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La teoría del caos analiza cómo pequeños cambios pueden tener consecuencias enormes e inesperadas. Para el vulgo, lo que ha calado es el famoso ejemplo ... del 'efecto mariposa', la idea de que el aleteo de una mariposa en Brasil podría causar un tornado en Texas. Es decir, que en ciertos sistemas, como el clima, un cambio minúsculo inicial puede generar resultados inesperados más adelante.
El término 'caos' ha sonado mucho en la política española en las dos últimas semanas. Sobre todo en boca de dirigentes de PP y Vox para referirse a la gestión del Gobierno del apagón del lunes 28 y el posterior colapso del servicio de alta velocidad entre Madrid y el sur de la Península. Después de siete años en La Moncloa, en los que ha tenido que lidiar con una pandemia mundial, la erupción de un volcán, una guerra en Europa y un cambio en los equilibrios mundiales por culpa de Trump, el líder socialista se enfrenta a un escenario imprevisto y resbaladizo de incierto desarrollo y final. ¿Será el robo de 150 metros de cable de cobre en Toledo el aleteo de una mariposa para la legislatura actual? Cuatro politólogos y sociólogos analizan para EL CORREO la situación actual.
Todos los expertos consultados coinciden en que la afirmación de que «España es un caos» es un tanto exagerada. «Objetivamente no se puede hablar de caos. Eso es evidente. El apagón de la semana pasada fue un cisne negro. Nadie lo esperaba. Generó dificultades, pero todo el mundo lo sobrellevó con una cierta tranquilidad y sin demasiado agobio», analiza Imanol Zubero, profesor de Sociología en la UPV/EHU. «Las situaciones que se han dado son extraordinarias», apunta Gabriela Ortega, socióloga, doctora en Comunicación y directora de Estrategia de la Institución Educativa ALEPH. «Es una sucesión de varias crisis en un período de tiempo muy corto. Crisis, todas ellas episódicas, cuyos efectos no han ido más allá de las 48 horas», defiende el politólogo y profesor universitario Pablo Simón. «La sociedad ni percibe ni analiza estas cuestiones de la misma manera que los partidos, sobre todo los de la oposición. «No creo que exista una sensación de caos generalizado ya que la normalidad y la cotidianidad se imponen en el día a día», remacha María Silvestre, catedrática de Sociología y directora del Deustobarómetro.
En lo que también están de acuerdo, salvo Silvestre, es en que en parte de la sociedad sí ha calado una percepción «negativa» del trabajo realizado por el Gobierno tras los dos últimos incidentes. «Lo que les está pasando factura es la gestión. No pueden repetir una y otra vez que se va a aclarar todo pero no aportar datos ni certidumbre. No están haciendo bien las cosas. Están fallando en las explicaciones. Y eso genera ruido y más oscuridad que el propio apagón», reflexiona Zubero. «Se puede estar instalando una percepción general de que nada funciona y de incompetencia del Gobierno, cuando en realidad ha demostrado con la pandemia, por ejemplo, que no es así. Hay hitos que cambian una legislatura de tono, como por ejemplo la dana en Valencia. Y el apagón y el tema ferroviario no lo son», añade Simón.
En este punto, Ortega introduce un matiz. Está de acuerdo en que la gestión de estos dos eventos puede verse como negativa, pero matiza que «comunicativamente» Sánchez ha logrado un resultado honroso. «Es verdad que no podía ganar el partido, pero al menos lo ha empatado. Y eso se traduce en que de momento no ha habido ni dimisiones ni grandes protestas ciudadanas. En parte gracias a que ha logrado marcar la agenda mediática, que está alineada a la política que él controla».
En comunicación política se cita el axioma de que a partir de los cien días, la valoración de todo líder comienza a caer. «Pues imagínate para alguien que entró con una moción de censura y que lleva dos legislaturas sosteniéndose con pinzas, con conflictos permanentes con sus socios. Al final ya llegas a un punto que el desgaste se nota», expone la directora de Estrategia de ALEPH.
«Existe un cierto cansancio y desgaste. Es normal. La mayoría parlamentaria tan precaria que tiene desgasta a cualquiera, porque al final tienes muchas dificultades para sacar tus proyectos. Hay una regla no escrita en España que es que los gobiernos duran dos legislaturas. Ha pasado siempre así. No hay una situación de derribo y de colapso inminente, porque Sánchez tiene interés en continuar, pero sí es verdad que el desgaste se va notando», insiste Simón.
Según el experto, hay una fuente de desgaste más política, ligada al «eje izquierda-derecha», en el que te hace «más daño no ser capaz de gestionar los temas que le interesan a tus votantes». «Es decir, si la derecha critica a Sánchez por el tema territorial, eso a la base electoral de izquierdas no le preocupa. Pero si el Gobierno no resuelve, y parece que no lo está haciendo, el tema de la vivienda, eso a su base electoral sí le preocupa».
Pero hay un segundo eje relacionado con la «percepción de competencia» y que afecta a la gente menos ideologizada, la que presta menos atención a la política». «Ahí es donde se instala un clima que sí puede ser más transversal». Sánchez estaría sufriendo ambas, de ahí que «el bloque de izquierda, respecto al de derecha, salga en todas las encuestas más átono». «No es que haya fugas del PSOE al PP, es que el de derechas está activado y el de izquierdas está en parte desmovilizado». Y en los últimos meses se ha sumado un nuevo factor, la corrupción, que está afectando de manera transversal a los electores poco ideologizados.
«Los casos de corrupción en su círculo cercano están generando el contexto, el clima, para que comience a percibirse ese desgaste», analiza Ortega. «Da la sensación que el Gobierno está un poco desfondado. Se dice eso de que 'a perro flaco todo son pulgas'. Pues 'Perro Sánchez' es ahora un perro enflaquecido al que todo son pulgas. Las cosas que hasta ahora había capeado bien ahora le afectan más. Parece noqueado. Da la sensación de que estamos en un final de ciclo», apunta Zubero.
Sería fácil aseverar que el horizonte que se le presenta a Pedro Sánchez es complicado, aunque vistos sus siete años en La Moncloa cabría preguntarse cuándo no lo ha sido. Pero esta vez los nubarrones parece que asoman más negros y amenazantes. Hay muchas variables sobre la mesa que pueden contribuir a acrecentar el desgaste y ese presunto caos de gestión. «La mayor o menor confianza en su persona por parte de algunos de sus electores puede estar más condicionada por el tipo de acuerdos que se vea forzado a realizar para garantizar la gobernabilidad, sobre todo con Junts. Ahí creo que puede haber una merma de confianza o una falta de entendimiento en algunos sectores que confiaban en el PSOE como opción política», señala la directora del Deustobarómetro.
Ante la situación actual, los expertos proponen dos vías de actuación. La más mesurada, por la que apuestan Simón y Zubero, pasa por «intentar transmitir que ahora también está haciendo las cosas bien» y eso pasa por una buena estrategia de comunicación. Ahí podría beneficiarle introducir la figura de uno o varios portavoces que consigan transmitir «serenidad, confianza, autoridad» alrededor del Gobierno. «Tiene que conseguir instalar el marco de que no es cierto que las cosas no funcionen, que hay cosas en las que vamos bien y dejar pasar el tiempo para que la gente se olvide de todo esto. Los ciclos de atención son muy cortos y es una estrategia para eludir asumir responsabilidades políticas», afirma Simón.
La otra 'receta' es más contundente y drástica. Se resume en una palabra: cambios. Y es un escenario del que Pedro Sánchez no es ajeno. «Ya lo hizo a mediados de la primera legislatura. Si la percepción negativa persiste, tienes que demostrar un cambio de rumbo: recolocar las fichas, nuevos ministerios, nuevas personas, nuevas caras...», analiza Ortega, quien marca tres hitos que van a condicionar las decisiones del presidente: la votación de la reforma para reducir la jornada laboral y cómo va a actuar Junts; la convocatoria de las elecciones autonómicas en Andalucía; y un posible congreso del PP.
Si la tarea que tiene por delante Sánchez no es sencilla, tampoco lo es la de Alberto Núñez Feijóo. En los próximos meses se juega gran parte de sus opciones de llegar a La Moncloa. «El viento está a su favor y tiene que saber aprovecharlo», coinciden los expertos. ¿Cómo? La fórmula varía. «Le aconsejaría que siguiera insistiendo en esta idea de caos-incompetencia. Ahora lo tiene fácil porque ha habido una realidad material que la gente ha sufrido. Por lo tanto, es lo suficientemente verosímil como para que sea una línea más provechosa que, por ejemplo, incidir en el tema territorial», apunta Simón. «Debe señalar e incluso magnificar los fallos, pero sin sobreactuar, sin estar todo el día con el mensaje negativo de estamos ante el peor gobierno de la democracia. Si se pasa de frenada, le irá mal», vaticina Zubero.
«No puede quedarse sólo en la crítica», añade Ortega. «Debe lanzar propuestas. Por ejemplo, en el tema del apagón, Feijóo se ha quedado sólo en 'necesitamos respuestas' en vez de dar él las soluciones. Tiene que conseguir marcar la agenda con dos o tres mensajes clave y para eso cuenta con un recurso gigante, que es su poder territorial: Ayuso, Moreno Bonilla, Rueda...». En esa teoría encajaría a la perfección un congreso nacional del PP antes de agosto para tomar impulso de cara a otoño.
El problema de Feijóo es que a su derecha Vox puede recoger los frutos que él siembre con una «oposición de negación absoluta y constante de todo», defiende Silvestre. «Ahí también influirá ese discurso de Sánchez de 'o yo o la extrema derecha'. Mientras Vox no termine de normalizarse como se normalizó Podemos, el PP lo va a tener muy difícil», resume Ortega.
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