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Los jóvenes salvarán nuestras democracias

Lunes, 19 de julio 2021, 01:53

Durante los años previos a la pandemia, se generó un debate lleno de ruido y exageraciones sobre la salud de la democracia española. El debate ... se salía de los cauces temáticos en los que se discutía en todos los países occidentales que enfrentaban la amenaza del populismo de extrema derecha que cuestionaba las estructuras democráticas. El 'procés' de Cataluña alimentó en algunos la idea de que España no era una democracia porque no permitía solucionar un conflicto político con un referéndum, porque se reprimía judicial y policialmente a los que tenían ideas políticas equivocadas o porque las cloacas del Estado funcionaban al margen del mandato democrático con impunidad. En cambio, los índices que miden de forma comparada la calidad de la democracia no reconocían esta fragilidad y no terminó de cuajar en el contexto internacional que España no fuera una democracia plena.

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Antes de la pandemia, se escribían libros sobre cómo mueren las democracias que relacionaban la pérdida de la confianza en el sistema con la incapacidad de corregir las desigualdades y dar soluciones a los principales problemas de la gente. Todo ello mientras la clase política, el 'establishment', seguía acumulando poder y recursos sin padecer el impacto de la gran recesión que había generado el crecimiento de las ofertas populistas cargadas de soluciones simples, rápidas y poco respetuosas con las liturgias democráticas. El apoyo a la democracia comenzó a resentirse en la mayoría de los países y el grupo de los jóvenes casi siempre era el que manifestaba mayor desarraigo democrático porque estaban siendo los más perjudicados por la impotencia democrática para desarrollar políticas que favorecieran el desarrollo de su proyecto autónomo de vida.

La crisis pandémica ha ensanchado otro agujero negro en una democracia que estaba perdiendo por goteo defensores de sus liturgias más sagradas. Han aparecido debates insospechados como la suspensión de los procesos electorales en tiempo de pandemia o la posibilidad de restringir el sufragio a ciudadanos contagiados. En el último Deustobarómetro, preguntábamos a la ciudadanía por su suelo democrático, por las líneas rojas de la idea democrática que tienen en la cabeza.

En primer lugar, descubrimos que hay un 23% que piensan que la democracia puede funcionar perfectamente sin la necesidad de celebrar elecciones periódicas. Un 41% que está a favor de la utilización frecuente de medidas excepcionales como el estado de alarma más allá de la pandemia. Medidas excepcionales que permiten la suspensión de derechos fundamentales. La mayoría cree que no se debería permitir ninguna manifestación en ningún formato mientras no haya desaparecido por completo el riesgo de contagio durante una pandemia. Un 36% apoyaría que la Policía pudiera entrar en los domicilios sin orden judicial si sospecha que no se están cumpliendo las normas establecidas para luchar contra una pandemia. Y un 62% apoyaría que la Organización Mundial de la Salud pudiera imponer sus recomendaciones a los gobiernos elegidos democráticamente en las urnas.

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Los nuevos agujeros negros tienen que ver con el desarraigo hacia el ejercicio de los derechos fundamentales y hacia la legitimidad democrática de las decisiones políticas. Gana terreno la tecnocracia y el autoritarismo. La reacción de los jóvenes, en cambio, está siendo diferente a la de la gran crisis de hace una década. Los jóvenes vascos son los que más rechazan la suspensión temporal de derechos fundamentales, los mayores defensores del derecho a la manifestación y los más contrarios a ceder soberanía democrática a instituciones que no salen de las urnas, como la OMS.

La juventud vasca parece que asocia la democracia a la libertad con más énfasis que sus mayores. La pregunta que tenemos que hacernos es si la degradación de la liturgia democrática para protegernos contra una pandemia puede ser aprovechada en el futuro por gobernantes oportunistas y malvados para desarrollar políticas contra nuestros intereses bajo la cobertura engañosa de la defensa de un bien común. Si esto ocurriera, los jóvenes a los que tanto criticamos podrían ser los únicos que salieran en nuestra defensa.

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