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MANU CECILIO

Urkullu desdeña la memoria que solo busca «justificar la sinrazón» del terrorismo

El lehendakari defiende la autocrítica «de todos» pero apela a los responsables «directos e indirectos» de la violencia

Jueves, 10 de noviembre 2022

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El lehendakari, Iñigo Urkullu, ha abogado este jueves por una memoria construida sobre «la verdad de los hechos», una historia de lo sucedido que no busque «justificar la sinrazón» del terrorismo. Lo ha hecho en el Día de la Memoria, un 10 de noviembre que recuerda que sólo hubo una jornada del año en que no se produjo ningún atentado.

Urkullu ha elegido la sede de Gogora, en Bilbao, para presentar un documento al que su Ejecutivo concede gran valor. Es fruto de las reflexiones y los debates de un equipo conformado por Josu Elespe y María Jauregi, familiares de víctimas de ETA, y Axun Lasa, víctima de torturas y hermana de una víctima del GAL, y donde también han participado los historiadores Unai Belaustegi, Eider Landaberea y Virginia López de Maturana. Todos ellos le han acompañado en Gogora. 'Begiradak. Bases compartidas para la construcción social de la memoria en Euskadi' quiere ser un punto de encuentro entre víctimas diversas, el comienzo de algo que sus propios impulsores no aciertan a atisbar todavía. «Este documento es una valiosa aportación para la convivencia», celebró Urkullu.

Los nueve puntos del documento

  • 1. Futuro sin olvido. Según los autores, la sociedad vasca quiere mirar al pasado y conocer las vulneraciones de derechos humanos para asentar un modelo de convivencia duradero.

  • 2. Futuro con Memoria(s) Los limitados consensos sobre lo ocurrido obligan a esforzarse para hallar lugares comunes, como puede ser el marco internacional de los Derechos Humanos.

  • 3. Superación de los relatos autojustificativos. Suponen una dificultad para construir una memoria pública porque tienden a encerrar más en lo propio, marcar distancia con los demás y cronificar el escenario de 'unos' y 'otros'.

  • 4. Revisión crítica y autocrítica del pasado. La revisión conlleva una autocrítica que interpela directamente y sin excusas a quienes tuvieron responsabilidades directas e indirectas.

  • 5. Verdad. Es un derecho que conlleva un deber para las instituciones públicas, la academia y los agentes sociales. Necesita reforzar recursos y políticas para ser generado y transferido.

  • 6. Reconocimiento de todas las víctimas: eje de las políticas. Representan la injusticia radical de la violencia y lo intolerable de lo sufrido. Es fundamental para construir una convivencia democrática.

  • 7. Memoria pedagógica y deber de transmisión. Experiencias educativas como Adi-Adian y productos culturales de ficción pueden aportar otra visión complementaria a la formación reglada.

  • 8. Memoria compartida. La convivencia necesita romper los muros levantados para construir un nuevo espacio púb lico abierto, inclusivo, de respeto y de diálogo democrático.

  • 9. Memoria para la convivencia democrática. La sociedad vasca se pregunta por su pasado reciente, por las décadas de terror y graves vulneraciones que han formado parte de su vida.

«¿Cómo mirar a ese pasado que no podemos, no debemos, no queremos olvidar? Esa es la gran pregunta que nos estáis ayudando a responder. Nos ayudáis a mirar desde la verdad de los hechos, de todos los hechos. Mirar desde el conocimiento; desde el rigor y los principios de la ciencia histórica», apuntó. Pero el relato no es algo que se quede en los pasillos universitarios ni que pertenezca en exclusiva a los libros de historia. Por eso Urkullu pidió «mirar con los ojos de las víctimas, que representan el dolor, el sufrimiento y la injusticia más radical del terrorismo y la violencia política. Mirar desde su experiencia es el mejor acto de reconocimiento que les podemos tributar. Nos ayudáis a mirar desde la autocrítica y la asunción de la responsabilidad».

Conocidas las dificultades para describir cómo debe ser la memoria, el lehendakari optó por el camino inverso: cómo no debe ser el relato. «La memoria que busca justificar no es la mirada de la historia y la verdad. Es una mirada –dijo– al servicio de un relato que única y exclusivamente pretende justificar lo que ha sido, es y será una sinrazón ética, política y democrática». Lo hizo sin señalar directamente a quienes pretenden 'vender' relatos parciales.

Los actos de este año han estado marcados por la entrevista que el pasado domingo dio el exministro del Interior José Barrionuevo en la que hablaba de los GAL y se jactaba de su participación en el secuestro de Segundo Marey. Un hecho que ha sido aprovechado por los principales líderes de la izquierda abertzale, con Arnaldo Otegi a la cabeza, para poner el foco en la violencia ejercida por el Estado, una práctica «terrorista» condenada estos días por todas las fuerzas políticas vascas –por todas menos por EH Bildu, que se niega a usar el término condena–.

El miércoles, en el Día de la Memoria organizado por la delegación del Gobierno de España y el Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo, el delegado del Gobierno en el País Vasco, Denis Itxaso, condenó «la existencia del GAL», que provocó «un dolor que es el nuestro y restó crédito y legitimidad al Estado».

El lehendakari, en este sentido, reclamó autocrítica de todas y todos, sí, pero, sobre todo y muy especialmente, de quienes fueron responsables «directos e indirectos de décadas de terror y violencia política». «La autocrítica y la asunción de responsabilidad deben ser sinceras y consecuentes», zanjó.

El objetivo final de un relato veraz no es otro que cimentar «un modelo sólido de convivencia en el pluralismo político y la diversidad social» y «la garantía de no repetición» en un tiempo en que algunos jóvenes comienzan a tener una visión justificadora de la violencia pasada.

La cita de este jueves era importante y el Gobierno vasco quiso mostrarlo de una forma gráfica, con la presencia de los vicelehendakaris Josu Erkoreka e Idoia Mendia y la consejera Beatriz Artolazabal, a quien corresponden los asuntos de memoria, que estuvo acompañada por el viceconsejero de Derechos Humanos, José Antonio Rodríguez Ranz, y Aintzane Ezenarro, directora de Gogora.

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