La soberbia, el pecado a evitar
Análisis ·
El 'caso De Miguel' nunca ha pasado factura al PNV en las urnas pero los jeltzales saben que reaccionar con suficiencia sería tan temerario como suicidaExisten varias razones para pensar que el 'caso De Miguel' (pese al empeño del PNV en no pronunciar el nombre del principal imputado en la ... mayor trama de corrupción juzgada en Euskadi) no pasará factura electoral a los jeltzales. La más poderosa es que, en los trece años transcurridos desde que la abogada Ainhoa Alberdi pusiera en conocimiento de la Fiscalía la 'mordida' que le reclamaban los ahora condenados en firme, el escándalo jamás ha tenido consecuencias en las urnas para Sabin Etxea.
En mayo de 2015, apenas dos meses después de que el juez Roberto Ramos dictase la apertura de juicio oral con un auto que dejaba acreditada la existencia de una trama organizada de cobro de comisiones ilegales en torno a cualificados exdirigentes peneuvistas, el PNV demostró un envidiable músculo electoral en unas municipales y forales en las que, tras el tsunami de Bildu en 2011, recuperó las dos principales instituciones guipuzcoanas, consolidó su incontestable hegemonía vizcaína y sentó las bases del regreso al poder en Álava, epicentro del terremoto. Fue el inicio de un camino que culminaría en 2019 al lograr imponerse ya en las seis principales instituciones vascas, incluida la difícil plaza vitoriana, y retener todo el poder gracias a la bien engrasada coalición con el PSE.
Tras la apertura de juicio oral en 2015, el PNV no se debilitó y recuperó posiciones
Quedaban entonces siete meses para que la Audiencia alavesa diese a conocer la sentencia que condenaba a De Miguel, Ochandiano y Tellería a penas de cárcel. El fallo, tan demoledor como el que ahora ha emitido el Supremo, tuvo una incidencia igualmente nula en el rendimiento electoral del PNV. Las autonómicas tocaban en abril pero la pandemia y el confinamiento difuminaron los contornos de la realidad hasta tal punto que ni siquiera hubo elecciones. Se celebraron en julio de 2020 y el PNV no solo mejoró posiciones, sino que materializó el objetivo de sumar mayoría absoluta con sus socios.
Ahora, con otros comicios en el horizonte más inmediato, los sociólogos de cabecera del partido barruntan que tampoco se producirá esta vez una relación causa-efecto. Efectivamente, y he ahí otra razón para presuponer que no habrá castigo electoral, la corrupción y el fraude están a la cola de las principales preocupaciones de los vascos, a años luz de las estrecheces económicas, laborales y de... Osakidetza.
Es esa simbólica quiebra de confianza en la sanidad vasca, y, por extensión, su potencial efecto cancelador del mito de la excelencia gestora jeltzale, lo que podría haber llevado al PNV a revalidar la petición de perdón a la sociedad vasca y al lehendakari a poner el énfasis en la ética. Seguramente, el PNV, que en aquel lejano 2015 hablaba de un «deseo insano» por trasladar que «también» en Euskadi hay corrupción y sembraba dudas sobre la labor de la Fiscalía, ha comprendido, en este turbulento 2023, que el peor pecado capital en que podría incurrir es el de la soberbia, de difícil digestión para una sociedad que les sigue viendo en parte y según sus propias conclusiones como una sigla tendente al amiguismo. «Ninguna organización humana con responsabilidad de gobierno está libre de esta lacra intolerable», asumía ayer el burukide Koldo Mediavilla, una de las voces con más 'autorictas' del EBB. Sabe el PNV que el haber logrado situarse como guardián de los intereses de Euskadi en el imaginario colectivo han servido para neutralizar los efectos nocivos de sentencias como la conocida el martes. Pero también que en un contexto manifiestamente líquido como el actual, con el voto joven y abertzale en ardua disputa con Bildu, situarse por encima del bien y del mal y fiarlo todo a la debilidad de la alternativa sería tan temerario como suicida.
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