Un mes del pospablismo, nueva era
Al cumplirse hoy un mes de la salida de Iglesias de la primera línea se constata alivio y menos bronca interna en el Gobierno, pero el futuro del espacio político que representa es incierto
Pablo Iglesias ha hecho bueno ese viejo dicho con el que se despide, irónicamente, a los que están de salida: tanta paz lleves como descanso ... dejas. Nunca antes la retirada de la primera línea de un dirigente político había provocado tan unánime sensación de alivio y tanta despreocupación a la hora de exteriorizarla. Opinadores de todo pelaje (con la llamativa excepción de Luis María Ansón), pero también rivales políticos, y, por lo bajini, compañeros de filas y por supuesto los ministros socialistas a los que sobresaltaba a diario en sus tiempos de vicepresidente segundo han aplaudido su decisión de dejar la política, comunicada hace hoy justo un mes tras el fiasco de su extemporánea candidatura en las elecciones madrileñas. Hasta el CIS de Tezanos ha sentado cátedra, al revelar que un rotundo 70% de los españoles considera «positiva» su salida de escena para rebajar la crispación.
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La sensación de que la estrella de Iglesias había empezado a declinar sin remedio y de que ya generaba más rechazo que réditos políticos fue especialmente notoria en la campaña del 4-M, cuando su empeño en presentarse como cortafuegos del «fascismo» se reveló, a la postre, como un claro exponente de miopía política. Nadie entendió que le llamaran 'ultra' o que le restregaran por la cara el voto y los berberechos. Bastaba recorrer los cenáculos madrileños en esos días para constatar que la sombra del chalé de Galapagar era más que alargada y que Isabel Díaz Ayuso contaba con una baza añadida al fervor del gremio hostelero: el antipablismo. En la calle, tanto se escuchaban los elogios a la presidenta como los exabruptos contra «el coletas». Consciente del peso de su leyenda (o eso hizo ver), se la cortó unos días después y el asunto se vendió como exclusiva periodística. En realidad, el simbolismo de esa imagen certificaba el comienzo de una nueva etapa tanto en el Gobierno de Pedro Sánchez como en Unidas Podemos.
Un mes después, el efecto ha sido bastante más notable en el Ejecutivo que en el partido, pendiente del 'Vistalegre IV' del 13 de junio (aunque se celebrará en Alcorcón), en el que se empezarán a visualizar los nuevos -o no- equilibrios de poder en Unidas Podemos. ¿La razón? La «feminización» de la ejecutoria política dictada por Yolanda Díaz, que ha sucedido a Iglesias no solo como vicepresidenta (en su caso, tercera), sino también como la persona con mando en plaza en la fracción podemita del Consejo de Ministros y en el grupo parlamentario.
En realidad, ahí es donde está el músculo de la organización, deshilachada y sin estructura fuerte en los territorios. De la mano de su jefe de gabinete, Josep Vendrell, la ministra de Trabajo ha pacificado la explosiva relación entre socialistas y morados en el seno del Gobierno y se ha ocupado de mimar a los socios parlamentarios. Al PNV, muy disgustado con el papel de Iglesias (Ortuzar ha recalcado que su salida es «buena para la política española»), le visitó el primero en Sabin Etxea. Mano izquierda, de la de verdad; tono más calmado, pero a la vez mensaje inequívoco: menos Twitter y más trabajar.
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«La política de los grandes titulares es muy masculina, muy de ombligo», zanjó la política gallega, en lo que se entendió como un golpe de mano llamado a acabar con el ruido en el Gabinete y los dardos constantes contra perfiles como el de Nadia Calviño o Margarita Robles. El suspiro de alivio en el PSOE fue mayúsculo cuando comprobaron que Podemos no aprovechaba las dos grandes crisis que el Ejecutivo ha vivido desde entonces -la diplomática con Marruecos y la de los indultos- para hacer sangre. El efecto inmediato fue el desdibujamiento de uno de los exponentes del pablismo, el portavoz parlamentario, Pablo Echenique, uno de los más perjudicados por el cambio de agujas junto al diputado Rafa Mayoral.
No obstante, fuentes internas dudan de que la sigla se adentre igualmente en una nueva era pospablista, más allá de lo formal. La decisión de Díaz de no contar en su equipo con la mano derecha de Iglesias en la vicepresidencia segunda, Juanma del Olmo, no implica necesariamente que su poder interno se vaya a ver mermado en la nueva dirección encabezada por la ministra Ione Belarra.
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Algunos le ven como futuro secretario de Organización e intuyen a la ministra Irene Montero como auténtica figura de poder. La gran incógnita es cómo se resolverá la bicefalia con Díaz, cortejada sin disimulo por los líderes del espacio político a la izquierda del PSOE (Errejón, Rodríguez, Oltra, Colau), cuyo futuro sigue siendo incierto. «Nadie sabe cuál es el plan de Yolanda. Pero sí que nadie quiere confrontarla en Podemos, no vaya a ser que se vaya por su cuenta». Mientras, Iglesias prepara un libro y su «gran proyecto» audiovisual. Sabremos de él. Pronto.
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