Rajoy y Aznar deben hablar
Parece complicado que el PP pueda sobrevivir al sartenazo de una sentencia con centenares de años de cárcel que viene a construir el relato de toda una época. Ese «auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional», que establece el fallo judicial, constituye en sí mismo una suerte de fuente de información histórica que deberán consultar las historiadoras que se animen a narrar qué fue de un partido que salió de Fraga y que amenaza con diluirse en Rivera.
Mira que dura poco la alegría, también en casa del rico. Había sacado el PP los Presupuestos con el fórceps del PNV, siempre guiado por el interés propio envuelto en razones solemnes, y al rato van los jueces y dicen que hay contabilidad paralela, financiación ilegal y una práctica corrupta sostenida en el tiempo. Por si quedaban dudas, Zaplana a la cárcel, sin la anestesia de la fianza.
Ni siquiera los defensores de guardia: los Casado, Hernando, Maillo, fajados en campos de tierra en despejar a córner los balones más envenenados, dan abasto en la tarea de achicar los espacios de tan devastadora sentencia.
No sé cómo tendrá que entrar Rajoy en los sitios a partir de ahora, después de haber dicho, muy serio, que esto era una causa general contra el PP (2009); tras decir que «nadie podrá probar que no es inocente», sin caer en la cuenta que dos negaciones afirman; después de dorar la píldora con «dejemos actuar la justicia» y viva la presunción de inocencia. Después de todas esas maniobras orquestales en la dilación de responsabilidades, se encuentra el PP con una sentencia que, por abreviar, le encasqueta al tesorero Bárcenas la friolera de 33 años y a la mujer de éste, Rosalía Iglesias, 15. Ahora se encomiendan a la segunda vuelta del Supremo, pero la suerte está echada.
Bien. La sentencia pilla a la oposición, por este orden, con Pedro Sánchez obligado a presentar una moción de censura que, salga o no salga, le consolide como alternativa. A Pablo Iglesias, con el catalejo enchufado a su ombligo inmobiliario. A Rivera, que tenía pensado dejar cocer en su propia salsa al PP para llevarse hasta los despojos, y que ahora pide elecciones anticipadas, pero antes debe pronunciarse sobre la moción de censura.
Hay una sensación de destrozo en todo esto, de crisis institucional en un partido que hizo una oposición brutal en el 93-96 con la bandera de luchar contra la corrupción, y ahora esto. Rajoy tiene que hablar y Aznar no puede callar.