberto Jiménez Becerril, teniente de Alcalde del PP en Sevilla, y su esposa Ascensión García regresaban de cenar con unos amigos. Estaban a punto de llegar su domicilio cuando dos miembros de ETA les abordaron por la espalda y efectuaron varios disparos. «Les mataron a veinte metros de donde dormían sus tres hijos», expresa la hermana del político, Teresa Jiménez Becerril. La banda terrorista dejó huérfanos a tres niños -dos chicas y un chico-, de cuatro, siete y ocho años. Ascensión llevaba en la mano tres claveles rojos con los que quería que los pequeños celebraran a la mañana siguiente en el colegio el Día Mundial de la Paz. (Sigue leyendo el reportaje)
José Luis Caso tenía la costumbre de hacer una pequeña parada en el bar 'Trantxe', situado delante de casa, antes de retirarse. Allí le tirotearon los terroristas, mientras su mujer terminaba de hacer la cena. «Me tocó el timbre el dueño del bar. Me dijo que bajara, que había pasado algo. Ya sabía yo lo que había pasado...», indica su viuda, Juani Pérez, quien revela que, después de la tragedia, todavía la seguían «llamando a casa para meterme miedo». (Sigue leyendo el reportaje)
Cada 10 de julio desde 1997 -cuando recibió la llamada en Escocia, donde había viajado para estudiar inglés, en la que le comunicaron que ETA había secuestrado a su hermano Miguel Ángel y había puesto un plazo a su vida- Marimar Blanco mira el reloj una y otra vez durante 48 horas, el tiempo que el concejal del PP estuvo retenido por la banda terrorista antes de ejecutarle con dos tiros en la nuca. «Me gusta volver a Ermua, pero es doloroso; todos los rincones me recuerdan a él», confiesa. (Sigue leyendo el reportaje)
«Le aconsejé que no se expusiera tanto. Los carnavales son un sitio bullicioso en el que es fácil que alguien se escabulla. Además, como director de una charanga popular tenía todos los boletos... Si querían encontrarle, ya sabían sus horarios y dónde iba a estar en cada momento», evoca Susana Ezkurra, quien recuerda el día en que su marido fue asesinado «delante de su hijo de 12 años». (Sigue leyendo el reportaje)
Rubén, el hijo menor del dirigente socialista Fernando Múgica, reivindica que «la ley» y no foros «pomposos» sea la encargada de cerrar las heridas. Recuerda, en este sentido, que los familiares de las víctimas «no hemos agredido a nadie», por lo que, sostiene, «no debemos reconciliarnos con nadie». «En mi casa el asesinato de mi padre no le cogió a nadie por sorpresa, en la medida en que mi padre encarnaba todo aquello que ellos querían violentar», relata. (Sigue leyendo el reportaje)
Consuelo Ordóñez, hermana de Gregorio Ordóñez, asesinado en un bar de Donosti, quiere que paguen los que en los años de terrorismo «no se manchaban las manos de sangre», que se construya «un relato con la verdad» y que la sociedad cambie para que ninguna familia más tenga que escuchar frases como «Ordóñez, devuélvenos la bala». Tres años después de la muerte de su hermano -tiroteado en un bar-, cofundó el Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite) en el País Vasco, que actualmente preside. (Sigue leyendo el reportaje)
Sonó el teléfono. Al otro lado, la voz de la tía abuela Joaquina, que había escuchado en televisión que Andrés Muñoz y Valentín Martín, dos artificieros de los Tedax, habían muerto en Madrid desactivando un paquete-bomba enviado por ETA contra Construcciones Atocha, empresa que trabajaba en las obras de la autovía de Leizarán. Virginia Muñoz, hija del primero de ellos, no podía creérselo. «Todavía no sabemos qué mal hacía la dichosa carretera», reconoce esta mujer, que ve «absurdo» que asesinaran a su padre, de 51 años, «por una autovía que no sabíamos ni dónde estaba». (Sigue leyendo el reportaje)
Emilia Lara Moreno perdió a su hija Vanessa, de once años, en el atentado que ETA cometió contra la casa cuartel de la Guardia Civil de Vic. La pequeña jugaba en el patio del recinto junto a sus tres hermanos cuando la bomba hizo explosión acabando con su vida y la de otras ocho personas, cuatro de ellas menores. El reloj apenas superaba en cinco minutos las siete de la tarde cuando miembros del comando Barcelona lanzaron un coche bomba, con la marcha atrás bloqueada, al interior del recinto. (Sigue leyendo el reportaje)
Son las seis de la mañana y Zaragoza permanece dormida. Un vehículo se detiene «a dos metros» de la verja que da acceso al cuartel de la Guardia Civil. «Perdone, pero ahí no se puede parar», le indican dos agentes desde el interior del recinto. Una persona se baja del 'Renault 18' y «echa a correr». De repente, empieza a salir humo del coche. «¡Es una bomba!», advierten. Pascual Grasa persigue al conductor, que se sube a otro vehículo y logra escapar. Su compañero, Jesús Cisneros, intenta avisar al equipo de desactivación de explosivos. «No dio tiempo», evoca Pascual. (Sigue leyendo el reportaje)
ETA perpetró el atentado más sangriento de su historia el 19 de junio de 1987 al hacer estallar un coche bomba en los almacenes Hipercor de Barcelona. El reloj marcaba poco más de las cuatro de la tarde. La explosión segó la vida de 21 personas, entre ellas, las de los padres de Jordi Morales, que sólo tenía sólo siete años cuando ETA le dejó huérfano. Sus progenitores fallecieron y también su futuro hermano, ya que su madre estaba embarazada de cuatro meses. «Me intentaron mantener al margen de todo. No fui ni al entierro, me quedé jugando», comenta. Era tan sólo un niño y recuerda que su abuela «no podía parar de llorar». Él y otras víctimas del atentado cuentan su historia. (Sigue leyendo el reportaje)
Una silla. 'La superviviente', la llaman. Es todo lo que quedó en pie de la casa del pueblo de Portugalete tras el ataque con cócteles molotov que sufrió el 25 de abril de 1987. Dos personas fallecieron en el atentado. Maite Torrano, ama de casa y militante del PSE, y Félix Peña, trabajador de Astilleros en Sestao. Otras ocho sufrieron quemaduras de diversa gravedad. Iván Ramos Torrano y Gorka Echave, hijos de una de las víctimas mortales y de uno de los heridos, respectivamente, así lo recuerdan. (Sigue leyendo el reportaje)
En plena campaña contra la construcción de la central nuclear de Lemóniz, un comando capturó al ingeniero jefe. José María Ryan, cuando salía del trabajo. Bilbaíno y padre de familia numerosa, su caso escenificó el inicio de una nueva crueldad: los secuestros con una fecha marcada para la «ejecución». El crimen se cometió el 6 de febrero de 1981. Los terroristas le dispararon a bocajarro y dejaron el cadáver abandonado en un camino forestal de la localidad vizcaína de Zaratamo. «Después de Lemóniz tuve pesadillas durante cuatro años», recuerda Javier Barrondo, uno de los ingenieros empleados en el proyecto y compañero de trabajo de Ryan. (Sigue leyendo el reportaje)
José María Portell, redactor jefe de 'La Gaceta del Norte' y director de la 'Hoja del lunes', se había labrado con sus palabras enemigos peligrosos. «Era un periodista muy valiente que intentó buscar el final de ETA», señala su viuda, Carmen Torres Ripa, también periodista, que tuvo que sacar adelante a sus cinco hijos, de entre 3 y 11 años, tras su asesinato. (Sigue leyendo el reportaje)
Cuando Maribel tenía solo cuatro años, un etarra dejó a su padre, Jesús Lolo Jato, postrado en una silla de ruedas para el resto de su vida. «La bala que le disparó nos atravesó a mi madre y a mí», se sincera. Jesús era policía local en Portugalete y tuvo la mala suerte de toparse con un terrorista, al que pudo abatir. No lo hizo porque, según confesó después a su familia, «no podría vivir con esa carga». (Sigue leyendo el reportaje)
Mari Mar Negro, hija de un trabajador de la central de Lemóniz, recuerda el atentado que cambió su vida y la de su familia. Entre las personas que fueron a ofrecerles sus condolencias, hubo un párroco de Portugalete, localidad de origen de su padre. «Me dijo que quería transmitirme el pesar por parte de ETA, que su intención no era que muriera ningún trabajador y que la culpa había sido de la central telefónica de Lemóniz por no avisar a tiempo, que mi padre había sido un daño colateral. Y le eché de casa», recuerda. (Sigue leyendo el reportaje)
ETA envió cartas con amenazas a las esposas de los agentes antes de asesinar al guardia civil José Antonio Pardines, su primera víctima mortal. En ellas, decían cosas como éstas: «Señora, convenza a su marido de que deje la Guardia Civil o marche a España», «no sería de extrañar que cualquier día que su marido se aventure a salir al monte (porque sabemos que va por caminos extraños)y aparezca con la cabeza separada del tronco o con el cuerpo agujereado a balazos». Las misivas no salieron a la luz hasta que la banda cometió su primer asesinato, el de guardia civil José Antonio Pardines, que estaba regulando el tráfico en la localidad guipuzcoana de Villabona cuando fue tiroteado. Tenía 25 años. Tras su muerte no cesaron las misivas. (Sigue leyendo el reportaje)
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.