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Carlos Totorika en el salón de plenos del Ayuntamiento de Ermua. Félix Morquecho
20 años sin Miguel Ángel Blanco

Carlos Totorika: «Ermua supo superar el miedo y ganar la calle»

6 - El exalcalde de Ermua ·

El regidor, que encabezó y encauzó la rebelión cívica de su pueblo, lo tuvo claro desde el inicio del secuestro: «Teníamos que pelearnos con ETA»

Arantza González Egaña

Domingo, 9 de julio 2017

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A Carlos Totorika (Ermua, 1956) se le hace cuesta arriba rememorar los trágicos días del asesinato de Miguel Ángel Blanco. El político socialista, alcalde del municipio vizcaíno en los últimos 26 años, era la máxima autoridad de Ermua aquel 10 de julio de 1997 en que le comunicaron que ETA había secuestrado a uno de sus concejales. A Blanco, el joven que apenas llevaba un par de años en la corporación y con el que el regidor mantenía «una relación más bien formal». A partir de aquel julio, su biografía estará siempre íntimamente ligada a la del edil asesinado. Totorika rememora la respuesta institucional de Ermua que él encabezó «firme, decidida, muy clara y muy rotunda» contra la barbarie. Y la movilización ciudadana que nació en su pueblo y que sirvió para comenzar «a superar el miedo a ETA y ganar la calle frente a los violentos».

-¿Quién le informa del rapto?

-Me llamaron dos personas: un concejal que se había enterado de que la delegación del Gobierno estaba preguntando por Miguel Ángel y unos minutos más tarde el propio delegado, Enrique Villar, que me lo confirma oficialmente.

-Cuando escucha la palabra secuestro, ¿qué se le pasa por la cabeza?

-Tenía ya 41 años, había conocido la Transición y sabía lo que era vivir con ETA. Por eso pensé desde el primer momento que las probabilidades de Miguel Ángel eran muy escasas. Mi cerebro me dijo que la cosa era muy difícil, porque pedían algo imposible; era un chantaje abierto y la respuesta del Estado no podía ser que iba a trasladar a todos los presos a Euskadi. Aquello era como una especie de asesinato anunciado. También pensé que, en todo caso, teníamos que hacer todos los esfuerzos por salvar la vida de Miguel Ángel. Intentar pelear, mantener la esperanza y luchar contra ETA como organización política que asesinaba y que impedía la libertad de todos. Teníamos que pelearnos con ETA. Tener una actitud abiertamente enfrentada y muy clarita desde el minuto cero.

-¿Qué es lo que le toca asumir como alcalde en aquellas horas?

-Yo estaba en ese momento en Mondragón. En la media hora de trayecto de regreso a Ermua, hicimos un brevísimo análisis de lo que teníamos delante. Tuvimos claro que teníamos que apostar por la propia vida, porque echar un pulso serio era significarse y pasar a ser ‘la clientela’ de ETA. En esos minutos, llamamos a la Policía Municipal para que con la megafonía del coche convocara a una manifestación a los vecinos. Llamamos también a un pleno del Ayuntamiento y a bastantes medios de comunicación para ponerles al tanto, aunque muchos ya estaban informados. Iniciamos la respuesta institucional, la respuesta en claves de movilización contra ETA. Eso en la primera media hora. Nos encontramos en aquella primera manifestación con 2.000 personas. La respuesta fue abierta, masiva y enfrentada, claro.

-¿Por qué su pueblo coge el toro por los cuernos?

-Supongo que fueron varios factores. Hubo una respuesta institucional firme y decidida, muy clara, muy rotunda, que había tenido anteriores episodios de enfrentamiento con HB, cosa que en otros sitios quizás no ocurría. Hubo también una movilización desde el minuto cero. Todas las iniciativas se escuchaban y se coordinaban. Atendimos a la familia recibiéndola como si fuera su casa, o más que su casa. Se organizó hasta la entrega de bocadillos y agua a quienes iban llegando, porque la hostelería y el comercio estaban cerrados y no había otra forma de montarlo. Creo que nos identificamos con una persona, cuando los terroristas solo buscaban cosificar a sus víctimas.

-¿Y qué hace que la respuesta fuera tan masiva?

-Pedíamos algo muy razonable, que liberaran a Miguel Ángel. En clave de discurso político, aquí se dejó de hablar del conflicto, de la patria y de los derechos históricos y se puso encima de la mesa que a una persona no se le podía asesinar. Se creó cierta expectativa de que luchando con el objetivo de intentar pelear por el derecho a la vida de Miguel Ángel y por su derecho a la libertad, en realidad estábamos defendiendo la libertad de todos. Y se daba una expectativa de que eso era posible en un tiempo en que las movilizaciones eran muy pequeñitas, reducidas y complicadas. Se empezó a superar el miedo. Teníamos muchas ganas de llamarles asesinos, de superar el miedo y la parálisis.

-¿Intermedia con algún representante de la izquierda abertzale?

-No, no me habrían escuchado. Así lo pensé entonces y lo pienso hoy. No habría tenido efecto, porque la batalla contra ETA no se producía llamándoles a la puerta, sino ganando en discurso político, superando el miedo y ganando la calle. Y eso comenzó en Ermua. Se ha hecho todo un recorrido histórico, largo y durísimo, que hemos tenido que sufrir también después del asesinato de Miguel Ángel.

-¿Cómo recuerda el instante en que les confirman que le han disparado?

-Las probabilidades de que le mataran eran altas y, a las cuatro y unos minutos del sábado, se confirmaron. Estábamos en el Ayuntamiento charlando en grupo y esperando a ver qué pasaba. A las puertas se habían concentrado muchos miles de personas, la calle estaba abarrotada de gente. Tuve que salir al balcón a dar la noticia. La traducción que hicimos es que estaba muerto, la verdad es que se le conservó con vida unas horas, pero con dos balazos en la cabeza... En fin. Lo comunicamos y vivimos el drama de las caras de dolor y de rabia absoluta en aquellas calles. Recuerdo haber dicho que teníamos que actuar de forma ordenada y cosas de este tipo, porque veía que aquello era un polvorín.

-¿Cómo reaccionó?

-Lo que se oía era una especie de rugido, bajamos del Ayuntamiento y encabezamos una manifestación hasta Eibar para convertir toda aquella energía brutal en algo positivo. Aquello se podía escapar de las manos de cualquiera, era un momento de enorme tensión y energía. Las tres o cuatro horas de caminata con un sol de julio nos dejó a todos más aplanados. Lo vivimos así, con horror y con una angustia brutal.

-¿Qué queda del 'espíritu de Ermua'?

-El término se desgastó de tal manera que me da mucha pereza hablar de él, porque se usó, se tergiversó y se manipuló para fines partidarios. Si le llamamos espíritu a la expectativa de que podíamos y debíamos pelear contra ETA e intentar conseguir la libertad -es decir, que ETA no nos amenazara-, eso existió y existe. En Ermua se peleó honradamente y con mucho esfuerzo durante mucho tiempo por conseguir la libertad y por tener esa esperanza; y esa ilusión en buena medida se ha conseguido. Ese tesón por pelear las libertades de todos existió infinitamente más que en otros muchos municipios vascos. Muchas veces he pensado sobre qué sustrato se pudo construir la pelea seria contra ETA. Y una parte muy importante de ese sustrato fue la pluralidad de orígenes y de ideologías que convivían en Ermua. Si hubiéramos tenido una mayoría nacionalista, probablemente esto no habría ocurrido. Es como lo veo y lo pienso.

-¿La gente le para estos días por el pueblo?

-No mucho. En Ermua hemos vivido también el agotamiento por la defensa de las libertades.

-Han pasado 20 años hasta que ETA ha entregado las armas.

-Creo que ha acabado pagándolo. Ha sido muy pesado y muy doloroso, pero darle la vuelta al fanatismo y ganarle la batalla requería un esfuerzo muy serio.

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