Los planes de futuro no decidieron las últimas elecciones vascas. Ni las de 2016 ni las de 2012. La explicación a las sucesivas victorias del ... PNV y al apoyo a su coalición de gobierno con los socialistas no estuvo ni está en el horizonte proyectado. Son victorias basadas en premios a no crear problemas a los ciudadanos y en la falta de una alternativa viable y creíble, no en expectativas. Por eso no termina de sintonizar la oposición con la ciudadanía cuando acusa al lehendakari Urkullu de no ofrecer nada nuevo, una de las críticas más generalizadas y recurrentes que hacen los partidos de la oposición, incluido el último pleno de política general. Un proyecto agotado, que no ilusiona, que carece de ambición, dicen.
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El quietismo le había venido bien tanto al lehendakari como al PNV hasta el momento. La pandemia tampoco dio oportunidades para el lucimiento y la opinión pública no evolucionó en el sentido deseado de aumentar sus ganas de autogobierno para protegerse y cuidarse mejor. El 'statu quo' territorial tiene más defensores que cuando se celebraron las últimas elecciones. A pesar de ello, la estrategia política pospandémica desde el principal partido del Gobierno vasco viene cargada de ruido en la dimensión territorial este otoño. Como si quisieran dejar solos a los socialistas vascos en el espacio central que representa a la mayoría de los vascos.
Al PNV le va a costar activar la dimensión territorial. El estado de ánimo de sus votantes no se ha modificado por no llegar a ninguna parte con la ponencia de autogobierno. Que el titular que más han recogido todos los medios sobre el pleno de política general sea el que sitúa en 1839 el ideal territorial de los nacionalistas vascos no es casual. Como tampoco que se haya presentado simultáneamente desde el Gobierno un listado de agravios recentralizadores en forma de libro que reparten culpas entre los gobiernos estatales populares y socialistas. El cuadro se completa con el presidente el PNV llamando flojos a sus compañeros de Gobierno.
Es como si el PNV hubiera pasado a la oposición y empezara a criticar la que ha sido su estrategia ganadora de los últimos años, el quietismo. Ha pasado al ataque y puede que las próximas elecciones puedan ser las primeras de los últimos años en las que el futuro entre en las urnas. La pena es que esa oferta de futuro no tiene pinta de estar relacionado con la digitalización, el envejecimiento, la robotización, el cambio de modelo energético, los nuevos empleos verdes o el cambio climático. Parece que la gran abstención de 2020 se va a intentar solucionar con la activación del tema territorial.
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