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Un grupo de menores rodea el lugar del atentado, aquel día, poco después de echar serrín. Maite Bartolomé
El químico al que confundieron con un policía

El químico al que confundieron con un policía

40 aniversario ·

A Jesús Ildefonso García Vadillo ETA le confundió con otra persona y le asesinó el 29 de abril de 1985 cuando caminaba con su hija de 5 años. «¡No soy yo, no soy yo!», les gritó

Lunes, 28 de abril 2025, 00:52

Jesús Ildefonso García Vadillo tenía 32 años y era químico. Trabajaba de analista industrial en los laboratorios de control de calidad de una empresa radicada en Basauri. Según destacaron las crónicas de la época, no tenía filiación política ni había estado amenazado jamás. Aquella tarde del 29 de abril de 1985 caminaba por las calles de Galdakao con su hija, de cinco años, cuando le abordaron dos etarras muy jóvenes, un hombre y una mujer que los numerosos testigos presenciales estimarían que tendrían entre 20 y 25 años. Tal y como detalló este periódico hace cuatro décadas gracias a esos testimonios, García Vadillo repelió el primer ataque tras ver que los etarras empuñaban sus armas y emprendió una breve huida de unos 30 metros tras pedir a un vecino que se quedara con la niña. Le hirieron, le alcanzaron y él les gritó varias veces: «¡No soy yo, no soy yo!». No sirvió de nada.

Seis casquillos de 9 milímetros parabellum de la marca F. N., una munición que era ya entonces la firma de ETA, disipó pronto cualquier duda sobre la autoría del asesinato. Todo apuntaba a una equivocación de la banda. Una más. Sucedió otras veces, como con el hostelero José Javier Urritegui, que fue asesinado porque ETA le confundió con el anterior propietario del bar Chaplin de San Sebastián. O el pescatero bilbaíno Luis Reina, al que le costó la vida compartir nombre con un policía nacional. También el GAL tiene entre sus víctimas numerosos asesinatos en que se equivocaron de persona.

Con cuatro impactos de bala, dos de ellos en la cabeza, los médicos no pudieron hacer nada por García Vadillo. Ingresó cadáver en el hospital de Basurto. La hija fue conducida a una farmacia cercana, donde atendieron también a la esposa de García Vadillo, que recibió el aviso mientras trabajaba en Bilbao. Parece que, en aquella primera llamada, le dijeron que su marido «había sufrido un accidente» y que supo lo sucedido al llegar.

Los dos etarras actuaron a plena luz del día y a cara descubierta. Realizaron «ocho o nueve disparos», según los testigos, y algunos de ellos se incrustaron en una fachada cercana y otro proyectil rompió la luna de una tienda de electrodomésticos. Los dos miembros de ETA huyeron a pie, «sin excesiva prisa», según los testigos presenciales. Cuando se marcharon, llevaban las pistolas a la vista, pegadas a la pierna, mientras caminaban por la calle Juan Bautista, la arteria principal de Galdakao. Luego subieron a un Seat 127 azul, que había sido robado horas antes, donde les esperaba un colaborador.

Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad acordonaron la zona y colocaron diversos controles para intentar atrapar a los autores. Conocían la matrícula del Seat 127 en el que huyeron: Bi-4437-I. No fue suficiente.

Un parecido físico

Con la intención de contar su historia, este diario ha intentado ponerse en contacto con la familia por varias vías, sin lograrlo. Se sabe que Jesús Ildefonso García Vadillo había nacido en la localidad vallisoletana de Alcazarén, una pequeña localidad agrícola de 600 habitantes que forma parte de la comarca de Tierra de Pinares. De soltero, García Vadillo vivió en Bilbao y se mudó a Galdakao después de contraer matrimonio. Se sabe de él, también, que cada día recogía a su hija en la parada del autobús cuando ella regresaba del colegio Vizcaya. Y que sus compañeros de trabajo realizaron un paro al día siguiente del crimen y se manifestaron en protesta por el asesinato en las calles de Galdakao. Todo un gesto en su memoria, en los años de plomo. También acudieron al lugar donde le habían matado y depositaron allí una corona de flores.

Todo apunta a que Jesús Ildefonso García Vadillo tuvo la mala suerte de parecerse físicamente a un policía del cuartel de Basauri. Esa fue la hipótesis más probable manejada por los investigadores para explicar el caso. Durante el funeral, que se celebró en la parroquia de Santa María de la Asunción de Galdakao, el gobernador civil de Bizkaia, Ignacio López, recordó al químico como «una de las víctimas más absurdas e inhumanas que se ha cobrado el terrorismo».

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