«Parot lleva 31 años en la cárcel, nosotros 34 sin mi madre»

Hablar con María Ángeles del homenaje del próximo sábado en Mondragón en el que se pedirá la excarcelación de Parot, responsable de su atentado, es como «sentir que estamos ante el mundo al revés», lamenta. «Ha habido mucho dolor, muchas familias rotas y, en lugar de a las víctimas, se favorece a los asesinos», reprocha. La convocatoria, impulsada por la plataforma Sare y el colectivo Elkartasun Eguna, consistirá en una marcha que partirá a las 12 de la mañana de la plaza Biteri de la localidad y durará 31 kilómetros, en alusión a los 31 años que Parot lleva encarcelado. En ella tomarán parte 31 personas.

Los organizadores quieren de esta forma dotar de simbolismo a la cita. Pero existe un número mucho más simbólico al que no hacen alusión. El 39: las víctimas mortales por cuyos atentados fue condenado -acumula hasta 26 sentencias-. Ni hablar ya de las decenas de heridos ni de los 300 kilos de explosivo que portaba en el coche cuando fue detenido en 1990.

Esta «marcha solidaria», así la describen, se celebra en el marco del tradicional día «en recuerdo de los presos y refugiados políticos vascos» que viene celebrándose desde hace años en Mondragón, municipio guipuzcoano en el que ETA acabó con la vida de nueve personas. Henri Parot es el único miembro de la banda terrorista vecino de este pueblo que queda en la cárcel. Integró el 'comando Argala' y su caso está en el origen de la famosa 'doctrina Parot' que el Tribunal Supremo estableció en 2006 y el Tribunal Superior de Derechos Humanos de Estrasburgo anuló en 2013. El pasado mes de marzo fue trasladado desde el centro penitenciario de Puerto III (Cádiz) a la cárcel de León en el contexto de la política de acercamientos llevada a cabo por el Gobierno de Pedro Sánchez. La Audiencia Nacional acaba de rebajar en casi dos años su pena al estimar el recurso de su defensa y descontarle el periodo que pasó en prisión preventiva.

«Es terrible, una ofensa. Un acto así te remueve por dentro. A los que nos toca directamente por ser nuestro caso, pero también en solidaridad con los demás que han sufrido. Hacen mucho daño a las víctimas y a la sociedad», expresa María Ángeles Ibáñez. Se emociona al recordar a su madre. «Nos la arrebataron porque unos individuos decidieron que había que matar, sin importar que cayera quien cayese», se duele. Tras la explosión de la bomba, ya en el hospital, pidió dos cosas: un sacerdote, porque pensó que iba a morir, y que sus hijas, entonces de 18 y 22 años, no la vieran en las condiciones en las que estaba. Tras medio año de cuidados sanitarios, María Ángeles quedó ciega del ojo izquierdo. «Homenajear a un terrorista es poner en valor lo que hizo, decir que estuvo bien», advierte. «¿Dónde está la escala de valores?», se pregunta.

La primera víctima de Henri Parot fue el empresario de Irún José Luis Legasa. Murió tiroteado tras sufrir la extorsión de la banda. Fue en 1978, el mismo año en el que sería responsable de otro atentado, el que acabaría con la vida del magistrado del Tribunal Supremo José Francisco Mateu. La lista de atentados que ordenó o que ejecutó es más larga. Es, de hecho, una de las más sangrientas de ETA. Asesinó, entre otras muchas personas, a una quincena de militares. Una de sus últimas víctimas fue, en 1989, la fiscal de la Audiencia Nacional Carmen Tagle.

Pero si un atentado fue especialmente devastador y cruel fue el que cometió en 1987 contra la casa cuartel de Zaragoza: once víctimas mortales, cinco de ellas niñas de entre 3 y 14 años. Beatriz Sánchez, hija de uno de los guardias civiles, dormía aquella mañana en la que explosionó la bomba con 250 kilos de amonal. Ese día cumplía cinco años. Su familia le había preparado una fiesta, pero nunca se celebró. A Bea, que en su inocencia creyó que habían comprado fuegos artificiales para festejarlo «y se habían pasado», le cayeron el techo y la puerta encima. Tanto ella como su hermano, de once años, y sus padres resultaron heridos.

«Henri Parot no es un héroe, es un asesino. Los verdaderos héroes son los que han estado luchando contra ETA», afirma tajante Beatriz. Una semana antes de que se celebre el homenaje en Mondragón, no alcanza a entender «cómo se permite un acto así». «¿Dicen que no es una humillación? No lo hacen con esa intención, sino con la de exaltar y enaltecer al asesino. Y eso es humillar a las víctimas», replica a los impulsores del acto y a la izquierda abertzale.

Bea se sumará a una de las cuatro ofrendas florales con las que la Asociación Víctimas del Terrorismo buscará contrarrestar el mismo sábado, día 18, el homenaje a Parot. En concreto, lo hará en la que se celebrará en Zaragoza. El resto tendrán lugar en San Sebastián, Granada y Madrid, escenarios en los que el preso de ETA -se prevé que siga en la cárcel hasta 2029- llevó a cabo muchos de sus atentados.

«Los chavales van a estudiar en los colegios lo que ha ocurrido, deben saber cuál es la verdadera historia, lo que hizo ETA, porque con actos como el de Mondragón -subraya Beatriz- lo que se busca es el blanqueamiento del terrorismo». «Es un pisotón a la dignidad de las víctimas», apostilla.