La reforma fiscal y el debate de fondo
Los portavoces de los partidos vascos han coincidido en que el siempre controvertido debate fiscal vuelve a la casilla de salida. Lo han hecho sin ... esconder su optimismo ya que, por variadas motivaciones, todos confían en las oportunidades que esto reabre. Es posible que sea así porque lo que está en juego es mucho más que la cuestión fiscal. Más que la importante decisión de sobre quién debe recaer la mayor carga tributaria, sobre el trabajo o sobre el capital, o de cuánto deben intervenir los poderes públicos en la sociedad y en las empresas.
Para empezar, se está cuestionando el 'statu quo' competencial de la red institucional de ayuntamientos, Juntas Generales o Parlamento vasco. Ya nos advertía el politólogo Félix Arrieta Frutos que los servicios sociales vascos «más que a un sistema, se asemejan a un archipiélago de distintas islas que cohabitan juntas, pero que tienen pocas herramientas para el trabajo en común». Bien, al margen de la torpeza o el acierto con el que se ha abierto el melón de la gobernanza multinivel de nuestra fiscalidad, esta pregunta aún sin respuesta se enfrenta al reto de combinar el federalismo constituyente de nuestros territorios con la necesidad de cohesionar y racionalizar la cadena de la implantación de las políticas públicas.
A nivel sistémico, el sistema de partidos reiniciado en 2011, consolidado en 2016 y estabilizado en 2023, multipartidista y moderado, con tendencias centristas, conduce a un puzle de acuerdos, a una dinámica de mayorías ampliadas y a competiciones virtuosas con cartas jugables para todos los jugadores del sistema.
Desde luego, PNV, EH Bildu y PSE parecen haber entendido esto perfectamente, y acuerdan y desacuerdan en todas direcciones, dependiendo de la circunstancia y el interés, en una coreografía posicional que retroalimenta la naturaleza de convergencia hacia el centro del sistema. El PP vasco amaga con jugar sus cartas, pero, de momento, parece que prioriza su confrontación con el PNV. Veremos hacia dónde evoluciona la estrategia de De Andrés. Podemos, en cambio, no aprovecha su oportunidad de rematar a gol a puerta vacía, de manera incomprensible.
La política vasca vive un momento parlamentarista. Esto no es nuevo, lo que es novedoso es que ahora las combinaciones parecen ilimitadas, y las calculadoras de escaños son menos relevantes que las sumas y restas cualitativas. Esto se debe celebrar, a priori, sin dejar de temer a la ineficacia de la gestión a término medio, ya que si este consenso parlamentarista no mejora las percepciones vitales de la ciudadanía a la que sirve, la desafección y la polarización permanecerán, siempre, al acecho.
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