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La relevancia que se le otorga a cualquier presupuesto de cualquier institución siempre contrasta con el nivel de conocimiento empírico que la ciudadanía tiene de ... su impacto y de sus mecanismos de elaboración. La frustración es bidimensional: quien gobierna siente que 'no se valoran' los pretendidos beneficios que unas buenas cuentas tienen para los gobernados; por su parte, estos no entienden qué cambia realmente de unos presupuestos a otros.
Los debates presupuestarios actuales son, en esencia, debates autorreferenciales, donde los políticos hablan de ellos mismos, apelando a la responsabilidad, a la generosidad o a la utilidad. Cuando los acuerdos no se consiguen, la narrativa se transforma para que los políticos sigan hablando de ellos mismos, pero en este caso para imputarse mutuamente la responsabilidad del fracaso. Es difícil entrever las diferencias ideológicas sustantivas cuando al acuerdo se le ponen unas cifras y no unos contenidos. Otxandiano lo ha intentado, y hay que agradecérselo, cuando ha manifestado que los 90 millones de euros que pide son, en realidad, para posibilitar un cambio de paradigma en las políticas públicas. Está bien.
Paralelamente, este lunes Pradales habló mucho y bien en el Foro de Expectativas Económicas organizado por EL CORREO. Su idea geoestratégica del país aportó una visión con el potencial suficiente para generar un consenso nacional por ser inclusivo con todos los territorios vascos de todos los niveles administrativos existentes. Pero hizo algo más: como en su campaña electoral, planteó una serie de ideas fuerza alineadas con una tradición ideológica que actualmente choca con el sentido común de una muy considerable parte de la sociedad vasca. Se atrevió, en definitiva, a explicitar una concepción de lo público no necesariamente popular, y con ello arrojó más luz al contenido de las políticas públicas de su gobierno que mil campañas de marketing institucional para 'explicar' unos presupuestos.
En la Mancomunidad de Iparralde, en el Parlamento de Nafarroa, en las Juntas Generales de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa o en el Parlamento vasco, participan, vía acuerdos, tradiciones políticas que van desde el centrismo francés hasta la izquierda abertzale, el PNV, PSE-PSN-PSF, izquierda confederal e incluso el PP. Aunque las fórmulas de mayorías se combinan de formas muy variadas, esta sopa de siglas y proyectos necesita ser visibilizada en términos dialécticos. Celebrar los acuerdos (o reprocharse los fracasos) sin otras consideraciones sería ahondar en el error autorreferencial cuando el país necesita contraste de ideas, competición de proyectos y deliberación entre diferentes. Es muy posible que, cuanto más claros sean los partidos a la hora de detallar las bases ideológicas y el sentido final de sus proyectos, se valoren más y mejor los acuerdos alcanzados y se desdramaticen los desacuerdos. Y parece que tanto Otxandiano como Pradales están por la labor.
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