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De la forma más oportunista y menos educativa ha llegado el debate del supremacismo y el racismo a la agenda pública. En un alineamiento sin precedentes, el president Quim Torra ha conseguido que los ataques al nacionalismo catalán se centren en su carácter excluyente. Seguro que los responsables de la elección del nuevo president han apreciado sus deméritos y vergonzoso rastro intelectual para reforzar la estrategia de «cuanto peor, mejor» dirigida por Puigdemont. La respuesta exagerada y sobreactuada de los líderes políticos españolas está resultando muy poco creíble y más que una defensa de los valores, la ética y los derechos humanos parece una subasta preelectoral en la que cotiza al alza la radicalización de las posiciones en el eje nacionalista. Ya sea español o catalán. La lucha contra el racismo es lo de menos.

No hay tanta distancia entre la España Ciudadana de Marta Sánchez y Albert Rivera y la versión más excluyente del 'procés'. Negar el pluralismo y el conflicto de intereses intrínseco a todas las sociedades conduce al populismo del malo y al peor de los nacionalismos, el excluyente. Se equivoca Pedro Sánchez al no enfrentarse abiertamente al peligroso modelo de España propuesto por C's y optar por la analogía con el inofensivo y diminuto Vox. Cuando las banderas entran por la puerta, la desigualdad sale por la ventana. Y cuando la desigualdad desaparece como tema de confrontación política, la izquierda siempre sale perdiendo.

También sirve para Euskadi, donde por el momento en vez de banderas se agitan preámbulos. La discusión identitaria sobre la construcción nacional está a años luz de las principales preocupaciones de la ciudadanía vasca. La posición central en este secundario eje nacionalista la compartían hasta ahora PNV y Elkarrekin Podemos, siendo los más cercanos a la posición del ciudadano medio vasco. Con su propuesta maximalista de preámbulo para el nuevo Estatuto, el PNV se escora hacia la zona de las banderas y permite a Podemos apropiarse del espacio central. La posición de la izquierda aberztale seguro que es coherente, pero la mayoría social vasca prefiere construir la identidad con los clásicos argumentos de izquierdas, sociales y económicos, más que con el crecimiento de la bandera de Euskal Herria.

En el fondo del debate del supramacismo y el racismo deberían aparecer las políticas activas de integración de las personas segregadas y limitadas en el ejercicio de su ciudadanía como es la población con menos recursos económicos y sociales. En este campo, la elite política debería escuchar y aprender más de las organizaciones sociales. Save the Children presentaba esta primavera un estudio titulado 'Mezclate Conmigo' para denunciar cómo estaba afectando a la equidad y a la igualdad de oportunidades en el acceso a la buena educación, la elevada concentración de los alumnos de familias en riesgo de exclusión en algunos centros de la escuela pública. El índice de segregación de España es de los más altos de Europa y curiosamente las comunidades que más segregan son Madrid y Cataluña. Euskadi sería la cuarta, con una subida del 8,5% en los últimos 10 años. Eso provoca la existencia de 'centros gueto' donde sus alumnos tienen 4 veces más probabilidades de repetir curso y de no ir la Universidad. ¿Se imaginan cuántos de estos conflictos sociales reales que existen en nuestras sociedades se pueden tapar con una bandera?

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