Pradales, un año para hacerse con la makila
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Al cumplirse doce meses de su jura en Gernika, el lehendakari da muestras de reivindicar un espacio y un discurso propios y da prioridad a pacificar los frentes abiertos en la gestión pese a su alto costeHace unas semanas, Iñigo Urkullu desveló que entregó a Imanol Pradales un legado escrito de «1.000 folios» para ayudar en la transición entre ambos ... mandatos, tensa en principio por la inesperada designación del exdiputado foral vizcaíno como candidato del EBB a lehendakari. Un año después del discurso de investidura de Pradales -una efeméride que se cumple este próximo viernes mientras que el domingo 22 el jefe del Ejecutivo vasco celebrará el primer aniversario de la jura del cargo en Gernika-, el lehendakari ha logrado como mínimo liberarse del peso de esos centenares de páginas y empezar a escribir su propio relato al frente de Ajuria Enea. «Ha conseguido que se le vea como lehendakari relativamente rápido, se ha hecho con el puesto con todo lo que eso conlleva», analiza un alto cargo que ha trabajado cerca de Pradales en estos doce meses.
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Ciertamente, a la hora de hacer balance del primer año de mandato de Imanol Pradales Gil, que accedió al cargo con la promesa de gobernar con «sensibilidad emocional», lo primero que aflora es el empeño que el lehendakari ha puesto en marcar un estilo propio y reivindicar su espacio con uñas y dientes pese al empeño de sus propios socios, los socialistas vascos, por atarle en corto y sacar cabeza. En su equipo hablan de «asumir riesgos» y «romper los esquemas establecidos», de hacerse su «propio traje a medida» de lehendakari, con decisiones controvertidas pero acertadas -defienden- como alumbrar el Ejecutivo más amplio de la historia de Euskadi con quince consejeros; sus detractores aprecian, en cambio, una trabajada operación de «marketing político».
La tarea de hacerse con las riendas, en cualquier caso, no era sencilla, sobre todo porque la bicefalia plácida con el anterior líder del PNV, Andoni Ortuzar -el responsable directo de su designación, que le cedió deliberadamente gran parte del foco para ayudar a la sigla a remontar el vuelo-, se vio interrumpida por el sorpresivo cambio en la presidencia del PNV. Aitor Esteban llegó a Sabin Etxea con nuevos bríos y con la promesa de recuperar la voz del partido frente a la de las instituciones. Aunque finalmente el EBB no ha nombrado portavoz y los delicados equilibrios internos se mantienen, la reacción de Pradales fue muy significativa: multiplicar su agenda pública hasta una media de casi tres actos al día. El objetivo, sin duda, asentar su liderazgo, mejorar los escasos índices de conocimiento ciudadano de los que partió (hoy llega ya al 75% según el último Sociómetro) y escalar en los ratios de aprobación ciudadana, en los que ahora marca un 5,4, la nota más alta entre todos los líderes vascos. «La única forma de hacer frente a Bildu es con un liderazgo sólido y con un mensaje claro», abundan en el PNV.
Esa segunda pata, la del mensaje, también la ha explorado Pradales, con algunos golpes de efecto de resultado desigual. Por ejemplo, intentó que su arranque de mandato se escribiera con los renglones que dicta el nuevo contexto geopolítico mundial, con Trump marcando la agenda y el populismo como nueva religión y alimento de extremismos de izquierda y derecha. Sobre esa base, propuso un pacto ético para mantener Euskadi alejada de la política espectáculo, pero pasó con más pena que gloria y la oposición despachó la idea entre el rechazo y la indiferencia. Ahora, ha intentado reconvertirlo en una ponencia parlamentaria «de calidad democrática» cuyo recorrido político está aún por ver. De las 16 leyes que contempla aprobar en la presente legislatura, el Gobierno solo ha remitido por ahora al Parlamento una, la de Transparencia, 'colgada' además desde la legislatura anterior.
Sin embargo, Pradales y su equipo no renuncian, en absoluto, a la idea del 'oasis' vasco como argumento central de su acción política. Incluso rompiendo tabúes como el de la escisión del PNV en los ochenta: el acto de homenaje al primer Gobierno vasco y al lehendakari Carlos Garaikoetxea que se celebrará mañana en Ajuria Enea pretende escenificar la «reconciliación» con ese sector escindido del PNV que acabó diluido en Bildu. Toda una carga de profundidad en un momento en el que Pradales es muy consciente de que los de Arnaldo Otegi, empatados a escaños con los jeltzales en el Parlamento vasco y decididos a confrontar modelos pero sin renunciar a disputarle la apuesta por la institucionalidad, son el rival a batir.
Pero siempre con mano de hierro envuelta en guante de seda. Este mismo viernes, en el acto que protagonizó con trazas de 'coach', micro de diadema, sin atril y en mangas de camisa, -muy al estilo Deusto, marca de la casa-, Pradales aplaudió la labor de la oposición porque «nos ayuda a mejorar». En un gesto inédito en política, repasó una a una las aportaciones de todos los grupos, incluido Vox, a pesar de que al inicio de su mandato reculó de su intención inicial de recibirles y les excluyó de la ronda de contactos. En definitiva, se trataba de presentar a Euskadi como el reverso del hervidero madrileño, polarizado y manchado de nuevo por la corrupción.
Frente al Estado «jacobino»
Esa es otra de las señas de identidad, curiosa, sobre la que Pradales ha querido construir su figura política, la del lehendakari resistente frente a una capital, Madrid, que «drena» los recursos de la periferia. En su primer Aberri Eguna como orador, su inflamado discurso contra el Estado «jacobino» eclipsó a un Esteban mucho más plano. En esa clave debe leerse también la penúltima de las intervenciones de deliberado impacto que ha protagonizado, consciente del rechazo que Isabel Díaz Ayuso despierta en Euskadi y deseoso de explotarlo en paralelo a su buscada imagen de líder dialogante.
La presidenta madrileña se lo puso en bandeja con el «numerito» de los pinganillos y Pradales se erigió no sólo en defensor del euskera sino de la diversidad y la pluralidad de España. A pesar de que su Ejecutivo es consciente de que, al tiempo que defiende la revitalización de la lengua vasca, la decisión sobre dónde poner el listón para exigir su conocimiento en el sector público le genera un problema de primera magnitud.
Hasta dejó en el aire Pradales la posibilidad de no regresar a las Confererencias de Presidentes, un reflejo de la relación ambivalente que ha mantenido con el poder central. Sus cuatro reuniones públicas con Sánchez -ha habido alguna más sin cámaras- pretendían poner el foco en otra de las obsesiones del lehendakari, el blindaje del autogobierno, el cierre del Estatuto de Gernika (con la transferencia de la gestión del régimen económico de la Seguridad Social como santo grial) y la escenificación de una bilateralidad, si no jurídicamente reconocida en un nuevo estatus que nunca ha sido su prioridad, sí al menos visible en la práctica. La bomba que ha supuesto el 'caso Cerdán', no obstante, marcará un punto de inflexión: Pradales, mucho más explícito que su partido, ya ha avisado esta semana de que la legislatura española entra en «otra pantalla».
Por lo demás, el mayor afán del lehendakari en su primer año de rodaje ha sido cerrar los frentes abiertos en la gestión gubernamental y apaciguar los conflictos sindicales en la Administración vasca, aunque esa paz social tenga un alto coste. No sólo por las partidas necesarias para responder a las demandas salariales de la Ertzaintza y los profesores de la educación pública -las dos grandes carpetas ahora cerradas- sino por cómo esa política alimenta el bucle de un país en buena medida funcionarial y expone las contradicciones del discurso del lehendakari al denunciar la brecha creciente entre el sector público y el privado.
Aun así, Pradales, con fama de ser más liberal que su predecesor, el socialcristiano Urkullu, ha buscado engrasar las relaciones con la empresa y la patronal, con la reindustrialización de Euskadi y el nuevo fondo de inversión público-privada como banderas. Un intento de enderezar la nave y recuperar a las clases medias y al tradicional voto moderado jeltzale que le ha llevado a abrir melones incómodos como el migratorio, con el invierno demográfico que amenaza el futuro de Euskadi como telón de fondo.
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