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Apenas un año después de haber comenzado la Segunda Guerra Mundial, se hizo conocida la expresión «sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas», de Winston Churchill. Los ... aliados las estaban pasando canutas frente al ejército nazi. A lo largo de la guerra, la expresión tuvo sus réplicas y sirvió para concienciar a la ciudadanía de lo que venía: una guerra larga y con mucho sacrificio para su pueblo.
No estoy seguro de que vayamos a vivir una Tercera Guerra Mundial. No estoy seguro de que no la estemos viviendo desde hace años, con un tipo de armamento más difícil de percibir por el gran público, lo que quizás impida que nuestra conciencia nos espolee.
Entre dudas, albergo alguna certeza. Concretamente, tres.
La primera, estoy seguro de que en el contexto de crisis encadenadas que vivimos desde 2008, está agrandando dos grandes brechas que ponen en riesgo nuestro modelo y la cohesión social.
En el conjunto de España, también en Euskadi, crece la brecha entre quienes más y quienes menos tienen, con una bolsa cada vez más importante de personas en riesgo de exclusión social. Y crece también la brecha entre las grandes empresas y las pymes y micropymes; entre estas últimas, que son el 99,8% y que generan siete de cada diez empleos aquí, las perspectivas de desaceleración en los próximos meses son relevantes.
La segunda certeza. Estoy seguro de que Trump va a ser bueno para Europa, España y Euskadi. Llevamos demasiados años viviendo de las rentas del modelo social europeo construido sobre las cenizas de la guerra que ganaron Churchill y los aliados. Y, sin grandes reformas, nuestro modelo no es sostenible. Trump nos está poniendo ante el espejo, un paso imprescindible para poder cambiar. Por eso digo que será bueno para nosotros. No porque sus políticas vayan a beneficiar a nuestras empresas o vayan a ensanchar el marco de los derechos civiles. Con eso contábamos.
Y la tercera certeza. Estoy seguro de que todo no se puede. Los gobiernos están lanzando estrategias de reindustrialización, de reducción de nuestra dependencia energética y de retención de empresas en el territorio. Esta misma semana, el lehendakari presentó un fondo público-privado para financiar inversiones modernizadoras y, sobre todo, para que las empresas mantengan su arraigo aquí.
Todo se hace al objeto de recuperar nuestra autonomía estratégica. Pero si tenemos que recuperarla es que no la tenemos. Y es que buena parte de nuestra producción y de la energía que consumimos está en manos de sátrapas, concretamente de dos. Por tanto, esto va a costar. Hace falta inversión y tiempo. Y si se invierte en unas cosas, se desatenderán otras.
Y esto, sin contar con los nuevos compromisos en defensa... ¿Alguien nos dirá que hará falta sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas?
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