La Santísima Trinidad

Sábado, 1 de noviembre 2025, 00:24

En el libro 'Más allá de la derecha', editado por Antonio Rivera, se ofrece una panorámica lúcida de los movimientos populistas y reaccionarios que vienen ... emergiendo en todo el mundo. Se analiza con rigor cómo se nutren del malestar, del miedo y de la nostalgia, y en el caso de España identifica su propia «Santísima Trinidad»: Dios, Patria y Rey. Tres viejos símbolos que vuelven a servir de refugio a quienes se sienten amenazados por el cambio.

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No pretendo añadir más diagnóstico a una enfermedad que ya conocemos bien. Llevamos años analizando las grietas del sistema, los huecos por los que se cuela el discurso autoritario, las frustraciones que alimentan el resentimiento y los espectáculos (como el del Senado) de los que se alimenta la fiera. Lo que falta, hoy, no es comprensión. Lo que falta es propuesta.

Según Freedom House, solo el 20% de los países del mundo pueden considerarse libres. Aún estamos entre ellos. Pero defender la democracia ya no es un gesto retórico, sino una tarea urgente. Y si la extrema derecha 2.0 (Forti) tiene su trinidad, quienes creemos en la libertad y la igualdad necesitamos construir la nuestra propia.

La primera de nuestras tres palabras debería ser democracia. Una democracia que funcione, no que se exhiba. Necesitamos profundizar los mecanismos de control, sí, pero sobre todo agilizar las instituciones. Una democracia lenta es una democracia débil. Hay que liberar a la administración pública de su laberinto de trámites, de su cultura de la parálisis y del «ya veremos». Porque esto no solo desanima a los ciudadanos; deslegitima al propio Estado. Urge una reforma profunda en clave de eficacia, cercanía y sencillez.

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La segunda palabra debería ser creación. Hemos aprendido a debatir mucho sobre cómo repartir, pero poco sobre cómo generar. Y sin creación no hay nada que repartir. España tiene más de tres millones de pequeñas y medianas empresas, responsables de la mayoría del empleo y del PIB. Pero tratamos al empresario con una mezcla de desconfianza y prejuicio. Necesitamos una cultura que reconozca el valor de los que crean, de los que arriesgan, de los que innovan. Crear debe volver a ser un verbo político.

Y la tercera palabra: cohesión. Porque la democracia no puede sostenerse sobre la fractura. Hoy, casi uno de cada cinco ciudadanos vive en riesgo de exclusión social. Esa cifra no es solo un dato económico: es una amenaza política. Cada vez que alguien se siente expulsado del sistema, la democracia pierde legitimidad. Urgen políticas valientes que cierren brechas, que devuelvan dignidad, que hagan que nadie se sienta sobrante.

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Defender la democracia no consiste en mirar hacia atrás, sino en tener el valor de transformarla. Lo contrario de Dios, Patria y Rey no es el vacío, es Democracia, Creación y Cohesión. Esa debería ser nuestra Santísima Trinidad. Y el tiempo de defenderlas –con ideas, con hechos y con esperanza– es ahora.

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