Puente y la 'política Deluxe'
Andamos algo confusos con eso de la necesidad de adecentar la democracia
Hace días que no se habla de otra cosa. La maledicencia del desfachatado Óscar Puente, especulando sobre la presunta adicción del mandatario argentino, Javier Milei, al consumo de sustancias ilegales ha desencadenado un previsible terremoto diplomático y político y generado exactamente el nivel de ruido y crispación que sus promotores deseaban provocar, empleando para ello una fórmula de entretenimiento similar a la que apuntaló el éxito televisivo del extinto 'Sálvame', donde Pedro Sánchez tuvo por cierto su primer bautismo mediático, teléfono de aludidos mediante, cuando apuntaba ya maneras de líder populista en ciernes.
Los que no sabemos si darnos por aludidos o no somos los ciudadanos y singularmente los periodistas. Que andamos algo confusos con eso de la necesidad de adecentar la democracia, pues un día el presidente del Gobierno nos sermonea con la urgencia de erradicar las insidias, los bulos y las calumnias que tienen el patio de la política hecho un lodazal, y al siguiente, es su ministro de Transportes, dispuesto a «jugar duro» en las redes sociales para no caer en la irrelevancia (según propia confesión) quien difama, entre risotadas nerviosas, al presidente de un país hermano que, por esperpéntico e indeseable que nos resulte a los españoles, goza de la legitimidad que le da el haber sido votado por la mayoría de los electores argentinos. Cosas de la democracia que Sánchez se ha propuesto regenerar, haciendo que otros le hagan el trabajo sucio.
Aunque el disparate institucional y diplomático parezca antológico, no hace falta ser un avezado observador para adivinar que el objetivo de tan imprudente bravata no ha sido escogido al azar. Milei es, en el imaginario sanchista, el equivalente a un «supervillano» de cómic. El último líder ultraliberal emergente del mundo hispano, con fuertes lazos con la «fachosfera» global y la ultraderecha española, como se desprende de la lectura del comunicado de réplica que su Gobierno ha emitido a raíz del incidente, totalmente alineado con el argumentario de Vox contra Sánchez, acusándole de vender España a los separatistas y de poner en peligro a las mujeres españolas por la inmigración ilegal. De ahí que el PSOE crea que meterse con él le hace ganar enteros en suelo patrio.
Sánchez conoce bien el paño. Por lo que no sería de extrañar que él mismo haya ordenado a Puente lanzarse a la yugular de Milei, que había anunciado ya que viajaría a España a apoyar a los de Abascal en la campaña electoral europea. Acusarle de drogadicto era garantía segura de que se desataría una crisis que ha funcionado eficazmente para reforzar el mensaje de ambos contendientes, cebando esa cruzada que Sánchez se ha autoimpuesto para mantener a la extrema derecha fuera de las instituciones, a la manera de los superhéroes de la Liga de la Justicia.
Entrevistado por la presentación de su novela 'La última función', decía el escritor Luis Landero que «hemos convertido la política en un 'Sálvame De Luxe', un cotilleo tóxico que nos embrutece». Solo falta ya que Begoña Gómez se someta al polígrafo de Conchita.
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